3 de noviembre de 2024

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COHN-BENDIT PIDE DISCULPAS POR SU RADICALISMO

Por: Mário Maestri (*).

8 de abril de 2008

Los hechos de 1968 alcanzaron su punto álgido con la huelga general de los trabajadores franceses, desmovilizada y liquidada por el Partido Comunista Francés.

Daniel Cohn-Bendit ha pedido a las nuevas generaciones que olviden el Mayo Francés, ya que el mundo contra el que luchó hace cuarenta años no existe. Para que no queden dudas sobre lo dicho, ha pontificado que aquel «pasado ha muerto» definitivamente, antes de salir de tour mundial para divulgar un libro de entrevistas, titulado lapidariamente Forget 68.

Cohn-Bendit, al negar la contemporaneidad de 1968, se asocia de forma relevante con el empeño de reducir aquellos días a la mera movilización juvenil contra el mundo de sus progenitores. «El sesenta y ocho fue la revuelta de los jóvenes contra el mundo creado por sus padres […] después de la guerra, […] rígido y conservador […]» —asevera el ex militante del Movimiento 22 de Marzo, de la Universidad de Nanterre. Los nuevos derechos de las mujeres, los homosexuales, los disminuidos, etc. y la conciencia ecológica, adquiridos después del 68 han creado un mundo verdaderamente nuevo, convirtiendo en anacrónicas las viejas luchas de cuatro décadas, inadecuadas para la sociedad que ha sabido recrearse permanentemente.

Los hechos de 1968 fueron los esfuerzos realizados para llevar a cabo la ruptura revolucionaria con el orden capitalista y la construcción del socialismo democrático y revolucionario que garantizara, en los límites de las posibilidades históricas, la realización de la humanidad. Fueron movimientos de rebeldía que tuvieron sus epicentros en los Estados Unidos, Italia y la Alemania Federal y alcanzaron su punto álgido en 1968, con la huelga general de los trabajadores franceses, desmovilizada y liquidada por el Partido Comunista Francés.

A las jornadas de 1968 siguieron durísimas luchas mundiales entre el capital y el trabajo, confrontaciones memorables como las de Vietnam, Laos y Camboya, Chile [1969-1973], Nicaragua [1979-1990], etc. Un enorme movimiento de insurgencia derrotado por el tsunami liberal-conservador que engulló las conquistas sociales obtenidas en las décadas anteriores, sobre todo desde 1989 a través del hambre pantagruélica del mundo.

Es precisamente la vigencia de las reivindicaciones, esperanzas y experiencias del 68 lo que está detrás del empeño mundial, fuertemente mediatizado para su archivo definitivo. Proyecto que se apoya especialmente en muchos de los entonces jóvenes protagonistas de aquellos logros seducidos, bajo la dura presión de la derrota histórica de los trabajadores, por las ventajas, facilidades y seguridades garantizadas a los que defienden de forma relevante los privilegios contra los que lucharon en el pasado.

Los grandes movimientos sociales están asociados, normalmente, con individuos considerados como protagonistas especiales, algo no extraño ya que consiguen orientar los acontecimientos que viven según sus necesidades y tendencias profundas. Es casi automática la identificación de Marat y Robespierre con la Revolución Francesa, de 1798; de Zapata y Pancho Villa con la Revolución Mexicana, de 1910; de Lenin y Trotsky con la Revolución Rusa, de 1917; de Fidel y el Che con la Revolución Cubana, de 1959. No obstante, hay momentos luminosos como el de la Comuna de París, de 1871, que han pasado a la historia sin que se asocien con individuos singulares, sino que son el fruto de las movilizaciones y los sacrificios de miles de trabajadores y gente común —los communards.

Hoy en día, las acciones multitudinarias se identifican con algunos individuos, muchas veces por alguna intervención fortuita y, con frecuencia, los medios de comunicación transforma a esos individuos, más que en líderes, en verdaderos símbolos de los movimientos en cuestión. Fue lo que en cierto modo ocurrió con el Mayo Francés, muy vinculado a las imágenes de jóvenes como Daniel Cohn-Bendit, Alain Krivine y Jaques Sauvageot que poco o casi nada influyeron, incluso a través de sus pequeñas organizaciones, en los acontecimientos que desbordaron rápidamente los marcos de la movilización estudiantil al ser abrazados con fuerza por la clase trabajadora y popular.

