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PERU: QUÉ COSA MÁS GRACIOSA
Por: Carlos Angulo Rivas.
Qué cosa más graciosa que ’un ladrón de cinco esquinas’ pueda salir vociferando ’al ladrón, al ladrón.’ ’Afuera todos los sinvergüenzas del Estado. No puede ser que vengan a malograr mi trabajo.’
Eso nomás faltaba en el Perú para que el actor pueda coronarse como el mejor bufo nacional de la opereta cómico-trágica del segundo periodo de este original sujeto made in APRA. La corrupción en el país es un mal endémico, nadie lo puede negar porque es una espantosa enfermedad inherente a la política tradicional y sus partidos políticos. Tanto es así que el fenómeno de la corrupción resulta tan natural como la lluvia, el viento o las olas del mar. Y el ciudadano común y corriente se contenta con decir ’todos roban’ como la cosa más normal del mundo. Pero, vayamos al fondo del asunto en un país donde no existe una política anticorrupción creíble.
En primer lugar, la corrupción y el robo al Estado tienen sus escalas. Alan García Pérez nunca se defiende de los cargos de enriquecimiento ilícito y sabe de memoria que el Poder Judicial, con jueces tan corruptos como él, nunca lo va a tocar. Se valió de la prescripción de sus delitos en un arreglo con la mafia de Montesinos-Fujimori, que dominaba a la Corte Suprema con vocales nombrados a dedo de muy mala reputación. Alan García y los miembros de la mafia aprista y sus adeptos, aceptan las llamadas injurias del diario La Nación de Chile mediante un silencio vergonzoso y de escándalo, sin embargo, como buen cínico que es levanta su ’indignación’ en palabras huecas para un sujeto como él. La prensa cobarde y monocorde celebra, tiene la ocasión de sacar la cara de la suciedad, la oportunidad de decir: ’el presidente Alan García está enfurecido con el escándalo que estalló en el Banco de Materiales (Banmat), y así lo reflejaron sus palabras.’ No nos llama a asombro. Muy típico del amarillaje periodístico crematístico, porque los empresarios mediáticos también reciben la suya. Con ello piensan curarse en salud del vergonzoso silencio o mudez anterior, con lo de Chile. ¿Pero, vamos, quién puede creer en la honestidad, la decencia o la virtud de Alan García o de Jorge Del Castillo? Indudablemente sólo los imbéciles o idiotas de nacimiento, después de comprobar los signos exteriores de riqueza de estos dos individuos nacidos muy pobres, educados en colegio nacional, sin negocio conocido, excepto la política.
Muy bien hecho, Cuarto Poder denunció un escándalo de piratas menores; en otras oportunidades ha denunciado similares escándalos de mafiosos, civiles y militares, siempre menores. Todos ellos, los piratas menores, imitan a los de arriba, a los que tienen corona, si ellos roban sería muy tonto no hacerlo nosotros dicen a menudo; y no sólo lo dicen, lo piensan. Así de simple y esa es la idiosincrasia actual del 90 % de los funcionarios peruanos. ¿Pero qué pasa con los grandazos y sus arreglos bajo mesa? ¿Qué pasa con las millonarias coimas bien hechas y jurídicamente asesoradas, las que son difíciles de probar? ¿Por qué el arreglo con la Telefónica del Perú fue en secreto y con la participación sólo de Alan García y Jorge del Castillo? ¿Cómo fue el arreglo con las empresas transnacionales mineras para que no paguen ni regalías ni impuestos a las sobre-ganancias multimillonarias en dólares? ¿Dónde está la transparencia? ¿Y la compra de los patrulleros? ¿Y el tráfico de drogas, cuando en cinco años cogen o queman apenas 35 millones de dólares de coca cuando el negocio estimado es de dos mil millones de dólares al año? Bueno, podemos encontrar un montón de etc., etc. y etc. en cuanto a los negocios millonarios de los políticos y empresarios grandazos. ¿Quién se atreve a investigar a ministros de estado, gerentes o empresarios como Dionisio Romero o Benavides de la Quintana?
Estamos en el Perú, si un padre de familia roba una manzana, un pollo, un kilo de menestras se va a la cárcel y se olvidan de él. Si un congresista roba al estado se nombra una comisión investigadora de compadres que nunca investiga nada. Si un presidente se llena los bolsillos descaradamente, como Alan García, Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, etc. no pasa nada porque dicen que debe haber una acusación constitucional, etc. etc. etc. En conclusión la indignación de Alan García resulta un chiste de mal gusto, en el mejor de los casos de humor negro.