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EL DRAMA GRIEGO DE LOS CUBANOS

Por: Elaine Díaz (El estornudo).

19 de febrero de 2017

Cubanos varados en Nuevo Laredo

En Nuevo Laredo, México, los cubanos esperan un milagro. Y el milagro debe concederlo el recién electo presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Quieren que se restituya la política de ‘pies secos, pies mojados’ o quieren, al menos, una amnistía para los varados, para aquellos que abandonaron Cuba antes de que el 12 de enero pasado el ex presidente Barack Obama derogara la política que permitía a los residentes de la isla ser admitidos legalmente de manera casi expedita si se presentaban en las fronteras terrestres o si lograban tocar tierra desde el mar.

La petición de los varados llegó al sitio web de la Casa Blanca el pasado 25 de enero y necesitan obtener 100.000 firmas para que la Casa Blanca se pronuncie sobre este asunto. Que responda no significa que conceda la amnistía, o que regrese la política de ‘pies secos, pies mojados’. Significa, apenas, que recibirán algo de atención. Mientras las 100.000 firmas llegan, Jovann Silva Delgado, abogado cubano residente legal en Dallas, Texas, viaja en su auto hasta Nuevo Laredo para dar asesoría legal a quienes duermen en albergues, casas de migrantes manejadas por la iglesia católica, hoteles baratos y otros sitios cerca de la frontera.

—Muchos de los varados están tratando de buscar alternativas para permanecer en el país porque el salvoconducto concedido en México, con validez por 20 días, está a punto de expirar –dice Jovann.
De acuerdo con las leyes mexicanas hay varias formas para cambiar el estatus migratorio a ‘visitante por razones humanitarias’. Entre ellas se encuentran la solicitud de asilo político, la condición de refugiado o en caso de “ser ofendido, víctima o testigo de un delito cometido en territorio nacional”. Los varados no quieren vivir en México, solo necesitan ganar tiempo para esperar por el milagro Trump. Y mientras más cerca de la frontera estén, mejor. Por eso han comenzado a solicitar, a regañadientes, las planillas para regularizar su situación migratoria.

—Casi todos han sido víctimas de crímenes por el camino: o les han pedido dinero o los han tratado de extorsionar tanto las autoridades mexicanas como el crimen organizado –dice Jovann tras hablar con más de una docena de cubanos–. Por eso les recomiendo que se acojan a esta alternativa. Sería muy difícil para ellos demostrar el estatus de refugiado o reunir los requisitos para recibir asilo político.

A Estados Unidos, por el momento, no podrán entrar. Acercarse siquiera hasta las autoridades migratorias para solicitar una entrevista de temor fundado –uno de los requisitos para iniciar un proceso de solicitud de asilo político– resulta casi imposible. “Lo que está ocurriendo en la práctica es que no los dejan pasar la entrevista. Cuando llegan los amenazan, les dicen que van a estar dos años presos”, dice Jovann. Y los cubanos desisten. Regresan a los hoteles y a las casas de migrantes a seguir esperando el milagro.

El 25 de enero, justo el mismo día en que los varados publicaron su petición en el sitio web de la Casa Blanca, Trump emitió una orden ejecutiva para “asegurar la frontera sur de los Estados Unidos mediante la construcción inmediata de un muro físico supervisado y apoyado por personal adecuado para prevenir la inmigración ilegal, la trata de personas y los actos de terrorismo”. Además, ordenaba “tomar las medidas apropiadas y asignar todos los recursos legalmente disponibles para asignar de inmediato funcionarios de asilo a los centros de detención de inmigrantes con el propósito de (…) llevar a cabo determinaciones creíbles de miedo y (…) de temor razonable de acuerdo con las regulaciones aplicables”.

El sábado 21 de enero en Nuevo Laredo había poco más de 200 varados. El pasado miércoles 25, la cifra rondaba los 300 cubanos. De ellos, once eran niños de entre seis meses y trece años. Reportes de la prensa local refieren que hoy la cifra asciende a 350 personas. La Comisión de Protección Civil y Bomberos, con sede en la ciudad, permite a los migrantes realizar llamadas telefónicas a sus familiares y el gobierno local ha ubicado a los cubanos en la casa del migrante AMAR y en el Albergue Municipal, señala el diario Hoy Laredo.

