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PERÚ: TERREMOTOS Y MOVIMIENTOS SOCIALES
Por: Fernando Sánchez Cuadros.
(ARGENPRESS.info ). La medida de la importancia otorgada por las autoridades financieras de los países industrializados, las potencias capitalistas dominantes, a la inestabilidad financiera, por un lado, y a los problemas ancestrales de pobreza y miseria que asolan a una parte estremecedoramente grande de la humanidad, por otro lado, muestran cuan subordinada ha quedado la tercera parte de la consigna de la revolución francesa, ’fraternidad’ o solidaridad, y cuan distorsionada ha quedado la única parte que los poderes dominantes rescatan de lo que alguna vez fue la contribución revolucionaria de sus ancestros de clase al ’progreso’ de la humanidad: la libertad. La que prevalece hoy es la libertad de los grandes conglomerados a hacer negocios y aspirar a tasas de ganancia que no tengan límites, por eso se desrregula las finanzas, el comercio, los servicios y todo aquello que obligue al capital a rendir cuentas o incorporar los costos sociales y ambientales de sus acciones entre sus inversiones, lo que se ha dado en presentar como la libertad de acción de individuos que de otra forma no tendrían los incentivos para dar rienda suelta a su creatividad.
Las recientes Cumbres del G7 o las reuniones anuales del FMI y el Banco Mundial, así como las rondas de negociación de la OMC, muestran la naturaleza ruin del capitalismo y la miseria humana de los poderes fácticos. Pero nada como la combinación de dos hechos simultáneos en el tiempo para mostrar ese doble rasero imperante en la moral del centro dominante occidental: los bancos centrales de los países desarrollados dispusieron de más de 300 mil millones de dólares en menos de una semana para rescatar a los ’mercados financieros’ del próximo estallido de la burbuja hipotecaria en Estados Unidos. ¿Quién rescatará a las familias deudoras que están perdiendo sus casas en la barahúnda financiera desatada por la codicia de unos pocos? Por supuesto esta disposición a colaborar con el bienestar ¿de la humanidad o de los especuladores financieros? no va acompañada de los regaños proferidos a las naciones pobres cuando se les mezquina la reprogramación de deudas ilegítimas y de dudosa factura. Hay más que condescendencia con el autor de la crisis en que ha sido colocada la humanidad; con la coartada de la ’cooperación internacional’ se encubre las responsabilidades del gobierno, las corporaciones y autoridades financieras de Estados Unidos. En rigor lo que hay es complicidad. La UE y Japón no sólo se han beneficiado del rediseño del sistema económico mundial impuesto por Estados Unidos y sus aliados, sino que han contribuido a poner ’orden’ en las relaciones internacionales presionando al unísono por el desmantelamiento de los Estados en las naciones pobres y por la firma de tratados de ’libre’ comercio compelidos con la vaselina de las así llamadas reformas estructurales.
Por otra parte, vemos la ayuda entregada para mitigar el sufrimiento y las pérdidas de miles de afectados por el tsunami en el sur este de Asia o por el huracán Katrina que azoló el sur este de Estados Unidos y más recientemente los centenares de familias peruanas tras el terremoto que azotó el territorio peruano a lo largo y ancho, y nos encontramos con los severos límites de la ’ayuda humanitaria’. Al final de cuentas unos miles o cientos de miles de miserables no cuentan lo que las importantes riquezas de unos adictos a la adrenalina que apuestan en la ruleta financiera no su patrimonio, que encuentra generalmente la forma de quedar protegido de los riesgos en los que incurren, sino el bienestar de millones de personas que sin beneficio cargan con los costos porque les toco el papel de variables de ajuste en la ’compleja’ ecuación de la dominación y la explotación del capital.
¿Qué responsabilidad cabe al gobierno de Alan García en el desborde social en el que se está convirtiendo el desastre natural? No poca. El gobierno peruano se había abocado a imponer a sangre y fuego la agenda de los poderes fácticos globales y nativos cosechando con ello el repudio popular a sus políticas. Aplicado y obsecuente, García, buscó denodadamente que se aprobara el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y recibió el frío trato de la bancada Demócrata en el Congreso; obcecado como suele ser el presidente peruano intentó responder a la movilización de los trabajadores que exigían el cumplimiento de las promesas de campaña, con la represión y sólo consiguió perder aceptación y apoyo. En poco más de un año de gobierno García está depredando el capital político prestado por los dueños del Perú gracias a la mediación del escribiente Mario Vargas Llosa, que se esfuerza en mostrar que el Perú está mejor que nunca. El malestar en las zonas de desastre del centro sur de la costa peruana, sin duda está vinculado con la desesperación que provoca la pérdida de familiares y bienes; pero, el retraso en la llegada de la ayuda aviva el mal sabor de los recuerdos de la desenfrenada corrupción vivida en el primer gobierno aprista. ¿Se puede culpar a los peruanos por no confiar en el voluptuoso personaje que decidieron hacer su presidente en medio de miedos infundidos e infundados y masiva manipulación mediática? Sí, en parte y especialmente a los sectores ilustrados de la clase media. Sería deseable que la sociedad peruana comenzara a sacar las cuentas de lo que ha significado la seguidilla de gobiernos antipopulares desde que el general Velasco Alvarado fue depuesto con un golpe de Estado en octubre de 1968 y sepa identificar entre sus enemigos a esos actores políticos que han tenido la “habilidad” para mutar dentro de sus partidos al son que tocan los poderes fácticos o como tránsfugas oportunistas, así como identificar también a aquellos que montados en la crisis de los partidos fungen de salvadores. ¿Será casualidad que Alan García y el APRA funden una parte sustancial de su acción política en una alianza espuria con el fujimorismo? Los peruanos comienzan lentamente a darse cuenta que las mentiras difundidas contra el candidato Ollanta Humala en rigor buscaron tender una cortina de humo a las negociaciones y entuertos entre el García y Fujimori y aprovecharán el desastre natural para dar rienda suelta a emociones desencadenadas por una nueva decepción. Dar forma política a ese malestar requiere que la izquierda deje atrás sus reticencias a confrontarse con los poderes dominantes y supera las vacilaciones ante el sistema de dominación del capital. Para empezar, debe abandonar la monserga de lo políticamente correcto y optar por una política anticapitalista, superar su escozor ante gobiernos latinoamericanos que están mostrando decisión y claridad geoestratégica y política y superar los temores a romper con las políticas neoliberales y los dubitaciones ante la Concertación chilena, que lejos de convertirse en antichilenismo, como pretende el APRA en prematuro colapso político, se constituya en programa político alternativo al neoliberalismo. Fujimori, la derecha y el APRA son las fuerzas políticas de la dominación en el Perú. Ninguna alianza, ningún entendimiento, es posible con esas fuerzas. Los sectores antiimperialistas minoritarios en el APRA, que los hay, tendrán que esclarecer sus expectativas cada vez más defraudadas en torno a Alan García, mirando no sólo su sicopatología si no comprendiendo que su obstinación por el poder y la necesidad de aceptación forman parte de un mismo cuadro patológico que afecta sus decisiones políticas, y preguntarse seriamente si es posible aún que el APRA sea una fuerza de izquierda y optar en consecuencia. De lo contrario no habrá ayuda humanitaria que salve al Perú del caos y sus buenas cuentas macroeconómicas habrán mostrado que los costos en los que se incurrió para alcanzarlas en beneplácito del capital, regresarán como boomerang.