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LOS KRUPP

Por: Juan Luis Jimeno (fortune city).

25 de julio de 2009

El 20 de noviembre de 1943, el Boletín Oficial alemán publicaba un decreto firmado por Hitler que decía así: La empresa de Fried Krupp, empresa familiar desde hace ciento treinta y dos años, merece el más alto reconocimiento por sus incomparables esfuerzos para aumentar el potencial militar de Alemania.

Alfred Krupp dijo en el proceso de Nuremberg: Nosotros necesitábamos ser dirigidos por una mano fuerte y dura. Esta era la mano de Hitler Nos sentíamos satisfechos de los años que pasamos bajo su caudillaje.

La familia Krupp fue durante cuatro generaciones la principal fuente de aprovisionamiento bélico para Alemania. Uno de tantos ejemplos de esta alianza fue la petición, en 1944, de dos mil detenidos para mano de obra al comandante de Buchenwald.

Durante el quinto año de guerra, en 1944, los Krupp obtuvieron más de 110 millones de marcos en beneficios, ganados con la explotación de doscientos cincuenta mil seres humanos que trabajaban en las 81 fábricas de su consorcio. Decenas de miles murieron en los campos de concentración que rodeaban estas fábricas.

Alfred Krupp fue condenado en 1948 a doce años de prisión y a la confiscación de todos sus bienes. Liberado en 1951, a petición del canciller Adenauer, se le devolvió todo su patrimonio.

Krupp era el símbolo de la complicidad entre el gran capital y el ascendente nazi-fascismo alemán. Hay otros: IG-Farben, Flick, Thyssen, AEG, Siemens, Haniel, Banco Alemán, Banco de Dresde, Banco de Comercio.

Fritz Thyssen recordaba en un libro escrito en 1941 que los grandes nombres de la industria pesada decidieron financiar el NSDAP a raíz de un discurso de Hitler en Düsseldorf el 27 de enero de 1932. Friedrick Flick, de la gran industria y la alta banca, financiaba desde 1933 los grupos de la S.S. y la SA. El y otros industriales se aprovecharon de la persecución contra los judíos para apoderarse de sus empresas.

Desde 1933 se volcaron en la preparación industrial de una nueva guerra de agresión. Los grandes monopolios establecieron una amplia programación para saquear las empresas de los territorios conquistados, incluso antes de ser ocupados.

Más de veinte millones de personas resultaron encarceladas y deportadas para hacerlas trabajar como esclavos. El tributo de Polonia y la Unión Soviética fue inmenso.

Desde que la WVHA se hizo cargo de la administración de los campos, millares de judíos, sacerdotes, médicos e intelectuales polacos fueron mandados a Stutthof (Gdansk), Majdanek (Lublin) y Auschwitz-Birkenau, bien para ser gaseados inmediatamente siguiendo el programa de la solución final, o bien como trabajadores forzados.

Hitler declaró el 2 de octubre de 1940 que los polacos no tenían otro dueño que el pueblo alemán. La cultura, el espíritu y la fe del pueblo polaco tenían que ser destruidos. De quince a veinte mil polacos partieron hacia Maidanek en enero de 1943. Después de ser aplastada la insurrección de Varsovia, cerca de sesenta mil de sus habitantes, entre ellos muchos niños menores de ocho años, fueron enviados a Auschwitz. Hasta octubre de 1944, las cámaras de gas de Birkenau todavía funcionaban a pleno rendimiento.

En total fueron exterminados unos cuatro millones y medio de soviéticos civiles, en los campos de exterminio nazis, en sus kommandos de trabajo o en los ghettos judíos o en los penosos viajes hacia la deportación.

El 4 de septiembre de 1942, el Führer dio la orden de enviar inmediatamente alrededor de medio millón de mujeres ucranianas para el trabajo doméstico y un millón de obreros suplementarios. El 18 de noviembre de este mismo año se ordenó que todos los ciudadanos soviéticos que habitaban en zonas de amplia actividad partisana y aptos para el trabajo fueran enviados a Alemania como mano de obra.

En la región de Smolensk, por ejemplo, en un solo mes (diciembre de 1942) se contabilizaron 134.478 victimas, un tercio de ellas ejecutadas sobre la marcha, y el resto, deportadas para ser exterminadas mediante el trabajo.

Los grandes empresarios utilizaron conscientemente esta mano de obra esclava, aunque sabían que iban en contra del articulo 13 de la Convención de Ginebra. Representantes de consorcios como la Siemens, IG-Farbe Industrie, Portland-Zement Bankhaus Silein, formaban parte del Circulo de Amigos del Reichsführer SS, y cada año le entregaban más de un millón de marcos para servicios especiales.

En total, 130 personas de la industria pesada y ligera se sirvieron de la mano de obra concentracionaria. Pagaban de tres a seis marcos diarios por persona, y esta cantidad iba directamente a manos de los SS los cuales sólo gastaban unos 35 pfenings al día por cada prisionero.

En los laboratorios IG-Farben se elaboraba el temible gas Cyclon B, utilizado en las cámaras para asesinar a millones de seres humanos inocentes. Los IU-Farben crearon los kommandos de Buna, Leuna y Monowitz en Auschwitz, controlaron la mortalidad y enviaron a Birkenau a los detenidos que no eran productivos para que los exterminaran.

Sólo en la fábrica de Buna, treinta mil prisioneros trabajaron para los IG Farben, de los que perecieron alrededor de veinte mil.

El aprovechamiento económico y la planificación exterminadora estaban, desde 1942, estrechamente vinculados. El 21 de junio de 1943, Himmler ordenó que todos los judíos todavía disponibles en los ghettos del este sean reunidos en los campos de concentracion.

Delante mismo de las cámaras de gas se efectuaba la selección con el fin de recuperar a los más válidos para el trabajo antes de serles aplicada la solución final? En la gran mayoría de los casos, la muerte sólo era aplazada en unas cuantas semanas o un par de meses.

Tampoco se puede ignorar la gran rentabilidad económica que la deportación en si misma otorgaba a los SS. Se comerciaba con los cadáveres, con el cabello o con la grasa humana destinada a la elaboración de jabón. Unicamente el campo de Auschwitz vendió 60 toneladas de cabellos a la firma Alex Zink. productora de filtro.

Los huesos calcinados se destinaban a la fabricación de superfosfatos. Una organización especial SS, llamada Acción Reinhard, obtuvo inmensos beneficios con la apropiación de joyas, dientes de oro y aquellos objetos que podían ser comercializados.

De este modo, incluso después de muertos, las victimas de la deportación constituían una inagotable fuente de riqueza para la Alemania nazi.