7 de octubre de 2023

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“NO CREO QUE HAYA REVOLUCIÓN EN VENEZUELA”

Por: Eduardo Pérez.

6 de octubre de 2006

Entrevista con José Quintero Weir, activista indígena venezolano :: Cuando se trata de Venezuela, las críticas al “Gobierno bolivariano” suelen venir desde posiciones de derecha. Sin embargo, dentro del país se oyen voces críticas con el chavismo desde perspectivas revolucionarias.

Es el caso de José Quintero Weir, profesor en la Universidad de Zulia y miembro del movimiento indígena venezolano. La Haine conversó con él en el marco de unas jornadas organizadas por colectivos autónomos de la ciudad de México, donde Quintero presentó su libro El camino de las comunidades (Red_eZ, 2005).

EDUARDO PÉREZ: ¿Cuál es la situación actual de los pueblos indígenas venezolanos?

JOSÉ QUINTERO: La Constitución anterior decía que los pueblos indígenas de Venezuela no podían ser afectados por la explotación de los recursos, y sus territorios estaban sometidos a un régimen especial. Por ejemplo, si unos extranjeros iban para allá y querían visitar una comunidad indígena, tenían que pedir autorización al Ministerio de la Defensa. Eran como reservas, estábamos aislados. Sin embargo, eso permitió que durante mucho tiempo ninguna compañía pudiera entrar a explotar nada.

La Constitución de 1.999 elimina esa condición y dice que los indígenas tienen derecho a un hábitat. Hábitat es un concepto de la biología. Lo que nosotros decimos es que tenemos territorio, que es el concepto político. Todo pueblo es pueblo en tanto que posee un territorio. Fue muy exacta la designación de hábitat en esa Constitución, realizada por tipos que no son revolucionarios y vienen de los gobiernos anteriores. La Constitución tiene los argumentos legales y jurídicos que necesitaban las empresas, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo... Ha habido un cambio de constituciones en toda América Latina, porque son las nuevas condiciones de la globalización y las compañías transnacionales para penetrar en espacios donde no habían podido penetrar: Amazonia, sierra de Perijá, parte de la cordillera andina, es decir, zonas de alta biodiversidad, reservas de agua, uranio, minerales...

Por otro lado, el Estado es el dueño de todas las tierras. Nosotros decimos que no, porque las poblaciones indígenas son previas al Estado. Las tierras del delta del Orinoco eran de los waraos. Se las quitaron, porque aquí es donde está la mayor cantidad de gas de Venezuela, y esto fue entregado a la Chevron-Texaco para 100 años de explotación. No es explotación nacional, son empresas mixtas. El único río que tienen los wayuu lo están perdiendo porque va a ser copado por la producción de carbón. Las otras minas están del lado barí y del lado yubka, todas esas ya están otorgadas en concesiones a empresas sudafricanas, norteamericanas, japonesas, inglesas, brasileñas...

Aparte de eso, nunca se ha afectado ni se va a afectar el suministro petrolero al principal cliente, los Estados Unidos. Venezuela produce dos millones de barriles diarios, de los cuales 200.000 son nuestros, de consumo interno. El resto de la producción es para Estados Unidos.

E.P.: ¿Cuáles son las consecuencias de la explotación de los recursos naturales?

J.Q.: Las minas son lo que llaman “minas a cielo abierto”, porque no hay socavones, no se hacen catacumbas para sacar el mineral, sino que se mete dinamita, se vuela toda la parte exterior y por supuesto se tumba todo el bosque, y te queda al descubierto una gran hondonada. Ellos sacan la piedra de carbón, la trituran y cargan los camiones. Esa piedra triturada se va al puerto, no se procesa en Venezuela. Resulta que se mide la calidad del carbón por la presencia de azufre. Mientras más azufre tenga, menor calidad del carbón. Menos azufre, mayor calidad. Cuando hacen el hoyo, el carbón queda al descubierto, y tienes que mojarlo, porque si no se prende fuego él solo. Resulta que esa agua, con el azufre, genera ácido sulfúrico. Todas las fuentes freáticas se mueren y esas tierras quedan inservibles, no hay proceso de recuperación sino por vía natural. Para que eso se recupere, esa vía natural puede tardar mínimo cuatro siglos. De tal manera que nosotros no sabemos qué carajo va a pasar con nuestras tierras. El Gobierno está ofreciendo otras tierras en otro lugar y dinero, pero resulta que ésas no son nuestras tierras.

La población más afectada es la que está alrededor de los campos petroleros en la costa oriental del lago de Maracaibo. Aquí viven poblaciones añú. Hay pueblos que han desaparecido, que son desalojados. Cuando la compañía petrolera va a iniciar un nuevo pozo, se desaloja a la población. El que no se va, sabe que se va a morir enfermo. Por la tradición, los matrimonios son muy jóvenes. Esta región está produciendo petróleo desde hace 100 años y en la actualidad toda está contaminada. Las vacas no paren, y si paren, los hijos son deformes. La producción agropecuaria se liquidó. Los pescadores tienen que viajar distancias enormes para pescar. Han desaparecido muchas especies que antes eran de consumo interno. Ahí es donde se produce la mayor cantidad de niños que nacen sin cerebro. Cuando llega el momento de parir, ya está muerto. Por la contaminación del aire, por todo lo que produce la industria petrolera y petroquímica en esta región. Somos el país con más casos de niños sin cerebro. Además, toda esta región nos la declararon teatro de operaciones militares. Ahí no hay libertad de tránsito. Para poder andar en nuestra propia tierra, tenemos a cada rato que enseñar nuestra credencial al Ejército.

Donde se está produciendo carbón, ahí la enfermedad es respiratoria: neumoconiosis, los pulmones se le vuelven piel a la gente. Hay compañeros allá que trabajaron en esas minas, hay un compañero que tiene 30 años y le calculan 80 por su aspecto.

E.P.: ¿Ha habido cambios en cuanto a la participación política de los indígenas?

J.Q.: Al principio muchos compañeros creyeron que en verdad nos estaban dando una participación. Hay 157 diputados en el país: tres son indígenas, designados por el partido del Gobierno y no por las comunidades. Ninguna comunidad los reconoce como sus dirigentes o representantes.

E.P.: Desde fuera, parece observarse una fuerte implicación de la izquierda social venezolana con Chávez. ¿Cuál es la relación actual, incluyendo al movimiento indígena?

J.Q.: El movimiento indígena en Venezuela nunca había tenido tanta fuerza como ahora. Hay un movimiento social no sólo indígena, sino a nivel de los desempleados, de gente de los barrios urbanos, que salieron a la calle en la rebelión de 1989 y no han regresado a sus casas. Por eso se dio la victoria de Chávez, capitalizó a su favor todo ese movimiento social. Hace dos años, si criticabas al Gobierno te decían: “Estás favoreciendo a la derecha que quiere derrocar a Chávez”. Era muy difícil ser crítico en ese momento, sobre todo en el contexto del referéndum revocatorio. Nosotros decíamos: “No vamos a votar ni a favor ni en contra, nos vale madre ese referéndum, estamos defendiendo una cosa que no está dentro de ese juego”. Inmediatamente te identificaban con la derecha golpista. Ahora que esa derecha tradicional ha perdido mucha fuerza, lo que está sucediendo es que nuestro discurso ya no es solamente nuestro, también lo utilizan los obreros: “Ya se chingaron los partidos tradicionales, ¿cuándo vamos a asumir nosotros el control?”. Ahí está el debate ahora.

Es cierto que el Gobierno cooptó mucho de ese movimiento social, pero hay muchos grupos que dicen que siguen creyendo en Chávez, pero están exigiendo. Comienzan a dar un salto político, a hacer la evaluación de qué están viviendo realmente. Yo no creo que Chávez tenga posibilidad de cambiar: el modelo y los acuerdos con las compañías transnacionales están muy claros y muy definidos.

E.P.: En su defensa, el Gobierno venezolano suele argumentar su labor en educación, el aumento en la participación popular, etc.

