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LUCANAMARCA: DESINFORMACION Y REALIDAD
Por: Gabriel Adrián.
El 5 de abril de 1983 un contigente armado del Partido Comunista del Perú, conocido como Sendero Luminoso, realizó un ataque a la comunidad de Lucanamarca, Ayacucho. Como consecuencia del ataque sesenta y nueve personas fueron muertas, ancianos y niños entre las mismas. Lucanamarca es presentada por la clase política oficial peruana, Comisión de la Verdad incluida, y los grandes medios de comunicación como expresión de la crueldad que habría caracterizado a la guerrilla maoísta. Un revisión de los hechos demuestra, sin embargo, que lo que se dió en Lucanamarca fue un hecho militar en una cruenta guerra en la que el Estado peruano utilzaba las masacres, asesinatos, desapariciones y torturas como pilares de su estrategia contrainsurgente y en la que Sendero Luminoso cometió graves errores estratégicos que lo llevaron a su derrota.
En el discurso dominante se omite que lo que se dió en Lucanamarca fue una respuesta militar a un hecho militar. La misma Comisión de la Verdad da fe que la comunidad de Lucanamarca se había convertido en un Comité Popular de Sendero Luminoso. Pobladores de la comunidad habían sido nombrados por la guerrilla como los nuevos jefes de la comunidad. Cuando la mayoría de comuneros no quiere continuar apoyando o tolerando a Sendero Luminoso en su comunidad deciden dar muerte a los comuneros mandos de Sendero Luminoso. Como repuesta a esta acción, la guerrilla maoísta decide un ataque militar a Lucanamarca. El Comité Central dió la directiva de actuar con la máxima severidad para demostrar a las comunidades campesinas que no deberían oponerse a las fuerzas revolucionarias. Por esa época, el Ejército y la Marina estaban organizando a comunidades campesinas para enfrentar a Sendero Luminoso denominándolos rondas campesinas. De esta manera, las Fuerzas Armadas implementaban la vieja táctica de enfrentar masas contra masas como ya lo habían los yanquis en Vietnam y las fuerzas reaccionarias en Nicaragua, Guatemala y después en Colombia.
Aún cuando Abimael Guzmán reconoció años después que había sido un exceso, desde la perspectiva de la lucha de Sendero Luminoso, el ataque a Lucanamarca evidencia una serie de problemas de orden político y militar de la guerrilla maoísta. Primero, la proporcionalidad de las acciones. La acción militar de Lucanamarca no se hallaba en proporción con los hechos que habían dado lugar a la misma. Aún cuando en toda guerra es sumamente complicado dar una repuesta militar proporcional a un ataque del enemigo, una organización revolucionaria debe tender a minimizar las muertes de personas no involucradas directamente en el conflicto o que según el Derecho Internacional Humanitario se encuentran protegidas. Aquí se debe resaltar, sin embargo, que el Estado peruano nunca reconoció a Sendero Luminoso como fuerza beligerante y, por lo tanto, nunca se acogió al Derecho Internacional Humanitario.
Segundo, el problema de los mandos en Sendero Luminoso. Como consecuencia del crecimiento explosivo de la guerrilla, militantes sin mayor experiencia y formación política asumieron muy pronto cargos de responsabilidad que no podían desempeñar con eficiencia . En las épocas de la guerra interna, Sendero Luminoso respondía a estas crítica afirmando que “eran necesidades de la guerra” y que “la guerra iría forjando a los mandos”. Dos afirmaciones quizás racionales en un contexto de guerra; pero este fue definitivamente uno de los factores para la derrota de la guerrilla maoísta.
Tercero, la relación de la guerrilla con las comunidades campesinas. Sendero Luminoso tuvo grandes problemas en su trabajo con comunidades campesinas. Las más conocidas críticas que se la hace a la guerrilla son que esta les prohibía a las comunidades vender sus productos en mercados regionales, que las obligaba a la autosubsistencia y que las exponía a las arremetidas crimimales de las Fuerzas Armadas y policiales dejándolas sin protección. Estas críticas exponen sólo una parte de una línea de trabajo errónea con comunidades campesinas. Sendero Luminoso no supo manejar un trabajo de base de larga duración con comunidades campesinas. Esto tuvo como consecuencia, por ejemplo, que muchas comunidades que en un principio habían apoyado a la guerrilla después de un tiempo les diera la espalda y se sumen a las rondas campesinas, fuerzas paramilitares. Aquí hay que resaltar que no hay una explicación monocausal para la relación entre Sendero Luminoso y las comunidades campesinas; esta tuvo formas muy variadas y estuvo determinada por el trabajo de base de la guerrilla en la región, por la experiencia de los mandos guerrilleros, con del desarrollo y duración del conflicto, con la ubicación de la comunidad en las relaciones de propiedad y dominación a nivel local y, fundamentalmente, por la correlación de fuerzas militares en el campo.
En este contexto hay que resaltar, sin embargo, tres aspectos fundamentales que son omitidos o tergiversados en los discursos oficiales respecto a Lucanamarca. En primer lugar, el caso de Lucanamarca les sirve a políticos, periodistas e investigadores de derecha para presentar a Sendero Luminoso como una máquina de matar y oprimir campesinos. Lo cierto es que la mayoría de senderistas que reailzaron la acción de Lucamarca eran también campesinos quechuahablantes, incluso algunos eran miembros de la comunidad de Lucanamarca. En segundo lugar, después de reconocer los excesos cometidos en Lucanamarca, el Comité Central de Sendero Luminoso dió directivas a sus militantes para que sean más prudentes en sus incursiones tratando de evitar excesos. Esto marcó un giro en el accionar militar de Sendero Luminoso.
En tercer lugar,el papel que jugaron conflictos de intereses o enemistades entre comunidades campesinas o dentro de una misma comunidad. Aun cuando algunos investigadores e incluso la Comisión de la Verdad mencionan este aspecto, no es parte importante de la historiografría oficial de la guerra interna. En los andes peruanos muchas comunidades tienen intereses de conflictos por acceso a tierras, pastizales o al agua. Esto lleva, en muchos casos, a que comunidades se hallen enemistades por décadas o incluso por centurias.
En muchas oportunidades, si una comunidad apoyaba a la guerrilla maoísta era muy probable que la comunidad enemistada apoyase a militares y policías y se organizara como rondas campesina. Este fenómeno se dió con mucho mayor frecuencia de lo que se supone y fue un factor fundamental para determinar la correlación de fuerzas en el campo que al final se inclinaron por las fuerzas del Estado peruano. Los ajustes de cuenta dentro de una comunidad se expresaron también en la guerra interna. Lucanamarca no estuvo excenta de este fenómeno.
Aquí cabe enfatizar como funcionan los discursos en la creación de víctimas y perpetradores, de buenos y malos. Si uno revisa el informe la Comisión de la Verdad cuando se encuentran referencias a acciones de la guerrilla maoísta casi siempre se hallan expresiones como “Sendero asesinó, masacró campesinos”; aun cuando estos campesinos hallan sido ronderos paramilitares. Cuando se trata del accionar de militares y policías abundan expresiones como “el ejército o la policía eliminaron o ejecutaron a terroristas, senderistas”; aun cuando este probado que estos civiles hayan sido senderistas. El lenguaje es fundamental en la formación de símbolos que van orientar juicios de valor. De la que se trata es de presentar a la guerrilla como criminales y a militares y policías como funcionarios que cumplían su función “eliminando, ejecutando terroristas”.
De igual manera, críticas que en muchas oportunidades se le hace a Sendero Luminoso respecto a su falta de respeto de derechos humanos ignora que lo que se dió en el Perú fue una guerra. En una guerra las partes beligerantes actúan de acuerdo a la lógica de guerra, es decir, de preservar las propias fuerzas y de aniquilar las del enemigo. Alguien critica, por ejemplo, que el ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial sancionara la deserción con el fusilamiento. La guerra lleva, asimismo, a acciones barbáricas. Por ejemplo, cuando el Ejército Rojo invadía Alemania hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, se dieron violaciones a mujeres alemanas por parte de soldados soviéticos. En algunos casos los violadores fueron ejecutados por sus mandos soviéticos, en la mayoría no. Cuando historiadores progresistas analizan este hecho recuerdan que los alemanes fueron cruentos en su incursión en la Unión Soviética; 20 millones de soviéticos perdieron la vida a causa de la marcha nazi; casi todos los soldados soviéticos habían perdido a algún familiar cercano. Según crónicas de guerra, habían casos en que los alemanes, cuando arrasaban un pueblo, mataban a los adultos y al final clavaban a los niños por la manos en las paredes, dejándolos morirse de hambre y frío. Aquí no se trata de justificar aquellas violaciones por parte de soldados soviéticos, por demás deleznables, sino de mostrar lo cruento de una guerra y de como hechos van ser analizados y presentados por clases y grupos dominantes para de una u otra manera para acuñar las imagénes de los “buenos” y los “malos”.
Lucanamarca se han convertido en el caballito de batalla del Estado peruano, de la clase política dominante y su prensa e intelectuales serviles para escribir la historia oficial de la guerra interna que pretende negar que la lucha contrainsurgente del Estado peruano se basaba en masacres, torturas, despariciones y asesinatos. Lucanamarca está en boca de políticos, periodistas, senderólogos y seudo defensores de derechos humanos cuando se trata de demonizar a la guerrilla maoísta. Todos repiten como un estribillo “Lucamarca”. Si tendría que referirse a masacres perpretadas por el Estado peruano la lista les quedaría corta: Accomarca, Soccos, Putis, Base Militar Cabitos, Madre Mía, las masacres de las cárceles de Lurigancho (1985, 1986) y El Frontón y Santa Bárbara (1986) y Canto Grande (1992) y cientas más.
En Lucanamarca se ha construido un museo, se ha erigido un monumento a la memoria y, quizás lo más importante, es el único lugar histórico para la guerra interna que ha sido visitado por 3 presidentes de la República, por Toledo, García y Humala. ¿Cuando han visitado Soccos o Madre Mía? ¿Cuándo han pedido perdón por las masacres cometidas por militares, policías y ronderos paramilitares? ¿Cuántas de las miles de víctimas de los militares, policías y ronderos han sido indemnizadas por el Estado peruano?
Las mal autdenominadas organizaciones de derechos humanos se suman a esta campaña del falseamiento de la historia de la guerra. La Comisión de Derechos Humanos (COMISEDH) tiene una oficina en Lucanamarca la que cuenta con una biblioteca. Aquí cabe preguntarse si el COMISEDH ha puesto el mismo encono para mantener viva la memoria de las masacres de los agentes estatales y paramilitares y para hacer respetar los derechos de las víctimas de los mismos. La respuesta es un contundente no. De esta manera, Lucanamarca y sus muertos son instrumentalizados por el Estado peruano, las clases políticas dominantes, su prensa e intelectuales serviles incluidos, para tratar de escribir una historia de la guerra interna del olvido y del falseamiento de los hechos.