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El movimiento de los Chalecos Amarillos y las tareas de los comunistas
Por: A-F
1. El movimiento Chalecos Amarillos ha estado en los titulares durante varias semanas, e impresiona por su novedad y potencia. Apareció en Francia, tras un aumento al precio de los combustibles y que fue la chispa que prendió fuego a los polvos.
El primer acto significativo de este movimiento fue el llamado a bloquear el país, a través de las redes sociales e independientemente de los partidos políticos y los sindicatos. La respuesta del pueblo francés fue masiva: según cifras del Ministerio del Interior -obviamente subestimadas-, cerca de 290.000 personas se manifestaron este 17 de noviembre del 2018 en unos 2.000 puntos de reunión en todo el país. Cientos de personas resultaron heridas, fueron arrestadas y puestas bajo custodia policial. Todo el territorio francés se vio afectado por esta primera movilización.
Las semanas siguientes vieron crecer el movimiento. Varios bloqueos (red de carreteras, depósitos de petróleo, zonas comerciales e industriales) y manifestaciones se sucedieron. Rara vez se han producido disturbios violentos de tal envergadura de manera parelela. Algunos de ellos han toma la forma de una insurrección. En la Isla de la Reunión, el Presidente Macron movilizó el ejército para aplastar los levantamientos. Los disturbios que se produjeron el sábado 1 de diciembre en París y en muchas otras ciudades francesas fueron particularmente explosivos e impresionantes: sólo en París, las unidades de CRS (empresas de seguridad republicanas) y CSI (empresas de seguridad e intervención de la prefectura de policía) utilizaron cerca de 10.000 granadas de todo tipo, por no hablar de las demás armas que se utilizaron. El Ministro del Interior no ha descartado el estado de emergencia.
Desde principios de diciembre, miles de estudiantes de bachillerato y, después de ellos, estudiantes universitarios se unieron al movimiento para apoyar las demandas de los Chalecos Amarillos, así como para protestar contra varias reformas educativas, incluyendo, en particular, la reforma del bachillerato y el aumento de los derechos de matrícula para los estudiantes extranjeros. Se bloquearon escuelas secundarias y universidades, así como se multiplicaron las manifestaciones, algunas de las cuales provocaron enfrentamientos con la policía.
Es evidente que el apoyo del pueblo francés al movimiento de los Chalecos Amarillos ha sido masivo desde el principio. Se estima que casi ocho de cada diez franceses lo apoyan. La mancha amarilla de aceite se ha extendido, en menor medida, a Bélgica (así como a otros países europeos). También han habido disturbios violentos (vehículos de la policía quemados, cócteles molotov lanzados a la policía).
En resumen, el movimiento de los Chalecos Amarillos ha seguido profundizando, expandiéndose y, en algunos de sus estratos, haciéndose más radical, y sumiendo al Estado francés en una profunda crisis. El miércoles 5 de diciembre, la lucha registró su primera victoria al hacer recular al gobierno. Tres días antes de una movilización de alto riesgo, el gobierno francés decidió suspender durante seis meses el aumento del precio de los combustibles, así como las nuevas normas de inspección técnica de los automóviles y la congelación de las tarifas de electricidad y gas durante el mismo período. El asustado Primer Ministro francés dijo lo siguiente: "Lo que está en juego es la seguridad de los franceses y de nuestras instituciones. Me gustaría hacer un llamamiento a la responsabilidad.»
2. El principal motor del movimiento es la clase obrera, pero también participa la clase media empobrecida: artesanos, autónomos y pequeños comerciantes. La repentina aparición de este movimiento es una señal de que la lucha de la clase obrera y, en general, de las masas, está avanzando hacia una nueva etapa de su desarrollo. En otras palabras, este movimiento revela que las masas están listas para un nivel más alto de lucha.
La explicación de esto se encuentra en los cambios que han ocurrido en la sociedad, en las condiciones de vida de la clase obrera y, en general, en las masas: el empobrecimiento de la mayoría de la población, el creciente desempleo; el progresivo desmantelamiento de las conquistas sociales por parte de una casta política cada vez más corrupta y capitalista; la explotación cada vez más brutal de los trabajadores por parte de la burguesía, todo ello posible gracias al oportunismo y a la actitud de espera de los sindicatos y partidos políticos.
