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COMENTARIO AL LIBRO: “MEMORIA DE UNA GUERRA. PERÚ 1980-2000.
Por: Jorge Lora Cam (*)
“Grandes son los méritos del trabajo que nos entrega Luís Arce Borja y es una visión reflexiva y crítica de la memoria de una guerra”
Grandes son los meritos del trabajo que nos entrega Luís Arce Borja. El más importante quizás sea el recolocar esa experiencia en el debate ideológico y teórico de cara a un presente de búsqueda de alternativas, mas relevante considerando que gran parte de lo que queda de la comunidad intelectual de izquierda de todas las tendencias excluyen la violencia de la tradición revolucionaria y a Sendero Luminoso de la memoria de la izquierda. Mas aun hoy en día cuando comienza a desmitificarse el proyecto de cambiar el mundo sin tomar el poder y la capacidad de los movimientos sociales para hacer una revolución; los analistas coinciden en señalar que en los Gobiernos de centroizquierda hay una vuelta al tan criticado centralismo caudillista, a la burocratización, cooptación-represión de los movimientos, corrupción y degeneración de las expectativas. Comportamiento que en definitiva es una defensa del capitalismo y que no puede justificarse simplemente con decir que este es un aprendizaje, que no se puede acelerar el tiempo o que deben agotarse las etapas. La crítica al poder del partido hay que hacerla extensiva a los movimientos para inventar nuevos partidos enlazados a movimientos que recuperen la democracia comunitaria y autonomía de los pueblos indígenas, la independencia de clase de los pueblos y solidaridad obrera, la autodeterminación nacional y la conciencia socialista y elaboren una critica a la cultura política de las clases medias que desconfía de los saberes de los trabajadores.
Entendemos que no pueden desecharse la diversidad de ensayos y que estamos ante una nueva síntesis en momentos de crisis civilizatoria del capitalismo y de mayores posibilidades disruptivas, por eso mismo la reflexividad sobre los procesos revolucionarios es imprescindible para nuevas creaciones. Recordemos que también esta pendiente el debate acerca de los procesos centroamericanos en Nicaragua y El Salvador. Este ensayo es precisamente una visión reflexiva y crítica de la memoria de una guerra elaborada por un luchador social que en su basta labor periodística fue testigo muy cercano del proceso examinado. Pensando con Walter Benjamín consideramos que esta obra enciende una esperanza en el pasado ante el peligro de que la memoria quede atrapada como instrumento de las clases dominantes o subyugada en la tradición del conformismo y que los Alan García o Fujimori sean aceptados por muchos como los mesías vencedores del Anticristo.
Es un análisis detallado del proceso de la guerra, examinando a los sujetos que combatieron y la dinámica de establecimientos-restablecimientos de este intento de aceleración del tiempo, esclareciendo sobre aspectos desconocidos que sirvieron en su momento al poder político-militar para manipular conciencias y fabricar la leyenda de la letal organización terrorista en los planos nacional e internacional. Se enfrenta al envilecido pensamiento Gonzalo (Abimael Guzmán Reynoso) y no deja lugar a dudas acerca de que desde el inicio en él radicaba el germen interno de la destrucción del proceso y la construcción de la derrota. Gonzalo se asume como el propietario de la ciencia privada del marxismo, un perito de la verdad, filósofo falsario e ideólogo de la línea correcta impuesta sobre la ignorancia en desmedro de la construcción colectiva conciente.
Pero también al recuperar la memoria legitima la lucha popular y muestra las potencialidades del pueblo para transformar al Perú, que para muchos fue una gesta heroica traicionada por sus líderes. Es un estudio necesario realizado con los métodos de la historia y del periodismo, desde la concepción materialista de la historia e inspirado en el maoísmo. Como periodista Luis es observador, testigo, víctima, parte del proceso que por eso mismo cuenta con documentos y materiales acumulados, con información inédita o poco conocida, que sabe buscar la información valiosa de primera mano y que recurre a los testimonios y a la historia oral si lo considera preciso. De seguro algún día será plenamente reivindicado por su papel en la construcción del discurso ideológico y ético-político en los duros hechos de guerra y la posguerra. Sabemos que la memoria oficial legitima al vencedor cuando los derrotados pierden el sentido de su lucha y dan toda la razón al enemigo histórico, de ser así estaríamos ante un fracaso. Si la violencia represiva hecha permanente desde el terror estatal es aceptada como normal, podemos sentir la frustración de la derrota.
