7 de octubre de 2023

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LA DEMOCRACIA GENOCIDA DE COLOMBIA

Por: Alberto Pinzón Sánchez.

19 de enero de 2007

Cada quien habla de la feria como le va en ella’, reza el castizo refrán popular. El libreto previamente preparado y leído ante funcionarios de la Fiscalía de Colombia en Medellín (16.01. 07), por el Capo de la N’Drangeta calabresa y Paramilitar del Estado colombiano Salvatore Mancuso, al cual solo le falta el prólogo de la agente franquista española y columnista del diario oficial El Tiempo Salud Hernández Mora (prologuista de la primera gran operación de desinformación del Estado colombiano sobre el Paramilitarismo, presentada como un libro ’político’ de Carlos Castaño); ha generado toda suerte de respuestas centradas en la cuota de verdad que a cada quien se chanta.

Se trata ex profeso, de fraccionar hasta el infinito el vínculo esencial de todo este pavoroso fenómeno social, para evitar que se haga evidente a la conciencia ciudadana la relación entre ’democracia’ (la más antigua de Latinoamérica) y el genocidio terrorífico perpetrado por el Estado colombiano a fin de preservarla.

Así vemos por ejemplo, cómo el turulato ministro del interior Holguín Sardi, tirando a la basura la ley de perdón y olvido que su jefe hizo aprobar en el parlamento de Augías, dice que a Mancuso no se le puede creer porque es un delincuente. El diario Nuevo Herald de Miami, resalta la millonaria financiación que el Capo dio a la policía ’anti-narcóticos’ de Colombia. El comandante general de las Fuerzas Armadas, poniendo las barbas en remojo ante el incendio, protege el ’espíritu de cuerpo militar’ de los ’innumerables casos aislados implicados’ y cita la manida frase de que las violaciones son desviaciones individuales a los reglamentos, mientras el capo confirma cómo INSTITUCIONALMENTE le dieron entrenamiento, rutas, nombres, viviendas, aviones, lanchas etc, y se sentó en las instalaciones oficiales de una brigada militar a planear con ’heroicos y condecorados generales de la república’, cómo masacrar y aserrar inermes ciudadanos que habían jurado defender y brindarles seguridad.

El director del partido liberal Cesar (oea) Gaviria, rechaza las declaraciones que el jefe Paramilitar hace sobre su participación directa en amplias zonas a ’boca de fusil’ en las elecciones presidenciales de 1994 (Samper), 1998 (Pastrana), 2002 y 2004 (Uribe Vélez). El jefe del partido conservador dice lo mismo, mientras Uribe Vélez y su ex embajador en Washington Pastrana callan y miden el efecto en la sociedad, de la ’verdad gota a gota’.

La falsimedia como en los sainetes no sabe si reír o llorar, se limitan a relacionar prudentemente la noticia escueta, con algunos comentarios de implicados: La soledad del Capo y el abandono que sufre de sus anteriores amigos y protectores en la línea de mando. Su sonrisa, su tranquilidad, el chaleco antibalas, la lista de delitos aceptados, su parecido con el mentón de Musolini, la responsabilidad trasferida a los muertos (¿entienden ahora porque Carlos Castaño TENIA que morir?). Ya Hitler lo había dicho: ’En nuestra guerra contra los judíos comunistas no hay civiles’. Los reinsertaditos, o águilas negras reciclados y de civil, que vinieron desde Montería a manifestar en masa su apoyo al jefe por haber ’limpiado la Costa Caribe’. La verdad como estrategia de negociación. Las preguntas que se le deben hacer al Capo Paramilitar. Todo menos la profunda relación existente entre las elecciones presidenciales hechas a boca de fusil, con las innumerables masacres de ciudadanos inermes. Es decir el profundo y oscuro vínculo entre la llamada democracia colombiana apoyada por el concierto internacional, especialmente por el gobierno de los Estados Unidos, y el largo y terrorífico genocidio oficial.

Mapiripán, el Aro, la Granja, la Gabarra, el Catatumbo, el Salado, Urrá, la Universidad de Montería, San Onofre, el Tomate, la mejor esquina, las Tangas, etc, no solo son sonoros nombres de la geografía colombiana. Son nombres de algunas de las más espantosas e inhumanas masacres realizadas por el Capo Paramilitar Mancuso y sus socios, en su larga lucha anticomunista en nuestro bello país. Son nombres que ya pasaron a la historia de Colombia y nunca podrán ser olvidadas. Nunca serán perdonadas. Y nunca habrá materialmente con qué repararlas.

El Capo Paramilitar Mancuso no ha dicho nada que ya no se supiera, o fuera denunciado incluso a nivel internacional, desde hace varios años. Simplemente está dando detalles morbosos y oscurecidos de cómo actuó. Pero esa tétrica mascarada mediática, en lugar de producir ventas de periódicos, lo que está produciendo en las conciencias de millones de ciudadanos honestos y pacíficos del mundo, es una interminable náusea, agravada por la convicción invencible de que todo quedará cubierto con el manto de la impunidad.

Sin embargo, frente a todos estos poderosos elementos adversos, a los pesimistas hay que decirles, que en esta materia hay que ir ’radicalmente’ hasta el fin. Es decir a la raíz de asunto: A la superación de esta democracia genocida y terrorista. Y que solo podremos llegar hasta allí, a darle un final civilizado a esta pesadilla que agobia hace tantos años a Colombia, mediante una fórmula elemental: Un Gran Frente Amplio con dos únicos objetivos. Uno, la renuncia de quien fuera elegido como presidente de Colombia a boca de fusil por ser de los mismos, y otro, iniciar la reconstrucción del país con una Democracia nueva, verdadera y legítima. ¡Comencemos ya¡.