3 de noviembre de 2024

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HUMALA GORILIZA EL PERU

Por: Gabriel Adrián.

22 de enero de 2015

Dos milicos en el gobierno peruano, hacen la diferencia: en la Presidencia de la República Ollanta Humala, alias Capitán Carlos, héroe de Madre Mia, donde secuestraba y torturaba por cuenta de Fujimori y Montesinos. En el ministerio del interior Daniel Urresti, héroe del Cuartel Cabitos, experto en secuestros y desapariciones, también durante el fujimorismo.

Estos dos militares, no hacen si no acentuar el proceso de gorilización del Estado peruano. Los resultados son obvios. Ahora, la fiscalía anti-terrorismo y la Dirección Nacional contra el Terrorismo (DINCOTE) están investigando la obra teatral “La Cautiva” por apología al terrorismo. Los macartistas del corrupto estado peruano dicen que en esta obra se presentan cánticos y lemas del Partido Comunista del Perú, más conocido como Sendero Luminoso y que esto se adecuaría al tipo de apología del terrorismo. El Estado peruano quiere arremeter contra cuaquier expresión cultural y artística que se pueda considerar subversiva al orden imperante. Urresti y co. pretende revivir la política nazi que declaraba el arte que no respondia al régimen hitleriano como “Entartete Kunst” (Arte Degenerado).

La obra “La Cautiva” del dramaturgo Luis León y que es dirigida Chela de Ferrari ha contado con el asesoramiento del Grupo Teatral Yuyachkani. La obra trata de una adolescente de 14 años, cuyos padres senderistas han sido asesinados por los militares; ella misma es también asesinada posteriormente por la soldatesca. Posteriormente, un grupo de soldados viola el cadaver de la adolescente. Esta trama se basa en un testimonio recogido por la Comisión de la Verdad que hace referencia a un hecho real. En la obra se reproducen cánticos y lemas de Sendero Luminoso.

Tanto la fiscalía anti-terrorismo como la DINCOTE han declarado que la obra representa apología de terrorismo por glorifica la lucha armada dirigida por los maoístas a través de los cánticos y lemas. Sobretodo, presenta una imagen negativa de las Fuerzas Armadas denunciando “la violación sistemática de derechos humanos” cometidos por las mismas. Nada más tirado de los cabellos. Está documentado hasta la saciedad que las Fuerzas Armadas y Policiales llevaron una guerra de exterminio contra Sendero Luminoso cometiendo todo tipo de masacres, innumerables asesinatos, y desapariciones. Incluso la Comisión de la Verdad, que ha pretendido dismunuir las violaciones de derechos humanos de las Fuerzas Armas y Policía, afirma que las fuerzas del orden ha sido responsables del 37% de las muertes en el marco de la guerra interna. En un reportaje del programa “Panorama” de Canal 5 se devela un aspecto más grotesco de la investigación; se cita el expediente de investigación de la DINCOTE refiriendo que en la obra “se hace entrever poderes, opresión y explotación”. Este pasaje pinta de cuerpo entero la política del interior del Estado peruano, denunciar la injusticia y la explotación es plausible de ser considerado apología del terrorismo por la policía y fiscalías peruanas.

El informe de la DINCOTE sobre la obra evidencia, a su vez, el nivel educativo y de formación de la policía antiterrorista. Así como hoy se califica esta obra de apologética del terrorismo, durante la época de la guerra interna, cientos de personas fueron perseguidas, asesinadas, desparecidas o encarceladas por ser tan sólo sospechosa de ser terrorista. De esta manera, muchas personas que nada tenían que ver con Sendero Luminoso fueron víctimas de las Fuerzas Armadas y policiales. En aquella época, cualquiera que no apoyase la politica antisubversiva del Estado era plausible de ser perseguido por terrorista.