De la unión estrecha entre la historia y algunas personas se tiende, años o incluso décadas más tarde, a calificar aquélla a partir de los actos privados o públicos de éstas: actos realizados, en algunas ocasiones, al calor de los hechos. Esa visión ingenua de los acontecimientos sociales nace de la comprensión de la historia como producto de la acción de hombres providenciales con carácter trascendental para el mismo devenir histórico. Para quienes así lo perciben, para bien o para mal, las acciones de esos demiurgos contaminaron y definieron los hechos históricos que ellos crearon.

No hay razón para dudar de la honestidad con la que Daniel Cohn-Bendit, entonces con 23 años, defendía, en 1968, el socialismo libertario cuando estaba alimentado por el vigor de la insurgencia del movimiento estudiantil y obrero francés. Tampoco hay motivo de sorpresa, por mucho que eso moleste, en la traición hacia aquellas posiciones, bajo la terrible constricción que apareció con la recomposición autoritaria de las instituciones del gran capital, con un impulso avasallador en las últimas décadas.

En mayo de 1968, Dany, conocido como El Rojo por su socialismo radical y su cabello pelirrojo, atacaba a las instituciones que se desestabilizaban bajo la dura movilización obrero-estudiantil-popular. El reflujo social que se impuso años más tarde y la propia necesidad de mantener el protagonismo que las jornadas revolucionarias le habían asegurado, contribuyeron, sin duda, a su creciente acomodación al orden que antes había combatido.

Si en el 68 Dany le Rouge predicaba la revolución en las barricadas parisinas, hoy se esfuerza en reparar los arañazos que dio a las instituciones que lo alimentan, rodeado por una multitud de secretarias y asesores a los que tiene derecho como diputado y líder del bloque ecologista del Parlamento Europeo. Lo que, huelga decir, le garantiza igualmente un salario que no avergonzaría ni siquiera a un diputado brasileño —¡250.000 reales al año [1]! Además de otros tantos privilegios alcanzados por los excelentes defensores del gran capital.

A Cohn-Bendit, sólo le ha faltado la fibra moral y social para vivir su vida, coherente con sus ideas, al margen de los focos y las ventajas de los servidores del poder, como han hecho, a lo ancho del mundo, cientos de miles de actores, más o menos anónimos, que intervinieron en aquellos acontecimientos. Sin embargo, Cohn-Bendit no ha sido el único que ha cometido el acto de constricción interesado. En Francia, han sido muchas las defecciones de liderazgos e intelectuales soixante-huitards, entre otros, Alain Finkielraut, Bernard-Henri Lévy y Stéphane Courtois, convertidos a las maravillas del elogio del capitalismo y el imperialismo.

En Alemania no ha sido diferente al resto del mundo. En el Partido Verde, Cohn-Bendit tuvo como acompañante especial a otro líder estudiantil del 68 berlinés, Joschka Fischer, que, para obtener y agarrarse al poder contra el que había luchado, se revolcó en la sangre europea, al participar, como ministro de Exteriores del gobierno de Schröder [1998-2005], en la agresión de la OTAN, liderada por Bill Clinton, contra la población serbia. De este modo lideró la primera intervención de la Wehrmacht fuera de Alemania, después de 1945, precisamente en los territorios de donde había sido expulsada hace más de medio siglo por la guerrilla popular comunista balcánica.

En la época de la agresión contra Yugoslavia, Cohn-Bendit, que saltaba del rojo-negro del socialismo libertario al verde-blanco del ecologismo pacifista, defendió disciplinadamente los bombardeos de la OTAN que arrasaron aquel país con una «intervención humanitaria» considerada imprescindible.

[1] Aproximadamente 92.500 euros.

(*). Mário Maestri es Doctor en Historia por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Es profesor de la licenciatura y del programa de Doctorado en Historia de la Universidad de Passo Fundo, en Rio Grande do Sul. Fue detenido y encarcelado en 1968 cuando era estudiante y vivió como refugiado en Chile y Bélgica de 1971 a 1977. Asimismo, fundó el Centro de Estudos Marxistas de Rio Grande do Sul y la revista História & Luta de Classes.

Vía política. Traducido para Rebelión por Àlex Tarradellas y revisado por Antonia Cilla.