Todo esto sólo podría conducir a un movimiento de masas, espontáneo, fuera del estrecho marco impuesto por los sindicatos y los partidos políticos. Emancipadas de este marco estrecho , las masas han demostrado, con un poder poco frecuente en la historia reciente de Francia, su espíritu de rebelión. La violencia revolucionaria mostrada por algunos de los Chalecos Amarillos es significativa en este sentido.
3. La total y masiva espontaneidad del movimiento de los Chalecos Amarillos envía una clara y fuerte señal a las burocracias que encabezan los principales sindicatos del país: las masas niegan la conciliación de clases. Las concesiones que anuncia ya el Ejecutivo francés muestra que la lucha de combativa permiter alcanzar mucho más de lo que los sindicatos pueden obtener con la negociación y la conciliación.
Por supuesto, la posición dirigentes de los principales sindicatos franceses sobre los Chalecos Amarillos ha sido totalmente superada por los acontecimientos, es simplemente lamentable. Tomemos por ejemplo la CGT (Confédération Générale du Travail), la Cfdt (Confédération française démocratique du travail) y la FO (Force Ouvrière).
En un comunicado del 31 de octubre de 2018, la CGT denunció el llamamiento al bloqueo del país el 17 de noviembre, con el pretexto de que se trataba de una "movilización de extrema derecha" y que podía dar lugar a una recuperación patronal (porque "detrás del "no aumento de impuestos", por ejemplo, hay un cierto número de empresarios que incluyen las cotizaciones sociales en -los- impuestos"). Esta posición, totalmente errónea, pero repetida en varias ocasiones (en particular el 16 de noviembre, la víspera de la primera gran movilización, por parte del Secretario General), se puso naturalmente en manos del Gobierno y, por lo tanto, causó un gran daño al movimiento.
Con el desarrollo de los acontecimientos, la dirección de la CGT se vio obligada a darse cuenta de que, si quería evitar ser ridiculizada, tendría que mostrar apoyo al movimiento. Es muy divertido ver las ridículas piruetas que siguieron. La lentitud y la falta de un plan de batalla sindical, hasta ahora, prueban que el sindicato está como paralizado y sin el mínimo vigor dejándose arrastrar por el movimiento.
La dirección del Cfdt, por su parte, expresó inicialmente su franca hostilidad: el 19 de noviembre, el secretario general del sindicato dijo que se trataba de prácticas preocupantes y de una "forma de totalitarismo". El 5 de noviembre de 2018, la dirección del sindicato tuvo que rectificarse a causa del éxito del movimiento e indicó que entendía y apoyaba a los empleados "que están mostrando su insatisfacción con un nuevo aumento de los precios del combustible", pero consideraban que "el llamamiento al bloqueo del 17 de noviembre no es la respuesta más adecuada" porque "la emergencia climática requiere un cambio de comportamiento que ya no podemos ignorar". Irónicamente, añadió que quería "medidas sociales para acompañar este aumento de los precios de los combustibles". Posteriormente, la dirección de la Cfdt tuvo que hacer más concesiones a los Chalecos Amarillos : hacia finales de noviembre, el Secretario General dijo que "debemos escucharlos" porque el movimiento revela "divisiones sociales". El 2 de diciembre, al día siguiente de un día explosivo, dijo: "No hay otro camino que el diálogo" (¡el "diálogo"!)...
Lo mismo ocurre con FO, cuyo Secretario General (elegido el pasado 22 de noviembre) declaró que "no nos manifestaremos con los "Chalecos Amarillos" porque llevamos los colores de FO, y los colores de FO no son amarillos, porque a nivel sindical el amarillo nunca ha tenido un buen público". Entiéndalo quién pueda.
El 5 de diciembre, el presidente Macron hizo un llamamiento a los partidos y sindicatos para que lancen un "llamado claro y explícito a la calma". Al día siguiente, los siete sindicatos más grandes, entre ellos la Cdft, la CGT y la FO, salieron prontos de manera servil a satisfacer los deseos del presidente. En una declaración conjunta, los sindicatos denuncian "toda forma de violencia como expresión de las reivindicaciones" de los Chalecos Amarillos. También sostienen que "el diálogo y el escuchar debe encontrar nuevamente su lugar". Dificilmente, los sindicatos pudieron haber caido más bajo.
