3 de noviembre de 2024

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PERÚ: ¿GUERRILLEROS O BANDOLEROS?

Por: Luis Arce Borja.

17 de abril de 2012

La guerrilla de Sendero Luminoso, antes de la traición de sus dirigentes en 1993, atacaba los grupos de poder. Buscaba el apoyo del pueblo para luchar contra la mafia del Estado. Su combate era contra las hordas militares y los paramilitares. Ahora los retazos de Sendero Luminoso ya no significan ningún peligro ideológico, militar y político contra el Estado. Su actividad se confunde entre el bandolerismo y acciones coordinadas con el gobierno y las fuerzas armadas.

Así hace algunas semanas Sendero secuestró a 40 trabajadores, no para salvarlos de la explotación y la miseria, sino más bien para facilitar la militarización del Perú y preparar la ofensiva represiva que el gobierno de Ollanta Humala alista para someter la creciente protesta popular, en particular en las regiones mineras como en Cajamarca. Ningún grupo revolucionario atenta contra los trabajadores. Los blancos de la acción guerrillera son los enemigos del pueblo, y aquellos que abiertamente o en forma oculta sirven a los intereses de los grupos de poder y el imperialismo. Una organización revolucionaria no puede cumplir su objetivo estratégico de liberación atacando al pueblo, y menos a los trabajadores.

El 9 de abril una “columna de Sendero Luminoso” secuestró a 40 obreros del consorcio Camisea, una transnacional que explota en el Cusco una gigantesca mina de gas. (el mismo día del secuestro fueron liberados 4 de los rehenes). El consorcio Camisea es de propiedad del grupo Pluspetrol una de las mas grandes empresas productora de petróleo y gas de los Estados Unidos. Esta transnacional tiene ramificaciones en Argentina, Bolivia, Venezuela, Chile Colombia y en el África El ataque de los “guerrilleros” fue en el distrito de Echarate (La Convención) y como dijo la policía peruana en la acción participaron 60 “guerrilleros” encapuchados divididos en dos columnas.

El sábado 14 de abril (después de 6 días de cautiverios) los 36 trabajadores en manos de los “senderistas” fueron liberados voluntariamente por su captores. Caminando libremente llegaron a las 11 de la mañana al pueblo de Chuanquiri (Cusco). Uno de los trabajadores dijo: “Nosotros hemos caminado desde las tres y media de la mañana (…) Nosotros fuimos liberados voluntariamente, no queremos que las Fuerzas Armadas digan otra historia”. Si el gobierno pagó o no los 10 millones de dólares como rescate que exigían los secuestradores, es por el momento una historia controvertida que nadie conoce a ciencia cierta. El saldo de esta acción fue la muerte de tres miembros de la Dirección de Operaciones Especiales (Diroes) y dos secuestradores que fueron muertos en un enfrentamiento posterior a la liberación.

El mismo día de la libertad de los trabajadores, Ollanta Humala desde Cartagena (Colombia) manifestó en tono triunfante: “lo importante es que hoy hemos ganado, ha sido una operación impecable, en la cual se ha logrado rescatar a costo cero, sin ningún tipo de negociación, porque no lo hemos permitido”. Las operaciones de rescate, dijo, “han dejado nuevos héroes. Manifestando que el “PUEBLO PERUANO DEBE AHORA REFORZAR SU CONFIANZA EN LOS MILITARES Y POLICÍAS que, pese a los problemas que atraviesan, son capaces de obtener logros importantes ante situaciones de emergencia como las vividas con este secuestro”.

De esta manera, el actual presidente peruano, que ya tiene varios ciudadanos asesinados a su cuenta aparece como una replica de los héroes de la época de Alberto Fujimori. En lo que va del periodo del gobierno Ollanta Humala las fuerzas policiales están actuando de la misma forma que lo hicieron durante los más violentos regimenes anteriores. En diciembre pasado en cañete (sur del Perú) la policía mato a un poblador cuando este manifestaba contra el gobierno. El 14 de marzo en Madre de Dios las fuerzas represivas por orden del gobierno reprimieron una manifestación en la que murieron 3 manifestantes. El mismo mes de marzo, en Sechura (norte del país), fueron asesinados dos pobladores que manifestaban contra el gobierno.

El 14 de abril Humala llegó a Lima desde Colombia. Se puso su uniforme de comando militar y con un sequito de altos militares se dirigió al lugar de la acción senderista (Cusco). Desde ahí anuncio que el operativo militar-policial “Libertad” prosigue en su segunda etapa, la cual implica la captura y entrega a la justicia de los “narcoterroristas” que secuestraron a los 36 trabajadores del Consorcio Camisea. El presidente peruano aprovechó el momento para acusar a los anteriores gobiernos de haber tenido la mano blanda contra la subversión. Dijo también que su gobierno no permitirá la vigencia de “ideologías insanas. “En el Perú no aceptamos chantajes de nadie; y menos de criminales terroristas y secuestradores”, advirtió.

En el circo triunfalista del gobierno, participaron todos los grupos políticos de la derecha y la “izquierda”. No hubo un solo partido del medio oficial que se quedara sin elogiar al presidente y a las fuerzas armadas. Hasta el reaccionario cardenal Luis Cipriani, utilizo su homilía radial para manifestar su apoyo y reconocimiento a la Policía y las Fuerzas Armadas, pidiendo “orar por los valerosos policías que han arriesgado su vida a fin de lograr la liberación de los secuestrados”. El cardenal, aprovecho el “triunfo militar contra el terrorismo”, para defender a los militares criminales del comando Chavin de Huantar (los asesinos de los militantes capturados del MRTA en abril de 1997). Cipriani, dijo que era “inaceptable” que se haya querido “ensuciar” con juicios y demandas la acción heroica que significó la liberación de los rehenes de la Embajada de Japón”.

¿Quién gana con la “acción guerrillera”?.

Ollanta Humala desde el inicio de su gobierno ha optado por la militarización del país. Sigue el ejemplo de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. No es casual que tanto el actual presidente de la Republica así como su primer ministro provengan de las corruptas fuerzas armadas. El plan de Ollanta Humala, es semejante al gobierno fujimorista, cogobernar con las fuerzas armadas. En este objetivo la imposición de una dictadura civil-militar avanza a la misma velocidad que las explosiones y protestas sociales. El gobierno defiende ciegamente los intereses de las grandes transnacionales, sobre todo aquellas instaladas en regiones estratégicas de extracción de minerales.

Para la militarización del país resulta importantísimo la “acción” fabricada o no, de una guerrilla que no es ningún peligro para el Estado, pero que si sirve para fabricar héroes en las fuerzas armadas y fuerzas policiales. Esa guerrilla de cartón, negociadora, vandálica, sin ningún plan ni estrategia de poder, será el elemento justificador de leyes de excepción (regiones de emergencia bajo autoridad militar), militarización de las movilizaciones populares, diabolización de los dirigentes sindicales y populares opositores del gobierno, y aumento del presupuesto (millonario gasto del Estado) para los gastos de las fuerzas armadas. Un ejemplo de avanzada en la militarización de la protesta popular es el actual conflicto del pueblo de Cajamarca contra la transnacional Yanacocha (norteamericana). Este pueblo está luchando contra el proyecto Conga de explotación de oro cuyo resultado depredador será la exterminación de fuentes de agua vitales para la población, la agricultura y la ganadería. Para preparar una ofensiva represiva contra el pueblo de Cajamarca, Ollanta Humala Humala acaba de trasladar a Cajamarca más de 1,500 soldados y policías. Junto a ello, la prensa peruana ha lanzado una campaña de desinformación y manipulación contra los dirigentes de estas movilizaciones. Ellos son presentados como “infiltrados subversivos”, “terroristas” y “anti democráticos”.

En otro rubro político donde gana el gobierno con la acción de la guerrilla bandolera es en la renovación de la imagen de las fuerzas armadas. Por ello no ha sido casual que el mismo Ollanta Humala, no haya dejado de hablar de los héroes y valerosos militares y policías que han rescatado con el sacrificio de sus vidas a los 36 trabajadores secuestrados por Sendero Luminoso. Como se conoce los trabajadores fueron liberados voluntariamente por su captores. Así, se pretende entregar una nueva y renovada cara exterior de los militares. Hay que recordar que durante 1990-2000 las fuerzas armadas cogobernaron con el mafioso y criminal Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos (ambos en prisión). En este periodo los militares cometieron los más abominables crímenes contra la población, se implicaron en inmensos robos, en contrabando, en coimas y en el narcotráfico internacional. Ello hizo que el pueblo sienta temor, odio y desprecio por todo aquel que portara un uniforme militar.

Si en verdad existiera en Perú un grupo armado revolucionario, fuerte, vigoroso y de clara línea estratégica de poder, las cosas ocurrirían de diferentes maneras. La lucha armada seria para debilitar al gobierno de turno y no para contribuir en sus planes reaccionarios y antipopulares. Una guerrilla revolucionaria, tiene la obligación de ejecutar sus acciones militares en función del poder y ello se desarrolla en combinación con tareas para ganar las masas populares, principalmente los asalariados. Una guerrilla que hace “acciones militares” para la filmación de programas televisivos, radiales o de la prensa escrita o para suplicar un acuerdo de paz con el Estado, es simplemente, una guerrilla de pobres diablos, una caricatura de revolucionarios.