RUSIA Y ESTADOS UNIDOS, LA CONFRONTACIÓN
Víctor Pirozhenko.
Fondo de la Cultura Estratégica
El 27 de febrero, con las elecciones presidenciales de Rusia a la vista, Moskovskie Novosti publicó un artículo sobre política internacional de Vladimir Putin, que fue elegido en las elecciones del pasado 4 de marzo. Su visión sobre los problemas de política exterior y las perspectivas planteadas por él, provocaron respuestas y análisis en profundidad de todo el mundo.
Está claro que la mayoría de los desafíos que enfrenta Rusia a nivel internacional se derivan de la tendencia de EEUU de mantener a toda costa su monopolio en los asuntos mundiales, incluyendo el “derecho” a determinar el mapa político del mundo al gusto de Washington. En consecuencia, Rusia se enfrenta a los reiterados intentos de ser excluida del proceso para delinear una agenda política internacional con el objeto de rebajar fundamentalmente su status geopolítico.
Hasta ahora, EEUU parece rechazar la idea de que otros países deben ser tratados como socios igualitarios en el manejo de los problemas del mundo. Rusia es una potencia y una gran economía con un extenso territorio que abarca 1/7 del total mundial, que se extiende a través de dos continentes y que tiene accesos a dos océanos, que tiene derecho a sus propios intereses nacionales y aspiraciones geopolíticas y que tiene que tomar en serio las amenazas a su posición. Deberá también tenerse en cuenta en el contexto que al ser jugador clave en la política europea y mundial, durante el transcurso de siglos, esto se ha convertido en parte integral de la tradición política rusa. Putin hace hincapié en que “Rusia en general siempre ha disfrutado del privilegio de llevar adelante una política exterior independiente y esto es lo que continuará haciendo”. Otros países, aliados de Moscú o rivales geopolíticos, deben tener siempre presente que Rusia está preparada para defenderse y para defender a sus amigos, como también defender el principio general de igualdad de derechos en la política internacional, lo que significa que la libertad de maniobra disponible para sus pares no debe ser percibida como ilimitada si la seguridad de Rusia está en juego.
Sin duda alguna Moscú aun tiene que aportar a la formulación de las reglas del juego global que, entre otras, deben reflejar debidamente los intereses y opiniones propias de Rusia. Obviamente, estas reglas deben incluir lo siguiente:
1.- El principio de la inviolabilidad de la soberanía nacional.
2.- Universalidad de las normas que rigen la conducta internacional e inaceptabilidad de un doble rasero.
3.- Prioridad absoluta a la diplomacia en la resolución de conflictos y prohibición del uso desproporcionado de la fuerza
4.- Inaceptabilidad de las “intervenciones humanitarias”. Es un secreto a voces que en muchos casos las tasas de mortalidad relacionadas con las “intervenciones humanitarias” exceden con creces aquellas infligidas por regímenes condenados como dictatoriales y agredidos con el pretexto de proteger a la población civil. Tampoco debe escapar a los observadores el hecho que Washington ejerce un doble rasero cuando asegura que las intervenciones contra otros países son aceptables ya que los derechos humanos anulan la soberanía nacional pero jamás aceptaría que la soberanía de Estados Unidos sea cuestionada.
5.- El indivisible principio de la seguridad. Las reglas del juego propuestas por Rusia están en consonancia con los conceptos de equidad y seguridad a los cuales la mayoría de los países y naciones rápidamente se suscribirían. Por lo tanto, el enfoque de Rusia en las relaciones internacionales está garantizado que será comprendido en todo tiempo, especialmente en la actualidad cuando rutinariamente vemos como los principios que se supone mantienen al mundo estable son cínicamente apartados. Los valores morales que subyacen en las políticas promovidas por Moscú a la larga, se traducirán en su definitiva influencia a nivel mundial. La misión de la diplomacia rusa es la reinstauración de estos valores como base de la política internacional. Ningún país, excepto Rusia, tiene el potencial para hacerse cargo de delinear una nueva agenda y un código internacional que elimine cualquier forma de dictadura global.
Al ayudar a otros países a continuar siendo soberanos e independientes, y, durante el proceso, de manera coherente, invocar los principios señalados respecto de casos específicos, Rusia también refuerza su propia seguridad y paradójicamente, la de Occidente. Este arreglo representa el paradigma general conocido como la indivisibilidad de la seguridad. Por el contrario, los esfuerzos de EEUU por desplazar a Rusia y de tratar de imponerle un status de potencia secundaria, con frecuencia hace que Occidente lance iniciativas utópicas o que ponga en marcha campañas completamente irresponsables.
En primer lugar, EEUU está tratando de conseguir en la esfera militar una completa invulnerabilidad, incluyendo inmunidad a un ataque nuclear de represalia. Obviamente, la profunda motivación detrás de este empeño es evitar la destrucción mutua asegurada en un escenario de conflicto nuclear. Es probable que la elite norteamericana tema que algún día su país sea arrojado de la historia de manera parecida a cómo EEUU trató a Yugoslavia, Irak y Libia. EEUU está tratando de construir una defensa antimisiles global y, al mismo tiempo, trata de coaccionar a Rusia para que haga drásticos recortes en sus arsenales nucleares con la esperanza que las infraestructuras de defensa de misiles sean capaces de neutralizar al remanente disuasorio nuclear de Rusia. Es fácil darse cuenta que las conversaciones para el control de armas llegarán a un punto muerto si Washington persiste en esta estrategia, pero también queda claro, aun en este momento, que la completa invulnerabilidad de EEUU será siempre un objetivo ilusorio.