También en Bélgica es evidente la lentitud y burocratismo de los sindicatos. La Secretaria General de la CSC (Confédération des syndicats chrétiens) dice que "comprende" a los Chalecos Amarillos (¡qué buena noticia!), pero se mantiene cautelosa ante las demandas "que no son claras". Pero, ¿qué más? El presidente de la FGTB (Fédération générale du travail de Belgique) justifica su cautela de la siguiente manera: "Comprendí que el movimiento no quería recuperarse y tienen razón".
En resumen, las dirigencias burocráticas de los principales sindicatos de Francia y Bélgica se están haciendo todo tipo de contorsiones para, en primer lugar, evitar ampliar aún más este movimiento (que es peligroso para las autoridades: de hecho, esto contradeciría su papel como conciliadores de clase, como vías de canalizacón para la ira de las masas) y, en segundo lugar, mantener las apariencias al tratar de sentar alguna presencia en el campo "Amarillo". Quieren su pastel y se lo comen también, así de claro.
4. Veamos la situación a nivel de los partidos políticos que se declaran de izquierda (nos limitaremos al Partido Socialista, al Partido Comunista francés y a la Francia Insubordinada) que, mas allá de las etiquetas, han perdido la necesaria sintonía con la ira de las masas.
El PS (Partido Socialista), es muy sencillo, solo susurró, susurró, susurró y susurró, con la punta de los labios, su apoyo a los Chalecos Amarillos. El PCF (Partido Comunista Francés) permaneció, inicialmente, en segundo plano; porque, en palabras de Guillaume Roubaud-Quashie, líder del partido, era "difícil tener una visión global" o, en palabras de André Chassaigne, líder del partido, "no queríamos ir a la recuperación". Solo cuando la necesidad de apoyar el movimiento se hizo evidente para todos, incluidos los más oportunistas, es que el PCF honró a los Chalecos Amarillos subiéndose al coche del movimiento (recinén el fin de semana del 24 y 25 de diciembre).
¿Y cómo les va a la FI (Francia Insubordinada) y a su figura principal, el Sr. Jean-Luc Mélenchon, el mediático "tribuno de la plebe" que obtuvo casi el 20% de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2017? En realidad, su posición es la de postración (una rima que cae por su peso), la de los seguidores y la conciliación, muy lejos de la espontaneidad de las masas, del movimiento. En otras palabras, su postura es absolutamente oportunista. El 29 de noviembre, el Sr. Mélenchon dio comentarios reveladores en una entrevista: "Estamos en vísperas de una revolución ciudadana. Sé cómo reconocer un movimiento revolucionario de otro. No voy a interferir en decir hacer esto y hacer aquello", "No les pido que hagan esto o aquello; ellos deciden". También condenó rotundamente todas las formas de violencia, lo cual también es significativo pero no sorprendente, sino más bien patético: "Personalmente, estoy a favor de una orientación absolutamente, radical, total y, en cualquier caso, no violenta. La violencia nunca nos ha servido; sirve de pretexto para nuestros oponentes y eso es todo".
En Bélgica, ¿cuál fue la reacción del PTB (Partido del Trabajo de Bélgica[1]), que actualmente es el mayor partido de la autodenominada izquierda radical de Bélgica? También apoya a los Chalecos Amarillos, sin llamar a una participación masiva en el movimiento. Claro que "comprende la ira de la gente", pero "no hay manera de recuperarla". Así, adoptó la postura de seguidores, de postración ante la espontaneidad de las masas. Como concluyó Marx, no se trata sólo ni principalmente de interpretar el mundo, sino de cambiarlo: mas estos partidos se estancan en la premisa de la pura comprensión, el intelectualismo fatuo y, finalmente, la demagogia y retórica de una inexistente izquierda radical partidaria.
5. Como se aprecia en lo anterior, dos características principales identifican el movimiento Chalecos Amarillos: su total espontaneidad, así como la alianza entre la clase obrera -la fuerza motriz del movimiento- y la clase media empobrecida.
