7 de octubre de 2023

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Mauricio Hernández Noranbuena: ¿Partisano?

Por: Dino Pancani

24 de agosto de 2019

A 1992, año en que se secuestró al hijo del sedicioso Agustín Edward y había sido muerto Jaime Guzmán, Chile padecía leyes de amarre; la salud y las pensiones, parte del sistema educativo y la prensa estaba en manos de privados, incluso se puede sumar que, en desmedro de la prensa independiente, el Estado había salvado económicamente al duopolio de la prensa escrita. La constitución de Pinochet no era cuestionada, el sistema binominal se imponía; un senador que salía tercero podía desplazar al segundo, el caso de Jaime Guzmán es ilustrativo; obtuvo el 17% de los votos y fue senador, dejó fuera del hemiciclo a Ricardo Lagos que tuvo un 30%. Además, había senadores designados que impedían modificar el trazado legislativo dictatorial; el Consejo de Seguridad Nacional tenía la presencia de todos los Comandantes en Jefe de las FFAA y el Director de Carabineros, quienes, entre otros privilegios, podían acusar de abandono de deberes al Presidente de la República. Como corolario Pinochet era Comandante en Jefe del Ejército.

En 1991, Pinochet acuarteló al Ejército, realizó ejercicios militares frente a La Moneda para detener una investigación de corrupción en contra de su hijo, dos años después, realizó un nuevo levantamiento. Manuel Contreras andaba libre, junto a repudiables violadores de los derechos humanos y los pocos casos emblemáticos que medianamente han encontrado una verdad judicial (no así justicia) no se habían iniciado o no tenían sentencia. ¿Alguien con un mínimo de honradez intelectual podrá aseverar que vivíamos en democracia?

La muerte del arquitecto de la institucionalidad criminal de la Dictadura, Jaime Guzmán, y el secuestro de Cristián Edwards fueron acciones que se realizaron en ese contexto, uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo, pero no se puede obviar que se realizó en el marco de una impunidad brutal y de los cimientos de una Dictadura que había encontrado herederos, incluso, en quienes se habían declarado opositores en el pasado. De la derecha y su desvergüenza se espera que trate de empatar la muerte de Guzmán con los miles de asesinados en Dictadura, sin embargo, no es posible tolerarlo de quienes compartieron camino con Mauricio Hernández Noranbuena (no me refiero sólo a los rodriguistas) o de los jóvenes políticos que quieren habitar el domicilio de “las izquierdas” y su historia plagada de tragedias y luchas en defensa de la vida y los DDHH. No es suficiente declararse de izquierda, se deben cumplir, a lo menos, algunos mínimos éticos que se reflejan en el pensamiento y la acción. Mauricio Hernández Noranbuena, tuvo la valentía de luchar en contra de la Dictadura y eso Chile se lo debe, Mauricio Hernández Noranbuena, si cometió errores, los pagó con creces y hace mucho tiempo (con cárcel y tormentos) y ese criterio debe primar cuando se escriba sobre su figura y su accionar. Mauricio Hernández Noranbuena es la esencia de la canción “Bella ciao” y ese sentido en cualquier país del mundo es motivo de reconocimiento y gratitud.