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NEPAL: REVOLUCION TRAICIONADA POR SUS DIRIGENTES “MAOISTAS”
En el 12 Aniversario del Inicio de la Guerra Popular.
El 13 de febrero de 1996, el mundo entero fijó su mirada en los Montes Himalayas: cientos de obreros y campesinos dirigidos por el Partido Comunista de Nepal (Maoísta) -PCN(M)- se alzaron en armas para derrocar al régimen monárquico y establecer una República de Nueva Democracia. Hoy, ese mismo partido que llevó a las masas a establecer el poder popular en el ochenta por ciento del país, ha traicionado la revolución, ha firmado un “acuerdo de paz global”, ha entregado el poder en las zonas liberadas, ha desarmado al Ejército Popular de Liberación (guardando sus armas bajo la supervisión de los imperialistas de la ONU) y se disputa los puestos burocráticos en el Estado de los reaccionarios.
Las salvas de la Guerra Popular en Nepal, hace 12 años, llegaron cual viento fresco a reanimar las filas del proletariado consciente, luego de los duros golpes recibidos por la revolución en Perú. Sus triunfos iluminaron cual faro y sirvieron de inspiración a la lucha de los obreros y campesinos de todos los países que ansían un mundo sin opresión y explotación.
En el transcurso de unos pocos años, Nepal fue transformada:
Por siglos, Nepal ha sufrido el sistema de castas que condena a grandes sectores de la sociedad a una vida de opresión y humillación, pues según la reaccionaria religión hindú, la miseria de los oprimidos se considera un castigo por la mala conducta en una vida anterior y los privilegios de las castas superiores un derecho otorgado por los dioses. Cuando la guerra popular dio una salida a esta insoportable vida, muchos dieron la bienvenida a la revolución.
Las mujeres tenían todo el peso de las tradiciones reaccionarias sobre sus hombros; además de ser condenadas a la ignorancia y el analfabetismo, casi siempre eran casadas a los 12 años. Con el desarrollo de la Guerra Popular, muchas mujeres se vincularon a la revolución, convirtiéndose en combatientes aprendieron a leer y escribir. Muchas se destacaron y se formaron como comandantes y dirigentes políticos. Así, la verdadera liberación de la mujer se empezó a lograr a través de la revolución.
La revolución también trajo grandes cambios para las nacionalidades oprimidas pues promovió la igualdad de idiomas y culturas y les dio la posibilidad de gobernarse a sí mismas.
La opresión de los terratenientes feudales es brutal en muchas regiones. Cuando se inició la Guerra Popular en 1996, todavía existía una especie de esclavitud legal en algunos rincones del país. Algunos campesinos no tenían siquiera el derecho formal a abandonar a sus amos. La revolución planteó la consigna “tierra para quien la trabaja” y los campesinos pobres se vincularon a la lucha haciendo realidad su liberación.
Nuevos órganos de poder se crearon en las bases de apoyo. Se establecieron los tribunales populares para resolver los conflictos y hacer cumplir el orden revolucionario. Las masas, por siglos sometidas se hicieron dueñas de su propio destino y comenzaron a escribir su propia historia. Quienes tuvieron la posibilidad de visitar el campo de Nepal libre pudieron observar el entusiasmo que la revolución había desatado entre los pobres.
Desafiando a las clases dominantes internas y a los imperialistas, la Guerra Popular derrotó los furiosos ataques de sus fuerzas militares, demostrando su vigencia e invencibilidad. Los que tienen nada que perder, pueden tenerlo todo si se atreven a “tomar el cielo por asalto”.
Estos cambios tan drásticos no hubieran sido posibles sin la dirección revolucionaria del Partido Comunista y sin la creación del Ejército Popular de Liberación. Tal es la gloriosa historia que el revisionismo prachandista tiró a la basura con el “acuerdo de paz global” firmado en noviembre de 2006 con la burguesía de Nepal.
En abril de 2006, con el 80% del territorio en manos de la revolución y ante el avance impetuoso de la insurrección en las ciudades, el rey Gyanendra se vio obligado a claudicar; situación aprovechada por la burguesía y sectores de los terratenientes para acoger la propuesta del PCN(M) de un acuerdo de paz, acuerdo basado en la creencia errónea -revisionista- de que la revolución no podía triunfar.
Hoy, el PCN(M) se ha convertido en un partido burgués que comparte el poder del Estado con las clases reaccionarias de Nepal. Un Estado que ya desmontó los órganos del poder popular, que hostiga y asesina a quienes no se han entregado y que, mientras somete al hambre y a la miseria a los combatientes del Ejército Popular acuartelados y sin armas, rearma y adiestra el ejército de la reacción para aplastar a sangre y fuego todo intento de rebeldía de las masas.
Y frente estos hechos dramáticos, algunos que se dicen comunistas, han enviado lisonjeros saludos a los traidores, otros, siguen guardando silencio cómplice, y, los revolucionarios, siguen denunciando la traición oportunista y llamando a las masas revolucionarias a perseverar en la Guerra Popular, único camino que conduce a la victoria.
La traición del PCN(M) a las masas y a la revolución es un duro golpe a la revolución proletaria mundial. De hecho, ha sumido en la bancarrota al Movimiento Revolucionario Internacionalista MRI, al guardar silencio cómplice frente a la traición, haciendo necesario que los auténticos comunistas marchen a una nueva Conferencia Internacional de los marxistas leninistas maoístas que, en el combate al revisionismo prachandista, siente las bases de la Internacional Comunista de nuevo tipo, dispositivo estratégico principal para el triunfo de la revolución proletaria en el mundo entero.
Semanario Revolución Obrera.