La consecuencia previsible de la total espontaneidad de este movimiento es que sus reivindicaciones son dispersas, desestructuradas, imprecisas y a veces erróneas. Nada más lógico, por sus propias condiciones y características. A pesar de todo, sus constantes reivindicativas son correctas: pedir la dimisión del Presidente Macron, exigir justicia social y fiscal, aumentar los salarios, aumentar el trabajo de las masas desempleadas, entre varias otras. A medida que pasaron las semanas, el movimiento se vio obligado a llevar a cabo una estructuración mínima dentro de él. Las reclamaciones han comenzado a fijarse y, hasta cierto punto, a aclararse, y se han nombrado representantes. Esta reestructuración interna es, sin embargo, bastante limitada.
Al respecto, merece citarse en su totalidad un pasaje de un libro escrito por Lenin, "Examen de un debate sobre el derecho de las naciones a la libre determinación" (1916, capítulo 10: ’El levantamiento irlandés de 1916’):
"Quien espera una revolución social ’pura’ nunca vivirá lo suficiente para verla. Sólo es un revolucionario de palabra, que no entiende nada de lo que es una verdadera revolución. La revolución rusa de 1905 fue una revolución democrático-burguesa. Consistía en una serie de batallas libradas por todas las clases, grupos y elementos insatisfechos de la población. Entre ellos, había masas con los prejuicios más bárbaros, luchando por los objetivos más vagos y fantásticos; había pequeños grupos recibiendo dinero japonés; había especuladores y aventureros, etcétera. Objetivamente, el movimiento de masas sacudió al zarismo y allanó el camino para la democracia, y por eso los trabajadores conscientes estaban a la cabeza.
La revolución socialista en Europa sólo puede ser la explosión de la lucha de masas de los oprimidos e insatisfechos de todo tipo. Los elementos de la pequeña burguesía y los trabajadores atrasados participarán inevitablemente - sin esta participación, la lucha de masas no es posible, ninguna revolución es posible- y, de la misma manera, inevitablemente, traerán sus prejuicios, fantasías reaccionarias, debilidades y errores al movimiento. Pero, objetivamente, ellos atacarán al capital, y la vanguardia consciente de la revolución, el proletariado avanzado, que expresará esta verdad objetiva de una lucha de masas dispar, discordante y variada, a primera vista sin unidad, será capaz de unirla y dirigirla, conquistar el poder, tomar bancos, expropiar las grandes empresas odiadas por todos (¡aunque por diferentes razones!), y llevar a cabo otras medidas dictatoriales, cuyo resultado global será el derrocamiento de la burguesía y la victoria del socialismo, que no se ’purgará’ desde el principio, ni mucho menos, de la escoria pequeñoburguesa.”
Aunque el movimiento de los Chalecos Amarillos no puede ser descrito como una "revolución social", el razonamiento de Lenin en este pasaje es pertinente y aplicable. Elementos de la pequeña burguesía y los trabajadores políticamente atrasados participan en aquel, y aportan su parte de prejuicios y errores. Entre los elementos retrógrados de los trabajadores, encontramos, por ejemplo, algunos afincados en ideas de extrema derecha (sin embargo, son minoritarios, contrariamente a lo que sostiene la propaganda de los enemigos del movimiento). Hay quienes se le unen con sus reivindicaciones pequeñoburguesas, como la siguiente, tomada de la lista de reivindicaciones enviada hace poco por los representantes de los Chalecos Amarillos a los medios de comunicación y diputados franceses: "Prohibición de hacer pagar un impuesto a los comerciantes cuando sus clientes utilizan la tarjeta azul". Y, sin embargo, nada de lo anterior debe hacernos olvidar que, objetivamente, los Chalecos Amarillos atacan al capital y a sus representantes políticos.
6. Si sólo podemos alegrarnos de ver cómo se desarrolla este movimiento espontáneo y la creatividad de las masas, no debemos caer en el error, común a los partidos de la "izquierda radical", de postrarnos ante el movimiento espontáneo, de idealizarlo.
