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DESIGUALDAD: MUJERES E INGRESOS EN BOLIVIA
CEDLA
Detrás una persistente desigualdad de trato o discriminación salarial, la segregación ocupacional y el acceso diferenciado a recursos productivos, se encuentran concepciones de género asociadas con el trabajo de hombres y mujeres.
Siendo casi el 50% de los trabajadores, las mujeres reciben sólo el 32% de los ingresos
Según un estudio realizado por el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), efectuado en cinco ciudades del país (La Paz, El Alto, Potosí, Santa Cruz y Cochabamba) durante el 2008, entre otros datos, encontró que existe una elevada desigualdad por género en la distribución de los ingresos por trabajo.
Considerando a este conjunto de ciudades estudiadas, los hombres representan el 56,5% de la población ocupada, sin embargo, reciben el 67% de la masa global de ingresos del trabajo; en cambio, las mujeres que representan el 43,5% de los ocupados, solamente se apropian del 32% de la masa global de ingresos. El grado que alcanza esta distribución desigual se verifica a través de la comparación entre la masa de ingresos que obtienen las mujeres respecto de la que reciben los hombres. La parte del ingreso que queda en manos de las mujeres es algo más de dos veces menor que la parte que reciben los hombres.
Estas amplias brechas de ingreso por género expresan tanto la segregación ocupacional de las mujeres (concentración en determinadas actividades u oficios y en los escalones más bajos dentro de los mismos), así como su incorporación al mundo del trabajo asalariado en condiciones de discriminación y desigualdad de trato, además de su acceso diferenciado a recursos productivos complementarios al trabajo (capital, conocimientos, etc.).
Persiste la discriminación en el ingreso promedio
Siguiendo el mismo estudio, el CEDLA ha encontrado que el ingreso laboral promedio de los trabajadores en el conjunto de ciudades es de Bs 1.427, entre los hombres el promedio es de Bs 1.709 y entre las mujeres asciende a Bs 1.062. Sin embargo, los montos promedio ocultan la situación real: de cada diez trabajadores seis, entre los varones y ocho entre las mujeres, obtienen un ingreso mensual inferior al monto promedio.
En el conjunto de ciudades, las mujeres tienen un ingreso promedio, que representa solamente el 62,2 % del que obtienen los hombres. Esta brecha de ingresos es mayor entre el grupo de trabajadores no calificados, puesto que las mujeres obtienen un ingreso que llega solamente al 58,5 % del que obtienen los hombres. La mayor desigualdad se observa entre el grupo de los obreros donde el ingreso de las mujeres llega solamente al 47% de sus pares y entre los trabajadores independientes las mujeres sólo alcanzan a la mitad del que obtienen los hombres.
Entre los grupos de trabajadores con mayor nivel educativo los diferenciales de ingreso por sexo no se reducen significativamente, las mujeres llegan a percibir el 67,5% del ingreso de los hombres, expresando que la igualdad de trato en el acceso a las ocupaciones de mayor jerarquía en la estructura ocupacional todavía está lejos de ser una realidad. Es el caso, entre otros, de las mujeres que trabajan como profesionales y técnicas o como empleadas de los sectores público y privado, cuyos ingresos se encuentran un tercio por debajo del de sus pares.
Las inequidades de género ocurren en un contexto de feminización de las condiciones de trabajo de los hombres, puesto que su explotación laboral aumenta asimilándose a la que sufren las mujeres, es decir, que la desigualdad se perpetúa cada vez en un piso más bajo.
En estos términos, junto a un elevado nivel de desempleo, los bajos salarios e ingresos de los trabajadores/as profundizan la reducción real del valor del trabajo en los principales centros urbanos de Bolivia, afectando tanto a las condiciones de vida de los trabajadores como al urgente desafío de potenciar la matriz productiva orientada al mercado interno.