Legalmente, el gobierno mexicano podría deportar a los cubanos cuando el salvoconducto expire si no han regularizado su situación migratoria. En la frontera con Estados Unidos no se han realizado deportaciones. Sin embargo, 91 personas fueron repatriadas a Cuba desde Tapachula, Chiapas, en la frontera sur del país, el 20 de enero. Claudia Morciego, de 22 años, acababa de salir del Centro de Detención de Tapachula cuando comenzaron las deportaciones y recuerda que “eso era a suerte y verdad”.

—Los primeros 91 deportados simplemente eran escogidos y el día que nosotros entramos habían mandado a cinco muchachos para Cuba. Cuando uno de los jóvenes se resistió, los oficiales mexicanos le dieron golpes, corrientazos, lo aislaron y no pudieron llevárselo ese día. Pedía ayuda y que llegara gente de los derechos humanos. Después no se supo más de él.

El miércoles 25 de enero repatriarían a otros 70. Claudia, en ese momento, estaba a salvo de Tapachula. Pero atrás quedó mucha gente. Se estima que actualmente permanecen 400 cubanos varados en esta frontera con Guatemala. Un reporte de prensa señala que “en Panamá, el albergue de Cáritas que acoge a los cubanos ha visto aumentar el número de refugiados de 70 a más de 200”. Hay otros grupos en Turbo, Colombia, en Ecuador y en Trinidad y Tobago.

Regresar a Cuba no es una opción para casi ninguno de los entrevistados. Cuando Claudia salió de la isla, con su esposo, cursaba el último año de medicina en la Universidad de Ciencias Médicas de Camagüey. Si llega a Estados Unidos quiere ser veterinaria. Siempre le gustó más, “lo que pasa que en Cuba la veterinaria no tenía muchas opciones de trabajo”. Primero tendrá que pagar la deuda del viaje: 12.000 dólares. El viaje fueron los días para llegar a Turbo, las diez jornadas en la selva del Darién, las horas en la lancha en la que atravesó Nicaragua, los dos días “caminando por el monte” en ese país y todas las fronteras que recorrió hasta llegar a Nuevo Laredo.

A los varados solo les resta esperar.

—¿Hasta cuándo van a esperar? –pregunto.

—Todo el tiempo que sea necesario. Solamente Trump tiene la última palabra. Si nos dice “no los vamos a dejar pasar”, ahí veremos qué hacer –responde Claudia.

Por el desierto no va a cruzar, ni nadando el río Bravo.

—No creo que me dé por eso porque es muy peligroso –dice Claudia–, pero otros sí lo van a hacer porque hay mucha gente desesperada por llegar.

Si algún cubano lograra cruzar el desierto o el río Bravo quedaría indocumentado y con riesgo de deportación para siempre en Estados Unidos. La Ley de Ajuste Cubano, legislación de 1966 que aún permanece vigente, permite a los nacionales de la isla ‘ajustar’ su situación migratoria al año y un día de haber sido admitidos legalmente en territorio americano.

Maricelys Alonso, de 45 años, también va a esperar. Ya esperó hasta el 8 diciembre de 2015 para salir de Cuba. Y luego esperó a que su esposo llegara hasta Trinidad y Tobago. Los cerdos que cuidaba su esposo debían ganar el peso adecuado para poderlos vender y comprar su pasaje. Para que un cerdo en pie cueste 100 dólares debe pesar alrededor de 200 libras. La libra de cerdo en pie vale casi la mitad de la libra del cerdo muerto. Para que el cerdo en pie crezca rápido hay que comprarle pienso, que se obtiene, como casi todo en Cuba, en el mercado negro y es caro.

De Trinidad y Tobago viajaron juntos hasta Venezuela. Luego Colombia –donde los asaltaron y les quitaron el dinero que tenían–, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México. Cuando Obama derogó la política de ‘pies secos, pies mojados’, Maricelys llevaba un día fuera del Centro de Detención de Tapachula, con el salvoconducto.

—Si no puedo entrar a Estados Unidos, prefiero quedarme en México; pero solo en última instancia.

—¿Y si los deportan a Cuba?

—Tendremos que aceptarlo. Uno no emigra tan solo pensando que las cosas se van a solucionar. Lo hacemos por mejorías momentáneas. Al final, somos forasteros transitorios.

De Cuba, de México, de Estados Unidos… Da igual.