Es entonces cuando debe plantearse, con carácter de urgencia, la cuestión del papel de los comunistas revolucionarios y las tareas a largo plazo que les asigna el movimiento de los Chalecos Amarillos.
Una vez más, Lenin nos abrió el camino. La definición de las tareas de un movimiento de masas se precisa en su artículo "¿Qué hacer? ", de estas dos maneras:
"O nos inclinamos ante la espontaneidad de este movimiento, es decir, reducimos el papel de la socialdemocracia [’socialdemocracia’, en el sentido en que Lenin lo entendió en su momento: socialismo] al de un simple servidor del movimiento obrero como tal.... o admitimos que el movimiento de masas nos impone nuevas tareas teóricas, políticas y organizativas, mucho más complicadas de las que podíamos estar satisfechos?? antes de la aparición del movimiento de masas.”
Más adelante, Lenin añade lo siguiente:
"Cuanto mayor sea el impulso espontáneo de las masas, mayor será la difusión del movimiento, y más rápidamente se afirmará la necesidad de una alta conciencia en el trabajo teórico, político y organizativo de la socialdemocracia.”
Una cosa es cierta: ¡hoy este tipo de análisis y posiciones nos sirven! En primer lugar, por "conciencia" debemos entender la conciencia socialista (la teoría revolucionaria que constituye el socialismo científico); es decir, la conciencia de la misión histórica del proletariado, de la necesidad de que la clase obrera dirija la lucha contra toda la clase capitalista y contra el Estado del capital, y la necesidad de subordinar esta lucha a la conquista de la dictadura del proletariado y la transformación comunista de la sociedad. Esta conciencia socialista es, a la vez, brújula y arma en la lucha contra la burguesía. Sin esta conciencia, es decir, sin la teorización política desde la vanguardia, no puede haber movimiento revolucionario. Por eso, exaltar la espontaneidad de un movimiento de masas, sin preocuparse de hacerlo de forma políticamente consciente, es como desarmarlo frente a sus enemigos. Acorde con las múltiples y variadas experiencias a lo largo de la historia, cabe reconocer que la principal arma de un levantamiento popular victorioso es la ideología revolucionaria que lo sostiene.
La clase obrera, explica Lenin, no puede adquirir esta conciencia por sus propios esfuerzos. La conciencia socialista sólo puede llegar a él desde fuera. Este es, precisamente, el rol del Partido Comunista, en tanto partido de la clase obrera: llevar la conciencia socialista a la clase obrera y transformar su lucha espontánea en una lucha consciente (y organizada), hacerla avanzar a un nivel superior.
El movimiento de los Chalecos Amarillos, por su carácter espontáneo y masivo, recuerda a los comunistas revolucionarios que su tarea principal es organizar un partido obrero centralizado y autónomo, armado con la teoría revolucionaria y viva del marxismo-leninismo. Hay que recordar que, para ello, la publicación, por parte de los marxistas revolucionarios de un periódico político nacional tiene un papel esencial y crucial. Esta es la única manera, el primer paso, para construir y consolidar una organización política eficaz. Tal periódico aplicaría el marxismo a la situación histórica actual, y lo enriquecería con nuevas experiencias del movimiento revolucionario. En Bélgica, actualmente, no hay ningún periódico político nacional publicado por los marxistas revolucionarios o el partido comunista revolucionario. Así que todo tiene que ser construido. Y debemos darnos prisa porque, como vemos, las masas no están esperando. En cuanto a Francia, hay que demandar a los comunistas franceses que e ocupen de la cuestión.
7. Además de la enorme tarea, a largo plazo, que implica crear y sostener un periódico político nacional y un partido marxista revolucionario, los comunistas deben integrarse en los Chalecos Amarillos, apoyar con su presencia y activismo organizados las acciones y manifestaciones, ayudarlos a estructurarse y organizarse para enfrentar a sus enemigos de manera más efectiva, luchar contra la propaganda de estos. En resumen, dedicar su energía, fuerzas y creatividad a apoyar y desarrollar la lucha de las masas en acción. Deben motivar a los Chalecos Amarillos para que continúen la lucha; y no para que se conformen con las concesiones hechas por las autoridades, para calmarlos. Porque cuanto más lejos y más profunda sea la lucha, tanto más las masas en general y la clase obrera, en particular, ganarán confianza en sus propias fuerzas: una confianza crucial para las luchas venideras.