En segundo lugar, se tiene la impresión que EEUU y sus aliados europeos planean dejar a Rusia sin aliados ni socios comerciales mediante el derrocamiento de los regímenes amigos de Rusia en el mundo. La tendencia se puso de manifiesto en los casos de Irak, Libia, Siria e Irán, pero de igual manera se manifestaron bajo circunstancias de menor presión por ejemplo, cuando el gigante energético ruso Gazprom no obtuvo luz verde para la adquisición de la Opel, compañías rusas fueron también sancionadas (típicamente aquellas que figuran en el complejo industrial-militar) debido a transacciones con regímenes que están siendo presionados por Occidente y los legisladores europeos aprobaron leyes discriminatorias que afectaron a los proveedores rusos. Esta política acarrea particularmente un alto riesgo cuando se aplican al espacio post-soviético. El reciente estallido de agitación en Zhanaozen, Kazajstán y los intentos de socavar la estabilidad de Bielorrusia parecen reflejar la estrategia de largo alcance de Washington destinada a hacer fracasar de el proyecto para la integración Euroasiática. Washington considera que el cambio de régimen en algunas de las repúblicas post-soviéticas puede ralentizar la integración Euroasiática mientras que las elites locales en gran medida permanecen indecisas y la Unión Aduanera experimenta los inevitables problemas de la fase formativa.
En tercer lugar, de manera obvia, se están realizando acciones para desestabilizar Rusia al tiempo que Occidente ha puesto en movimiento su tecnología de revoluciones de terciopelo disfrazada de apoyo para una mayor democracia y participación política popular. El dinero está fluyendo en cantidades masivas hacia varias organizaciones no gubernamentales en Rusia como parte del paquete, mientras activistas de varios grupos son entrenados para movilizar los sectores correspondientes.
En cuarto lugar, Rusia se encuentra atacada por una meticulosamente planificada campaña de guerra desinformativa. Ha llegado el momento para que el gobierno ruso, la comunidad académica, los medios de difusión masiva y las agrupaciones de expertos, construyan en respuesta un amplio marco conceptual que se base en las posiciones de Moscú en los ámbitos de los estudios históricos, la cultura, los derechos humanos, etc. Una derrota en el campo de la propaganda sería inminente si Rusia continua hablando en el lenguaje conceptual occidental, con palabras clave como democracia, totalitarismo, estalinismo y autoritarismo, lo cual implica a priori una evaluación negativa de todos los aspectos de la experiencia histórica rusa y soviética. Al adoptar este lenguaje, el gobierno ruso y la comunidad académica quedan inermes frente a la guerra desinformativa de Occidente.
En quinto lugar, la política exterior de Rusia debe contar en su equipamiento de un convincente componente humanitario. La combinación de diplomacia, políticas informativas inteligentes y la popularización del idioma y la cultura rusa debería asistir a Moscú a adelantar sus metas de largo alcance internacional, especialmente en los territorios históricamente asociados con Rusia. “Debemos trabajar para reforzar la presencia educacional y cultural de Rusia en el mundo, especialmente en aquellos países donde una parte considerable de la población habla o comprende el ruso,” escribió Vladimir Putin. En todo caso, el curso de ruso debe descansar en la premisa que el tratamiento de las poblaciones de habla rusa –o las interpretaciones de la historia común que se ofrece en los países de la Comunidad de Estados Independiente-, no pertenecen exclusivamente al ámbito de los asuntos internos de los países respectivos. Dentro de la CEI el pasado histórico común se traduce automáticamente en perdurables y mutuos deberes de carácter moral y humanitario. Estos deberes incluyen el respeto por los derechos de los grupos de población de habla rusa originaria al tiempo que la disposición para oponerse concertadamente con Moscú a la marea de revisionismo histórico y debe servir como criterio de una verdadera disposición hacia Rusia y su pueblo. Los temas anteriores merecen un lugar permanente en la agenda diplomática rusa, especialmente con relación a Ucrania.
Rusia debe avanzar de manera decisiva sus propios principios en las relaciones internacionales y estar pronta a responder a cualquier infracción contra sus intereses nacionales. Moscú posee la capacidad que se necesita para que otros países respeten su posición en torno a la defensa antimisiles, el espacio post-soviético, el Medio Oriente, etc. Por ejemplo, la advertencia rusa de cerrar la Ruta Norte de Abastecimiento que se emplea para apoyar las operaciones de Occidente en Afganistán de seguro que alarmó a Washington y a las capitales europeas.
En la realidad, Rusia se ganará la amistad de un número creciente de países en todo el mundo promoviendo con firmeza sus principios en política internacional y sus intereses nacionales. En un mundo en que los principios sean respetados, Rusia obtendrá beneficios que sobrepasarán lejos el costo de restablecerse como potencia global que, de hecho, nunca ha dejado de ser.
(Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés)