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FRIEDMAN Y LA REALIDAD CAPITALISTA
Por: L. E. Santamaría.
Aunque exigió libertad, jamás le incomodó siquiera la imposición autoritaria de sus ideas, y no obstante los catastróficos resultados, aún hay economistas, políticos y gobernantes que insisten en vendernos las ventajas de "la mano invisible" del libre mercado
"En el mejor de los casos, los poderes públicos solo son subcontratistas de las grandes multinacionales. El mercado gobierna, el gobierno administra".
Marc Blondel. Secretario del Sindicato Force Ouvriere. 1996. Davos. Suiza.
La muerte del Premio Nóbel de Economía de 1976, Milton Friedman no debe pasar desapercibida; es imperativo recordarlo, sobretodo por sus iniciativas. Miembro prominente de la Sociedad de Mont Pelerin, fundada en 1947 por Hayek y Mises; precursor de la Escuela de Economía de Chicago, defensor, a ultranza, del libre mercado, casi deidad del neoliberalismo.
"El funcionamiento libre del mercado -sostuvo- es suficiente para asegurar la distribución óptima de los recursos y el pleno empleo de las capacidades de producción". En 1968 fue consejero de Richard Nixon y en 1980, de Ronald Reagan. En la década de los 70, por vez primera sus ideas tradujeron transformaciones radicales en América Latina, al asesorar y dirigir las reformas económicas ejecutadas por el dictador Pinochet, medidas que, a partir de allí, fueron aplicadas con mayor rigor en toda la región.
En su obra "Capitalismo y libertad", 1962 Friedman plantea sus convicciones sobre política social, afirmando que el capitalismo no sólo representa el mejor sistema económico sino que también ofrece el espacio más apto para la autorrealización individual. Propuso la abolición del salario mínimo, la eliminación de subsidios al sector agrario y a la vivienda, la liberalización de las profesiones; la privatización de la seguridad social, la abolición de las restricciones a las importaciones, entre otras tantas genialidades.
Friedman afirmó: "El espacio de acción del gobierno debería limitarse. Su principal tarea debería ser proteger nuestra libertad, asegurar el orden y los contratos privados y promover mercados competitivos". Y Reagan, uno de sus mejores discípulos dijo: "nosotros no tenemos problemas con el Estado, el Estado es el problema".
Así, la doctrina neoliberal se sustenta en tres pilares; a saber: la privatización de las empresas estatales, aún las creadas para proteger áreas estratégicas de la economía nacional (IRHE [Instituto de Recursos Hidráulicos y Electrificación de Panamá], INTEL [Instituto Nacional de Telecomunicaciones de Panamá]); desregulación de la economía, o sea, eliminar todo lo que obstaculice el libre mercado, requisito esencial para facilitar la libre circulación del capital, haciendo a un lado leyes y reglamentos, para dejar la ley del más fuerte. Y finalmente, la apertura comercial total, para permitirle al único motor del desarrollo, desempeñar su papel; eliminando todas las barreras comerciales de todos los países, para que todos compitan con todos; la sardina con el tiburón, o la gallina con la zorra, por ejemplo.
Todos los gobiernos, excepto los del G-8, que imponen las medidas, aplican al pie de la letra las doctrinas del gurú del libre mercado, como resultado de las cuales, el poder económico se concentró al tiempo que la pobreza sigue creciendo exponencialmente; y así, la cifra de negocios de las 200 empresas más grandes del planeta representan más de un cuarto de la actividad económica mundial, sin embargo, sólo emplean menos del 1% del total de la mano de obra del planeta.
Gordon St.Angelo, presidente de la Fundación Friedman, dijo que la pasión del economista por la libertad "ha influido sobre más vidas de las que él creía". Definitivamente, así fue, hoy día, tras varios años de aplicar sus teorías, las tres personas más ricas del mundo poseen activos equivalentes al PIB combinado de los 48 países más pobres. En el 2001 el número de personas con hambre rebasó los 825 millones; la de adultos analfabetos, 854 millones; la de niños que no asisten a la escuela, 325 millones; la de personas que carecen de medicamentos esenciales, dos mil millones; los que carecen de saneamiento básico, dos mil cuatrocientos millones. Más de diez millones de niños menores de 5 años mueren anualmente por enfermedades prevenibles, y los habitantes del mundo desarrollado viven 30 años más que los del África Subsahariana.
Así que tal vez Friedman ni siquiera sospechara qué tanto influyeron sus teorías en un mundo al cual unos pocos le han impuesto, a sangre y fuego, una economía globalizada, cruel e inhumana. Aunque exigió libertad, jamás le incomodó siquiera la imposición autoritaria de sus ideas, y no obstante los catastróficos resultados, aún hay economistas, políticos y gobernantes que insisten en vendernos las ventajas de "la mano invisible" del libre mercado, porque según ellos, asegura la distribución óptima de los recursos.
Pero como afirmara BenSaid, para que la mano siga siendo invisible, es preciso que el ojo sea ciego; y habrá unos cuantos borregos, pero no tantos ciegos.
La Haine