J.Q.: Es parte del proceso populista del asunto, pero eso no se constituye en una estrategia real, sino en salidas tácticas y momentáneas. Se fundaron 10 de lo que llamaron los fundos zamoranos, cooperativas parecidas a los kibbutz israelíes. Quedan tres. Eso no funciona si no va acompañado de una política agraria. También se han entregado empresas en quiebra. Por cierto, buen negocio para el capitalismo. Yo soy el dueño de la fábrica, la quebré y tengo mi capital en Estados Unidos, pero tengo una infraestructura abandonada, vieja y prácticamente inservible. Viene el Estado y me la compra, y además sigo siendo socio junto al Estado y los trabajadores. Es lo que llaman la cogestión, que apenas ha empezado en Venezuela por lo que no se puede hablar de resultados. Pero eso tampoco está respondiendo a una política de industrialización interna.

La gente no está aspirando a que le lleven una bolsita de comida. Porque bueno, sí, es verdad, el plan Bolívar 2000 te lleva bolsas de comida. Son paños calientes que incluso fueron necesarios, pero no formaron parte de un proyecto estratégico. La gente está exigiendo trabajo, poder decidir sobre el presupuesto, etc.

Otro problema es que todo poder genera corrupción. Los funcionarios no son como los pueblos, que tienen paciencia. Chávez nos está diciendo: “Compañeros, paciencia”. Ya lleva siete años en ese plan. Y el pueblo ha tenido paciencia, pero sus funcionarios no. Cuando se produjo la eclosión de los precios petroleros, eso generó una movilización de divisas incalculable y un mayor enriquecimiento ilícito.

E.P.: ¿Hay una revolución en Venezuela?

J.Q.: No creo que haya ninguna revolución. Ha habido un gobierno progresista tras ganar unas elecciones. Los cambios que se han producido incluso venían de antes. Para hablar de revolución tiene que haber una transformación del modelo económico, y eso nunca se ha dado. De hecho, el primer gabinete económico de Chávez, de 1998 a 2002, fue el que dejó Rafael Caldera, que era el que había negociado con el Fondo Monetario Internacional. Todos esos funcionarios habían sido impuestos por el FMI a Caldera. En 2002 Chávez cambió de personas, pero no de política. Venezuela es en la actualidad el mejor pagador de la deuda externa. Sí podemos hablar de que ha habido una apertura de compuertas. El pueblo se sintió realmente identificado con Chávez y su propuesta, salió a la calle y lo ha defendido. Esto ha permitido que ahora se esté exigiendo mucho más. En este momento, el gran problema de Chávez son las exigencias populares desde sus propios sectores, desde su base social. La disyuntiva es que o lo controlan ellos, o los controla él, una de dos.

E.P.: Mucha gente apoya a Chávez como ‘mal menor’ ante los gobiernos tradicionales.

J.Q.: Yo no pongo en duda que Chávez tenga las mejores intenciones, pero ése no es el problema. No podemos decir que la pobreza o el desempleo son culpa de Chávez. Son culpa de un modelo económico capitalista y dependiente que se mantiene a pesar de que hablamos de que está sucediendo una revolución. Hubo mucha esperanza de que se cambiara el modelo, y muchos compañeros creyeron y creen todavía que es posible que el Gobierno dé un golpe de timón. Pero no.

Uno de los grandes conflictos que tenemos todos los que estamos en el proceso de transformar el mundo es qué hacemos en lo inmediato. Todos pensamos en lo estratégico. Sí, se trata de un proceso, pero resulta que nunca arrancamos el proceso. Mientras vamos arrancándolo, siempre hacemos concesiones, que no son nada banales. Si nosotros no arrancamos con otro modelo, cuando quieras arrancar estás listo, porque estás atado por las concesiones que has dado.

No podemos seguir sosteniendo la filosofía del mal menor, no podemos seguir sosteniendo que falta mucho para llegar. Es ver la historia lineal: “Algún día vamos a llegar allá”. No, para nosotros la historia son ciclos y nosotros pensamos que es necesario cerrar este ciclo e iniciar el nuevo tiempo.