Aceptemos que ello ocurre de modo parcial en parte por la ausencia de una memoria -y del consecuente debate- que con Arce Borja aparece bajo la forma de un texto preñado de emotividad, ofreciéndonos una elaboración crítica de una lacerante experiencia que por su carácter polémico inspirará las luchas del presente. Entendemos que jamás la historia esta hecha de solo derrotas si los sectores populares asumen la critica de la experiencia, la recuperan y la reformulan para nuevos combates. Con algunas excepciones la reflexión histórica había quedado en un solo lado y así ni los muertos quedaban a salvo. Algunos protagonistas pudieron reconstruir ese pasado pero en las cárceles entre intrigas y traiciones los mejores combatientes fueron exterminados. Arce con un cuarto de siglo o mas pensando e interpretando esa historia llevada a cuestas en su propio pellejo nos lleva del bloqueo al debate ideológico, de la amnesia ante la dura derrota al recuerdo autocrítico, de la usurpación y manipulación de los vencedores a una nueva codificación de la conciencia histórica que servirá para las nuevas generaciones.
El trabajo de Arce se inscribe en el pensamiento crítico considerado como una reflexión y práctica subversivas, que desenmascaran la sociedad en cada momento histórico, forma parte del programa virtual de desobediencia cultural e intelectual que acompaña y forma parte de la política contrahegemónica y emancipatoria de cambio histórico, anticolonialista, autonomista y utópica para contribuir en el cuestionamiento de la realidad, de los sujetos y saberes hegemónicos que establecen “regimenes de verdad” a favor de las históricamente consolidadas estructuras de poder y dominación.
La obra es extensa y sin embargo merece continuarse desde los requerimientos del presente, de la unificación de los desafíos teóricos y las prácticas diferenciadas y flexibles de lucha etnico-clasista en las actuales rebeliones anticoloniales. Queda abierta a enriquecerse con los continuos desafíos, interrogantes y resistencias a la filosofía y teorías sociales dominantes, alienantes y reificadoras de la modernidad y la ilustración, de la tradición occidental de la razón totalitaria y racista hoy en su expresión neoconservadora. Deberá enfrentar los criterios de cientificidad del conocimiento legitimador de la subyugación, del sistema de significaciones y valores de dominación, reproducción y sumisión de los proyectos alternativos. Es un llamado a radicalizar la critica a todos los constructores de subjetividad reaccionaria orientada a la sumisión, de contenido colonialista y eurocéntrico; pero también a confrontar al fundamentalismo de izquierda y su reaparición con las mismas distorsiones sufridas por el pensamiento marxista por viejos fanáticos del esquema, del cartabón, de la fórmula que en definitiva ocultan el contenido revolucionario anticapitalista de los pueblos y del marxismo, que incluso rechazan a los nuevos sujetos potencialmente revolucionarios que producen nuevas formas de subjetividad e intentan nuevas experiencias.
La guerra impulsada por SL nace en los 80 de una convocatoria política que se apoyaba en la crítica a la acumulación de injusticias y desigualdades, al saqueo y sobreexplotación colonialista, al racismo omnipresente. Es una rebelión contra un Estado premoderno, colonialista, que solo ve por los intereses comunes de las trasnacionales y grandes empresas, de mafias y políticos, de una nueva lunpenburguesía que no acepta regulaciones y se impone a través del voto fraudulento sustentado en la violencia de las Fuerzas Armadas.
Se produce en un momento histórico de represión del movimiento obrero popular preparatorio de la imposición neoliberal. Cuando la oligarquía estaba en retroceso, la Iglesia deslegitimada, el militarismo agotado y los Estados Unidos preparaban las condiciones de una nueva recolonización con las políticas de ajuste. La guerra respondía a una época, a un momento en la que los pueblos querían la liberación y el socialismo. Frente a ella se unen los grupos de poder, los nuevos Empresarios con los del antiguo régimen y recurren al imperio, utilizan toda la potencia del poder militar y de los medios. Mientras el primero pretende liquidar con la masacre, los medios construyen la conciencia sumisa. El sistema y régimen políticos, la iglesia y la llamada izquierda en proceso degenerativo acompañan las decisiones imperiales. Las clases medias como en todo proceso revolucionario se derechizan por el miedo al movimiento de los oprimidos y por su naturaleza oportunista.
El pueblo aun necesitaba de mediadores, de interpretes y románticos, que desde hacía décadas estaban instalados en los sectores medios, en la extensa pequeña burguesía urbana marginal que creaba el desarrollo capitalista colonial y que dadas ciertas condiciones aparecen como los salvadores. El debate Mariategui-Haya es su mayor expresión y se reactivaba después de medio siglo. El Amauta es conciente de ello y así lo expresa reiteradamente cuando con la colectividad socialista reinterpreta al Perú en función de los sujetos potencialmente revolucionarios. Mientras que Haya relativiza tanto el antiimperialismo que termina sometido a él, sus mejores discípulos Alan garcía y Víctor Polay son los mejores ejemplares.
