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BOLIVIA: LA MORIBUNDA CONSTITUYENTE
Por: Miguel Lora Fuentes.
(Bolpress). El “relanzamiento” de la Asamblea Constituyente acordado hoy por 13 de las 16 fuerzas políticas con representación en el Foro no significa casi nada si se tiene en cuenta que las posiciones son irreconciliables en los temas “duros”: las autonomías departamentales e indígenas, el Estado Plurinacional, la política de tenencia de la tierra, la política económica, la reelección presidencial y, por supuesto, el traslado de la sede de gobierno.
Los principales partidos de izquierda y derecha acordaron en una cumbre política relanzar la Constituyente como “el gran escenario de acuerdos y pactos estructurales de la sociedad para resolver los grandes temas de diferencia y de conflicto que ha atravesado la sociedad boliviana desde su formación como Estado en 1825”, anunció el Vicepresidente Alvaro García Linera, principal impulsor de la reunión que terminó echando por tierra el carácter “originario” y “plenipotenciario” del foro.
No son los asambleístas soberanos quienes reescribirán la Constitución “colonial”, independientes de otros poderes del Estado. Son los partidos, los comités cívicos y hasta el Poder Judicial los que definan cuándo, dónde y cómo se redactará la nueva Carta Magna.
El “relanzamiento” es un gateo en el largo y azaroso camino que queda aún por recorrer para reactivar una Asamblea que agoniza debido a la impericia del oficialismo y a la eficiencia de la derecha minoritaria bloqueadora. El trabajo difícil está por hacerse. Debe conformarse ahora la Comisión de Concertación para que discuta los textos no consensuados en un diálogo político de sordos.
El MAS no plantea ni de lejos un cambio revolucionario en el sentido estricto del término. El Presidente Evo Morales ha repetido hasta el cansancio que respetará la propiedad privada, inclusive los grandes latifundios “productivos”, y que garantizará seguridad jurídica para las transnacionales, con las cuales no ha roto. Pero los sectores políticos conservadores no están dispuestos ni siquiera a aceptar tibias medidas nacionalistas que no quiebran las reglas del modelo de desarrollo capitalista.
El jefe de la bancada de asambleístas del MAS Román Loayza se apresuró al afirmar que el acuerdo al que arribaron los constituyentes de 11 organizaciones políticas (no firmaron Poder Democrático Social, Autonomía para Bolivia, Alianza Social y el Movimiento Andrés Ibáñez) garantiza los dos tercios que necesita el oficialismo para aprobar el texto de la nueva Carta Magna. Los partidos y alianzas se comprometieron a reencausar los debates y a aprobar los artículos de la nueva Constitución por dos tercios de voto. Sin embargo, hoy uno de los firmantes principales, el asambleísta y líder de la centroderechista Unidad Nacional Samuel Doria Medina, dijo que “hay interés de avanzar por el cambio, pero no firmamos cheques en blanco; habrá que discutir y ver qué características tiene ese cambio”.
En otro escenario, las instituciones paceñas invitaron a sus pares de Chuquisaca a dialogar sin condiciones este viernes en Cochabamba, aunque reiteraron que jamás permitirán que la sede de gobierno se mueva de La Paz. Si el Comité Interinstitucional de Chuquisaca acepta la invitación, exigirá el traslado del Poder Ejecutivo a la capital y el respeto al fallo de la Corte Superior de Distrito de Chuquisaca que ordena a la Asamblea reincorporar el debate de la capitalidad a las plenarias. Para complicar aún más las cosas, los siete miembros de la directiva de la Asamblea Constituyente determinaron no acatar la resolución de la Corte Superior de Distrito y anunciaron un juicio contra los vocales por prevaricato.
Con o sin “relanzamiento”, la Asamblea y el diálogo continuarán estancados. Muchos dirigentes sindicales y políticos afirman que el diálogo nació muerto. ¿Qué puede esperarse de la negociación con sectores políticos conservadores que bloquean cualquier propuesta de cambio, por más inofensiva que sea? ¿Acaso no hay riesgo de que se entibie aún más la “revolución democrática” en pos de la concertación? Es probable que se reforme una vez más la Constitución y el cambio revolucionario quede pendiente.