Por otro lado, es muy sencillo que los comunistas salgan al terreno y discutan con los Chalecos Amarillos; sin colocarse por encima de ellos, sino en igualdad de condiciones, para reunir sus experiencias, ideas y conocimientos con el fin de permanecer estrechamente conectados con la realidad objetiva, y poder actuar de la manera más justa y eficaz posible.
Finalmente, es necesario no sólo aprender de los Chalecos Amarillos, sino también intentar (en ausencia de una organización política o de un periódico, es necesario contar con los medios a bordo) "elevar su conciencia política, teniendo en cuenta su nivel", según las palabras de Mao Tse-tung; quien, probablemente incluso más que Lenin, provino de las masas mismas. Según Mao, es necesario "recoger las ideas de las masas, concentrarlas y llevarlas a las masas para que las apliquen con firmeza".
8. La contribución del movimiento de los Chalecos Amarillos es colosal en el sentido de que han demostrado que el pueblo está dispuesto a un nivel superior de lucha. De ahí que este movimiento requiera que los comunistas dediquen todas sus fuerzas a las múltiples y complejas tareas que les corresponden; en primer lugar, la creación de un periódico político nacional, con la perspectiva de formar un partido verdaderamente revolucionario, capaz de crear conciencia política y organizar las luchas venideras.
El futuro parece tormentoso y las masas no se detendrán allí. Su lucha continuará evolucionando, incansablemente, y afilando sus armas a medida que se desarrollen las rutas y las victorias. Corresponde a los comunistas cumplir con su papel.
De quoi le mouvement des Gilets jaunes est-il le nom et quelles tâches assigne-t-il aux communistes ?
Autor: A-F
1. Le mouvement des Gilets jaunes fait depuis plusieurs semaines la une des journaux et impressionne par son caractère inédit et puissant. Ce mouvement est apparu en France à la suite d’une augmentation de la taxation sur les carburants qui a constitué l’étincelle ayant mis le feu aux poudres.
Le premier acte marquant de ce mouvement a été l’appel au blocage du pays via les réseaux sociaux etce indépendamment des partis politiques et syndicats. La réponse du peuple français a été massive : selon les chiffres du ministère de l’Intérieur, qui sont évidemment sous-évalués,près de 290.000 personnes ont manifestéle 17 novembre 2018 sur environ 2000 points de rassemblement aux quatre coins du pays. Des centaines de blessés, d’interpellations et de placements en garde à vue ont été recensés. L’ensemble du territoire français a été touché par cette première mobilisation.
Les semaines qui ont suivi ont vu le mouvement croitre. Actions de blocages variées (réseau routier, dépôts pétroliers, zones commerciales et industrielles, etc.) et manifestations se sont succédé. Des émeutes d’une violence et d’une puissance raresont éclaté. Certaines ont pris des allures tout bonnement insurrectionnelles.Sur l’île de la Réunion, le président Macron a ainsi mobilisé l’armée pour écraser les soulèvements. Lesémeutes qui se sont dérouléesle samedi 1er décembre à Paris et dans de nombreuses autres villes françaises ont été particulièrement explosives et impressionnantes : rien qu’à Paris, les unités de CRS (compagnies républicaines de sécurité) et de CSI (compagnies de sécurisation et d’intervention de la préfecture de police) ont fait usage de près de 10.000 grenades de tout type, sans parler des autres armes qui ont été employées. Le ministre de l’Intérieur n’a d’ailleurs pas exclu l’instauration de l’état d’urgence.
A partir du début du mois de décembre, des milliers de lycéenset, à leur suite, d’étudiants se sont joints au mouvement pour soutenir les revendications des gilets jaunes ainsi que pour protester contre différentes réformes dans l’éducation dont, notamment, la réforme du bac etla hausse des frais d’inscription pour les étudiants étrangers. Ilsont procédé à des blocages de lycées et d’universitésainsi qu’à des manifestations, dont certaines ont débouché sur des heurts avec la police. Il est clair que le soutien du peuple français à l’égard du mouvement des Gilets jaunes est colossal, et ce depuis le début. On estime que près de huit Français sur dix le soutiennent.