Por la demás, en la obra “La Cautiva” no se hace apología de Sendero Luminoso. Es más, la obra critica a la guerrilla maoísta porque reproduce el discurso de la Comisión de la Verdad según el cual el pueblo, el campesinado se encontraba entre dos frentes, entre Sendero y las Fuerzas Armadas. Es el discurso que presenta a campesinos y obreros que estuvieron inmersos en la dinámica de la guerra interna como simples borregos u obligados por uno u otro bando. No se puede negar que esta situación, la de la “población entre dos fuegos”, se dió en ciertos momentos y espacios pero no fue la dinámica dominante del conflicto. A través de este discurso se pretende negar que parte importante de la población, sobretodo campesinos y pobladores de asentamientos humanos, apoyó a la guerrilla maoísta. Este discurso cimienta el racismo de la sociedad peruana porque hace aparecer a campesinos y obreros como ignorantes, incapaces de tomar el destino en sus manos como sujetos políticos.

Aquí cabe referirse al grupo Yuyachkani que es y siempre fue un traficante del arte popular. Se apropió de formas artísticas de los andes peruanos para desarrollar y vender un producto de agrado a las cómodas galerías barranquinas, léase caviares par excellence. ¿Qué hizo Yuyachkani cuando torturaban, encarcelabana desaparecían y asesinaban a gente de teatro e intelectuales; cuando las fuerzas armadas y policiales cometían masacres en pueblos andinos? ¿Dónde estan sus comunicados, sus muestras de solidaridad? ¿Iban acaso a poner sus obras a asentamientos humanos y comunidades campesinas denunciando los asesinatos y torturas cometidas por milicos y policías? Porsupuesto que no hicieron nada de esto porque sus espacios eran los caviares y los festivales de teatro internacionales. Ahí se vendían como comprometidos con “la lucha de nuestro pueblo” y llenaban sus bolsillos con donaciones de fundaciones internacionales.

La fiscalía anti-terrorismo y la DINCOTE bajo la batuta del Ministro del Interior, Urresti, quieren continuar con la persecusión contra toda manifestación que critique la guerra genocida que llevaron a cabo las fuerzas armadas y policiales contra los grupos alzados en arma. Se trata de asustar a todos para que no se atrevan a poner en duda nuestras “fuerzas del orden”, expertas en asesinatos, torturas y despariciones. Pero se trata también de acentuar la política del miedo entre los que se atrevan protestar. Urresti, Galindo y co. no sólo embisten contra “La Cautiva”, una exhibición de pinturas de presos políticos o el MOVADEF. De igual manera, Urresti hacer controles individuales a los jóvenes manifestantes contra la ley laboral. Los cancerberos del Estado y del gran empresariado chupasangre quieren acentuar el régimen del miedo y, de esta manera, contrarrestar la protesta popular.

Hay una viva discusión en las redes virtuales al respecto. Algunos lúcidos tardíos sostienen que habría que defender al MOVADEF y a la reciente atacada exposición de arte vinculada al mismo en la defensa de la libertad de expresión. Eso es justamente lo que cabe a ciudadanos que se reputan progresistas y democráticos. Desde el fin de la guerra interna hacia fines de los 90, el Estado ha usado la lucha anti-subversiva como un pretexto para continuar violando derechos humanos y libertades de todo orden, a la vida, la integridad personal, la libertad de expresión y de asociación política. Triste es el caso peruano porque la llamada sociedad civil reconocida, léase organismos de derechos humanos, no es democrática y menos combativa. En vez de criticar cualquier arremetida del Estado peruano contra derechos fundamentales, los organismos de DDHH se ponen a la cola del Humalismo fascistoide apoyan la prohibición del MOVADEF o quedándose callados cuando presos que han cumplido su condena como Osmán Morote no son puestos en libertad violando todo principio de un estado derecho. Lo que le corresponde a un organismo de DDHH es denunciar con encono estos ataques contra principios fundamentales de un estado democrático-liberal.

Lo más probable es que la investigación sea archivada. Las hienas de la DINCOTE saben muy bien que tanto el director como los actores están a millas luz de ser considerados subversivos. Pero que pasa cuando un grupo cultural de un asentamiento humano, comunidad campesina o universidad nacional presenta una obra que puede ser considerada para los esbirros de la DINCOTE como apología del terrorismo. Lo más probable es que se efectúen capturas inmediatas y hasta torturas. Esa es la desgracia en nuestro país de no pertenecer a las clases dominantes o servirlas. De ahí la imperiosa necesidad de luchar indesmayablemente contra la fascistización del Estado peruano.