Un sector representativo de la intelectualidad provinciana de izquierda, parte de las olvidadas clases medias le ofrece al pueblo desencadenar una guerra de liberación, otro sector limeño y criollo ilustrado, hijos de una oligarquía en bancarrota y sus seguidores pequeño burgueses, defenderá al Estado, al sistema, respondiendo a la protección de su participación al frente de las ONG y en cargos estatales. Utilizaran sus relaciones con el movimiento popular para organizar la contrainsurgencia en la sociedad civil a través de una política de ofrecer sobrevivencia a través de los comedores populares, el vaso de leche, etc. a cambio de aceptar ser parte de redes clientelares y prebendalistas, las rondas campesinas son su mas grande perversión. Es la otra izquierda en descomposición que ya desde antes se había colocado en las estructuras del poder.
El Marxismo de manual, el estático materialismo histórico y dialéctico construido por la inteligencia soviética es el hegemónico en universidades y entre los intelectuales. El marxismo-ciencia formulado en esquemas reemplaza la ausencia de una teoría actualizada y de análisis de la compleja situación política. El trotskismo, el comunismo prosoviético, el maoísmo, los neomarxistas estructuralistas y analíticos y los postmodernos tienen diseñados sus compendios y formulas. Insurrección obrera, guerra popular, coexistencia pacífica y parlamentarismo, socialdemocracia o la simple especulación son las alternativas. Nadie sale del guión y quien lo hace es virtual enemigo del otro. Todos dicen poseer la verdad científica y su derivación en el establecimiento de la línea correcta. La izquierda estaba sumamente fragmentada, al igual que la sociedad peruana, y la universidad juega un papel central en la pugna entre concepciones, de allí provienen los líderes y pensadores de ambos lados.
Las condiciones populares para el combate en cuanto a conciencia estaba limitada a algunas universidades y ciudades y de allí se propagaba al movimiento urbano popular y campesino. Los intelectuales de la izquierda sistémica formados principalmente en la universidad particular o en el extranjero son entrenados para la recolonización. Los otros formados en la universidad pública también pero con la diferencia de estar matizados por el pensamiento crítico, muchos profesores en la búsqueda de concepciones de occidente que sirvan para entender los saberes hegemónicos encuentran en el marxismo la mejor fuente para convertirse en expertos. Aun no había una discusión seria acerca de la construcción de saberes y como están condicionados por la conflictiva realidad en la que surgen y como responden a todo el entramado cultural de relaciones políticas y de luchas por el poder y la dominación que atraviesan las sociedades que aspiran a ser modernas. El conocimiento esta asociado a la dominación y por lo tanto la propia ciencia no es inocente, siempre estuvo y estará sometida al poder aunque exista un mito de neutralidad construido sobre el llamado contexto de descubrimiento y que en ese entonces aludía a contenidos y verdades difíciles de cuestionar y que hoy queda claro como ha sido sometida al poder.
En sociedades andino amazónicas bajo condición colonial –y no solo en ellas- a lo largo de la historia el impulso modernizador se tradujo en sucesivos procesos de recolonización y los sujetos fueron las elites europeizantes. Cuando se inicia la violencia política de los 80 los intelectuales y académicos se organizan y mueven en circuitos reconocidos por el sistema como validos y que al mismo tiempo salvaguardan los saberes de los detentadores oficiales del poder-saber. Los marxistas reproducen los espacios de poder de la universidad de occidente cerrados, reservados, feudalizados y sus intelectuales también trataran de convertirse en puntos obligados de referencia. El sistema de hacienda se reproduce en las instituciones del saber con sus elementos rituales, simbólicos y culturales. Así como en la política aparecen los caudillos de hacienda racistas, machistas y autoritarios; en la universidad se territorializa el poder-saber y la búsqueda de dominios compartimentados es el objetivo de los más ególatras.
La incomprensión de la realidad que la lucha requería ser étnico-clasista y que el abandono del debate acerca del problema del indio -abandonando a Mariátegui- creaba un vacio que no se podia llenar con las obras de Mao. Para SL la recuperación del pensamiento de Mariategui solo fue un enunciado. Mariategui sostenía que la revolución no podía ser calco ni copia y remarcaba la importancia de los intelectuales indígenas en la revolución. Entonces había que ir mas alla de la racionalidad occidental, con sus represiones, violencias y racismo para propiciar el recuperar y formar intelectuales indígenas desde su memoria de resistencia, desde sus imaginarios, referentes culturales, esperanzas, mitos, miedos, religiosidad. El marxismo no penetra en esta realidad, de haberlo hecho seguramente hubiese llegado a similares o mas altos aportes que los que nos ofrece el movimiento indígena latinoamericano de los últimos tres lustros que potencia las viejas formas organizativas, la identidad cultural e interculturalidad, la territorialidad, el comunitarismo.
Para conocer la diferencia habia retomar la historicidad propia, descolonizar imaginarios, colocar límites al conocimiento occidental, con sus teorías y concepciones, su ciencia y filosofía, cuestionar sus parámetros, sus categorías autoreferenciales, desembarazarse de los aspectos de la ciencia y la filosofía occidental asociada al poder y al colonialismo. En lugar de profundizar los ensayos de José Carlos Mariátegui ambas izquierdas retoman el imaginario simbólico racista unos ofreciendo dadivas y representatividad y los otros integrándolos a una guerra que ellos no decidieron. En ambos casos participaron en contra y a favor unos tras la modernidad y otros para renovar el mundo tras un Pachakuti distorsionado que no los orientaba para hacer su propia historia. Nunca hubo un pueblo concientemente movilizado, mas bien se cercenaba el impulso autonómico de los pueblos viéndolos como atrasados y premodernos. Ellos solo debían aceptar los óbolos de sobrevivencia de las ONG o la línea correcta definida en la cabeza de los seudo filósofos.
Mientras se desenvolvía la guerra la institucionalidad cambiaba rápidamente, se consolidaba un Estado corrupto que respondía a los sistemas de poder y las políticas clientelares, corporativas, patrimoniales se extendían sobre todos los tejidos sociales en sus diversos niveles, con sus ejes en la caridad y el genocidio. Al pervertir a la sociedad utilizando los medios destruían los lazos comunitarios, resquebrajaban las lógicas de resistencia de las clases y etnias. Por mas de una década la recolonización estaba a la espera, la sociedad se polarizaba y desaparecía el debate dentro de la sociedad. Había que estar con la guerra o contra la guerra, quien criticaba a Sl o al Gobierno corría peligro de muerte. Los artistas e intelectuales, los académicos solo tenían un papel en el frente de combate, mientras que el gran caudillo no lo hacía. Con los recursos de la privatización y la ayuda norteamericana era combatida la rebelión. El Pentagono, el FMI, el BM y el BID, la ONU y sus organismos, las fundaciones de las trasnacionales y sus ONG`s reconstruían la sociedad civil y deslegitimaban la guerra.
Recién en el 2000 será totalmente evidente la agresión generalizada el despojo a los pueblos andinos y amazónicos, el país estaba casi totalmente repartido y la inversión del dinero captado con la venta de empresas creaba empleos generándose una visión deformada del fujimorismo. Pero para ese entonces sendero ya no existía como fuerza político militar y el fujimorismo en el Gobierno también llegaba a su fin.
En este nuevo momento histórico cobra sentido la construcción de contrahegemonía, los debates acerca de la recolonización, la autodeterminación, independencia, soberanía y la construcción del Estado Plurinacional y pluricultural. Toledo un Presidente indígena y neoliberal se encargo de distorsionar las demandas indígenas. El 2002 lentamente las propuestas de la izquierda latinoamericana entran a la discusión: la reterritorialización del país desde las ancestrales demandas, el cambio de propiedad de los recursos naturales hacia la sociedad indígena organizada, la democracia directa y la autorepresentación social sin mediaciones, la autodeterminación a partir de estructuras colectivas y comunitarias de resistencia, la recuperación de los conocimientos tradicionales.
Para ellos esta dedicado este libro, para los nuevos movimientos populares y partidos que necesitaran hacer un uso político de su memoria histórica rechazando a los magos medievales hechos filósofos que vienen de la historia religiosa y el pensamiento absolutista hecho doctrina. Todavía Luis Arce esta en deuda, pocos conocen tanto como él, en su condición de periodista, el contexto político, la historia interna de las organizaciones que hicieron la guerra, las agrupaciones de sujetos, sus mentalidades y luchas internas, el proceso detallado de la guerra y el examen teórico crítico con la mira puesta en el presente y el futuro.
(*). Jorge Lora Cam, es doctor y profesor en la Universidad Autónoma de Puebla (México). Es un destacado investigador y autor de innumerables textos, ensayos y libros de ciencias políticas y análisis sociales latinoamericanos.