7 de octubre de 2023

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Perú en un callejón sin salida.

CRISIS, DECADENCIA Y ELECCIÓN DE ALAN GARCÍA PÉREZ.

Por: Luis Arce Borja.

1ro de julio de 2006

No basta anunciar con trompetas que con el triunfo electoral de Alan García Pérez, se reeditan los grupos paramilitares, se extenderá la represión contra los trabajadores, y que caerá sobre el pueblo las sietes plagas y todas las maldiciones conocidas. Eso es indiscutible, y repetirlo sin ningún tipo de reflexión, resulta quejumbroso, es como se dice una verdad de Perogrullo. Tiende a ser subjetivo y conlleva a adoptar una posición fatalista de la política peruana. Lo fundamental es analizar las causas y factores principales que contribuyeron a que este personaje, responsable de cientos de asesinatos de campesinos, de prisioneros de guerra, y que salió huyendo del Perú como un vulgar delincuente común, regresará después de 16 años triunfante y que haya obtenido cerca de 7 millones de votos en las electores pasadas.

¿Qué explicación hay en este hecho político?.

El triunfo electoral de Alan García Pérez, vale decirlo con claridad, es el resultado del colapso de la sociedad oficial peruana. Diríamos es un producto directo del proceso de crisis y descomposición de la sociedad y del Estado. Este hecho no es casual, ni se relaciona simplemente a cuestiones de técnicas electorales, al carisma del candidato, a los recursos en la propaganda o como erróneamente dicen algunos, al “atraso político de las masas”. Si se toma este hecho en forma unilateral, sin relación con los hechos que la han propiciado y al margen de las condiciones históricas-políticas del Perú, fracasará cualquier análisis coherente en relación al periodo que atraviesa la sociedad peruana, y sobre todo no habrá una explicación que valga la pena respecto al regreso al poder del APRA cuya esencia es el reaccionarismo pro imperialista y donde no hay sitio para reformas ni acciones democráticas.

La crisis de la sociedad peruana es antigua, y como ya lo hemos mencionado alguna vez, tiene sus orígenes en la ilegitimidad de las clases sociales (terratenientes y burgueses) que desde el nacimiento de la Republica en 1821 actúan en el poder, no como gobernantes de un Estado democrático, sino más bien como bandas de delincuentes que funcionan al margen de cualquier norma ética, moral e ideológica, incluso las impuestas por la burguesía en el siglo XVIII. Este es uno de los problemas históricos del pueblo peruano, y sus secuelas políticas-sociales se agravan cada vez mas, en cuyo terreno, han germinado sátrapas, políticos de pacotilla, intelectuales sin ninguna valor, y partidos políticos mercenarizados. Alberto Fujimori (1990-2000), Alejandro Toledo (2001-2006) y ahora Alan García, constituyen, sin ninguna duda, expresión directa y actualizada del desarrollo de esta crisis, que surgen de la bancarrota histórica de los partidos políticos oficiales, tanto de derecha e izquierda.

Una particularidad especial de esta crisis es el carácter inmutable del aparato jurídico-administrativo que define la estructura de poder. Aquí las viejas instituciones, y la ilegalidad de las leyes que fundamentan el sistema político y el Estado son invariables desde hace más de 150 años. En teoría este ordenamiento jurídico se presenta como moderno, pero en la práctica sirve para legitimizar regimenes autocráticos y militares, cuya sustento económico son viejas formas de explotación semifeudal y semicolonial. En este aparato jurídico legal, no existe el problema social en relación al ciudadano y sus derechos individuales tales como el derecho al trabajo, a una vida digna y a vivir bajo un sistema democrático. Las leyes no se hacen mirando el provenir de la nación, sino mas bien en beneficio de grupos, individuos y de grandes transnacionales. Aquí el fin es lucro, la codicia y el enriquecimiento inmediato, y para ello se usa el Estado y los bienes públicos.

Todo esta estructurado y legalizado para que la constitución, el poder judicial y sobre todo el sistema electoral permitan que delincuentes, criminales, proxenetas, y cualquier personaje de los bajos fondos se irrogue el derecho a postular a la presidencia de la Republica, al parlamento, al municipio y cualquier otra institución del Estado. Esta situación se evidencia por ejemplo en la forma en que esta diseñado el parlamentarismo peruano, que en este caso, no es solamente un instrumento de manipulación de la conciencia política de las masas, sino que es en la practica un montaje fuera de la ley que se adjudica para el advenimiento al poder de individuos adversos a la ética y la moral política, y que buscan el poder de la misma forma que el malandrín escoge a su victima en la esquina de la calle. La naturaleza de las leyes peruanas permitió que en 1990 Fujimori, acusado de estar a la cabeza de una empresa inmobiliaria que traficaba con ventas de casas fuera candidato electoral y después presidente por 10 años del Perú. El mismo beneficio de estas seudos leyes ha servido para encumbrar en el poder a Toledo y ahora a García Pérez, que como se conoce tiene varios juicios penales pendientes en tribunales internacionales.

En cualquier país medianamente civilizado, tanto Alan García Pérez como Ollanta Humala, ambos acusados por crímenes de guerra, secuestros, torturas, violación a los derechos humanos, y otros graves delitos, no solo hubieran estado impedidos penalmente de ser candidatos presidenciales o congresales, sino que habrían sido enviados a prisión. El mismo ejemplo es el caso de Keiko Fujimori, la hija del prófugo Alberto Fujimori (detenido actualmente en Chile), que ni siquiera ha sido investigada por la evidente relación mafiosa con su padre y ahora es la congresista que mayores votos logró en las elecciones pasadas. Es el caso también del Almirante de la armada peruana Luis Giampietri Rojas autor directo de la matanza de mas de 100 prisioneros en el penal de El Frontón en 1986, como si nada hubiera pasado es ahora vicepresidente de Alan García Pérez. Es la estructura jurídica peruana la que ha favorecido que elementos prontuariados y con deudas con la justicia hayan sido candidatos afortunados en las recientes elecciones y que ahora cuenten con inmunidad parlamentaria para seguir cometiendo sus fechorías.

Los partidos y la crisis de la sociedad.

Pero la crisis de la sociedad peruana no se restringe solamente al tipo de leyes que sustentan la corrupción, el crimen y la delincuencia general en la administración del Estado. Tiene otras connotaciones y manifestaciones, una de estas es el grado de descomposición de los partidos políticos (izquierda y derecha) del medio oficial. Si los grupos de poder y el imperialismo, han tenido que recurrir a García Pérez para darle continuidad a la administración del Estado, eso significa que sus alternativas políticas son ínfimas y sin mejores alternativas a mediano plazo. Ningún partido u organización política de los grupos de poder salió indemne de los estragos internos a causa de la guerra interna y de la crisis de la sociedad. Desde 1990 hasta el 2000, Accion Popular (AP), el Partido Aprista (APRA), el Partido Popular Cristiano (PPC), principales partidos de la burguesía y los terratenientes, han sobrevivido a expensas del manejo mafioso del Estado. Como se conoce cada uno de estos partidos se vincularon a la estrategia del gobierno central y al dinero que se distribuía en cantidades desde el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), y en razón de este hecho acumularon en su haber el enorme desprestigio político del régimen fujimorista. Esto es uno de los factores que ha hecho colapsar la estructura política burguesa cuyo efecto directo es el resurgimiento del aprismo y de corrientes seudo populistas como la que encabezó el militar Ollanta Humala.

El APRA (que lidera García) es uno de los partidos políticos de la burguesía mas desprestigiados del Perú. Su negra trayectoria no tiene comparación, y desde su fundación (7 de mayo de 1924) ha estado a la cabeza de traiciones, componendas y colaboración directa con los grupos de poder y del imperialismo yanqui. Sus tesis programáticas, anticomunistas y pro americanismo, sirvieron para que esta organización fuera aliada de los peores regimenes civiles y militares del Perú, y desde el parlamento o desde el Estado, fue cómplice o impulso por cuenta propia las peores medidas represivas con el pueblo. En el movimiento sindical peruano practicó un sindicalismo amarillo ligado a los sindicatos patronales de los Estados Unidos y la CIA americana. Ningún peruano olvidará el paso apocalíptico del APRA por el poder del Estado en el periodo 1985-1990. Y nadie olvidará tampoco que este partido fue aliado del fujimorismo en la década del 90, y que recibía millones de dólares de la mafia que dirigía desde el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) Vladimiro Montesinos.

Del lado de la izquierda oficial, o caviar como dicen algunos, la situación es parecida a la catástrofe de los partidos de derecha. La crisis y descomposición lo corroe todo y en términos de valores políticos y organización no queda casi nada en este terreno, salvo algunos ridículos partidos y frentes electorales (Patria Roja de Alberto Moreno, el Partido Socialista de Javier Diez Canseco, etc.) que no tienen ninguna incidencia ni en la política ni el campo sindical y popular. Toda su actividad se restringe a participar marginalmente en las elecciones colgados de tal o cual candidato presidencial, o pedir lastimeramente una “nueva constitución del Estado”. La izquierda oficial, que en 1980 tuvo cerca de 30% del elector peruano, ha descendido a menos del uno por ciento en las elecciones de abril (2006), y si antes podía colocar algún miembro en el parlamento, ahora no tendrá ninguno. En el último proceso electoral con poca fortuna se pusieron detrás de Ollanta Humala, y de esta forma repitieron su conducta de sostener a civiles o militares proveniente de las más oscuras canteras reaccionarias del país. Esta izquierda, con justa razón es despreciada por los trabajadores y el pueblo, y ello es coherente con la vergonzosa conducta que ha tenido desde 1980 hasta la actualidad.

Esta izquierda está completamente comprometida con el orden vigente del cual recibe, directa o indirectamente, una serie de beneficios económicos y políticos, que la hace receptora de un sistema corrupto y en descomposición. La crisis de la “izquierda” y de los partidos de derecha”, tiene el mismo origen y ella se refiere a su vínculo mercenarizado con los grupos de poder y al manejo mafioso del Estado. Si bien es cierto que la izquierda nunca ha estado directamente en el poder del Estado, no hay que olvidar que desde 1985 para adelante tuvo ministros y altos funcionarios en los diferentes gobiernos, principalmente durante el fujimorismo. La izquierda caviar ha sido cómplice de los tres últimos gobiernos del Perú, y desde el parlamento o de otras instituciones del Estado participó activamente en la militarización de la sociedad y en la reaccionarización de los regimenes de turno. En 1985 voto a favor de Alan García Pérez, en 1990 sostuvo la campaña electoral de Fujimori y en el 2000 contribuyó con sus votos para que Alejandro Toledo llegara a la presidencia.

La bancarrota de esta izquierda es fundamentalmente ideológica, y si antes de la década del 80 se reclamaba partidaria del marxismo y la revolución social, ahora asume posiciones abiertamente reaccionarias y en defensa del sistema de explotación. Así mientras el Perú atravesaba una sangrienta guerra civil, cuyo saldo dejó cerca de 70 mil muertos, la izquierda vivía parasitariamente apoltronada en el parlamento desde donde salieron las más brutales leyes contra los pobres del Perú. Así mientras esta izquierda vivía una hermosa primavera política, más del 70% de la población peruana tenía que soportar el terror de las fuerzas armadas y fuerzas policiales. Así mientras esta izquierda engordaba como chancho en el parlamento, en los ministerios y otras instituciones del Estado, más de 15 millones de peruanos se hundían cada vez más en la miseria, la pobreza extrema, la desocupación y la desesperanza social. Así mientras esta izquierda, hablaban sin cesar de “derechos humanos”, las cárceles tumbas y los campos de concentración, albergaban a miles de ciudadanos peruanos. Así mientras el pueblo era ensangrentado por las hordas criminales del ejército, la policía y los grupos paramilitares, esta izquierda se retorcía orgullosa en los circos electorales. Y así mientras esta izquierda usaba a las centrales obreras y sindicatos (la Confederación General de Trabajadores del Perú-CGTP, el Sindicato Único de Trabajadores en la Educación del Perú-Sutep, y otros) como trampolín electoral, los gobiernos liquidaban el movimiento sindical y arrasaban con los derechos sociales de los asalariados peruanos.

Para concluir hay que mencionar que el gobierno de García Pérez, advierte que la crisis de la sociedad peruana sigue su marcha descendente y que ello conducirá inevitablemente a una agudización extrema de la lucha de clases en el país. Se avecinan las luchas espontáneas de las masas hambrientas que sin dirección política deberán enfrentar al régimen entrante. Los rasgos de la fase política a la que ingresa el Perú son inconfundibles, y a corto plazo García podrá gobernar sin oposición clasista organizada, y menos sin lucha armada que como se sabe fue derrotada a causa de la traición de sus dirigentes. Los que se presentan como sus contrincantes, no tienen ninguna influencia ni representación en las masas trabajadoras y populares del país. Son apenas cascarones burocracticos que sirven exclusivamente para animar el circo electoral, pero no asi las luchas populares reividicativas. Ninguno de los partidos u organizaciones políticas que se presentaron a la contienda electoral, incluida la “izquierda” y el grupo de Ollanta Humala, seran capaces de ser oposición a un régimen, que como ya se vislumbra, será antipopular y pro imperialista. Y en esa coyuntura política, no se trata de que el pueblo se ponga detrás de cualquier embustero o de seudas organizaciones políticas y frentes electorales, sino más bien de unirse independientemente en su propia organización de clase, que no solamente luche por reivindicaciones inmediatas sino también por el cambio radical de la sociedad y del Estado. En esta organización de clase, no caben los falsos izquierdistas ni los famosos “nacionalistas” (Frente Nacional, Democrático y Popular) surgidos de los cuarteles militares, y que sólo buscan un reacomodo con la nueva administración del Estado.

Primero de julio 2006.