La tâche d’huile jaune s’est étendue, en des proportions moindres,à la Belgique (ainsi qu’à d’autres pays européens).Des émeutes d’une grande violence y ont également éclaté (véhicules de police incendiés, cocktails Molotov lancés sur la police, etc.).
En résumé, le mouvement des Gilets jaunesn’a cessé de s’approfondir, s’étendre ainsi que, pour certaines de ses couches, se radicaliser et a plongé l’Etat français dans une crise politiqueprofonde.
A quelques jours d’une mobilisation à haut risque prévue le 8 décembre, le mouvement a enregistré sa première grande victoire en faisant reculer le gouvernement. L’exécutif français a annulé, pour l’année 2019, la fameuse hausse de la taxation sur les carburants. Il a en outre décidé de suspendre pour six mois l’augmentation des prix de l’électricité et du gaz et de reporter l’alourdissement des conditions de contrôle technique sur les automobiles. Ce n’est pas tout : il a annoncé une hausse du salaire minimum en janvier 2019 de 1,8% ainsi qu’une série d’autres mesures favorables à la population.La frayeur du gouvernement est palpable, ainsi qu’en attestent notamment les propos du premier ministre français : « Ce qui est en jeu, c’est la sécurité des Français et nos institutions. Je lance ici un appel à la responsabilité. »
Le 7 décembre, cela a été au tour des Gilets jaunes belges de voir leur lutte payer : le gouvernement a décidé de ne pas indexer le prix du diesel et de l’essence l’année prochaine.
2. Le fait quele terreau de ce mouvement – dont le gros des rangs et la force motrice principale constitue la classe ouvrière mais auquel la classe moyenne paupérisée (artisans, indépendants, petits commerçants…) prend également part– dépasse infiniment la hausse de la taxation des carburants est, aujourd’hui, un véritable truisme. En réalité, l’apparition soudaine de ce mouvement est le signe que la lutte de la classe ouvrière et, plus généralement, des masses, entre dans une nouvelle étape de son développement. Autrement dit, ce mouvement révèle que les masses sont prêtes à un niveau supérieur de lutte.
L’explication réside dans les changements survenus au sein de la société, dans les conditions d’existence de la classe ouvrière et, plus généralement, des masses : l’appauvrissement de la majeure partie de la population, le chômage de masse croissant, la démolition progressive,par une caste politique toujours plus corrompue et inféodée au capital,des acquis sociaux,l’exploitation de plus en plus brutale des travailleurs par la bourgeoisie,le tout rendu possible par l’opportunisme et l’attentisme des syndicats et des partis politiques en paroles, mais uniquement en paroles,du côté des masses laborieuses, etc.
Tout ceci ne pouvait que tout naturellement mener à un mouvement de masse, spontané, hors du cadre étroit imposé par les syndicats et partis politiques. Emancipées de ce cadre étroit, canalisateur, les masses ont manifesté, avec une puissance rare dans l’histoire récente de France et de Belgique, leur esprit de révolte. La violence révolutionnaire observée chez une partie des Gilets jaunes est à cet égard significative.
3. La spontanéité totale et massive du mouvement des Gilets jaunes envoie un signal clair et fort aux bureaucraties au sommet des principaux syndicats du pays : les masses désavouent la conciliation de classes et la canalisation de la colère qu’elles mènent. Le recul net de l’exécutif, quelques semaines seulement après le début du mouvement, montre en outre que la lutte des masses paie et permet d’aller bien au-delà de ce que les syndicats peuvent obtenir par la négociation et la conciliation.
Bien entendu,la positionsur les Gilets jaunes des dirigeants des principauxsyndicats français, totalement dépassés par les événements,est à la hauteur de ce que l’on pouvait en attendre : platement lamentable. Prenons par exemple la CGT (Confédération Générale du Travail), la Cfdt (Confédération française démocratique du travail) et FO (Force Ouvrière).
La CGT a, dans un communiqué du 31 octobre 2018, dénoncé l’appel au blocage du pays le 17 novembreen soutenant, en guise de prétexte, que la mobilisation était une « mobilisation d’extrême droite » et qu’elle pouvait donner lieu à des récupérations patronales (car « derrière le ‘non à l’augmentation des taxes’, il y a un certain nombre de patrons qui dans (les) taxes mettent les cotisations sociales par exemple »). Cette prise de position,entièrement erronée et qui a pourtant été répétée à plusieurs reprises (notamment le 16 novembre, soit la veille de la première grande mobilisation, par le secrétaire général),a naturellement fait le jeu du gouvernement et donc beaucoup de tort au mouvement.
Avec le développement du mouvement, la direction de la CGT a été forcée de se rendre compte que si elle voulait éviter d’être mise au pilori, elle devrait, d’une manière ou d’une autre,apporter du soutien aux masses en lutte. Il est très amusant d’observer lesridicules et laborieuses pirouettes qui s’en sont suivies.La lenteur et l’absence, jusqu’à présent, de plan de bataille du syndicat sont la démonstration qu’il se traine, à contrecœur et sans la moindre vigueur, à la remorque du mouvement.
La direction de la Cfdt a quant à elle, dans un premier temps, exprimé son hostilité franche à l’égard du mouvement : le 19 novembre, le secrétaire général du syndicat a déclaré y voir des pratiques inquiétantes et une « forme de totalitarisme ». Le 5 novembre 2018,la direction du syndicat a dû se contorsionner une première fois en raison du succès du mouvement et a indiqué comprendre et soutenir les salariés « qui manifestent leur mécontentement face à une nouvelle hausse des prix du carburant » mais…considérer que « l’appel au blocage du 17 novembre n’est pas la réponse la plus adaptée » car « l’urgence climatique nécessite un changement de comportement dont nous ne pouvons plus faire l’économie ». Cerise sur le gâteau, elle a ajouté demander « que des mesures sociales accompagnent cette augmentation des prix du carburant »…Par la suite, ellea dû une nouvelle fois faire des concessions aux Gilets jaunes : vers la fin du mois de novembre, le secrétaire général a affirmé qu’« il faut les écouter » car le mouvement révèle des « fractures sociales ». Le 2 décembre, lendemain d’une journée explosive, il a cependant déclaré « Il n’y a pas d’autre voie que le dialogue » (le « dialogue » !)…
Même son de cloche chez FO, dont le secrétaire général (élu le 22 novembre dernier) a affirmé « on ne manifestera pas avec les ‘gilets jaunes’ parce que nous, nous portons les couleurs de FO, et les couleurs de FO, ce n’est pas le jaune parce que sur le plan syndical, le jaune n’a jamais eu bonne audience ». Comprenne qui pourra.
Le 5 décembre, le président Macron avait sollicité des partis politiques et des syndicats qu’ils lancent un « appel clair et explicite au calme »…Le lendemain, répondant avec une servilité éhontée à cet appel, les sept principaux syndicats, dont la Cdft, la CGT et FO, ont dénoncé, dans une déclaration commune, « toute forme de violence dans l’expression de revendications » des Gilets jaunes, tout en ajoutant que « Le dialogue et l’écoute doivent retrouver leur place » dans le pays.Tomber plus bas, ils ne le pourront que difficilement.
En Belgique également, la lenteur et l’attentisme des syndicats sont patents. La secrétaire générale de la CSC (Confédération des syndicats chrétiens) dit « comprendre » les Gilets jaunes (quelle bonne nouvelle !) mais reste prudente en raison de revendications « qui ne sont pas claires ». Mais encore ? Le président de la FGTB (Fédération générale du travail de Belgique) justifie quant à lui sa prudence [lire : sa frilosité] de la manière suivante : « J’ai cru comprendre que le mouvement ne voulait pas être récupéré et ils ont raison ». La messe est dite.
En résumé, les bureaucraties à la tête des principaux syndicats de France et de Belgique se contorsionnent jusqu’au déchirement pour, premièrement,en bons conciliateurs de classes et canalisateurs de la colère des masses,modérer et contenir au maximum cemouvement dangereux pour les autoritéset, deuxièmement, garder la face en tentant d’apparaitre dans le camp des « Jaunes ».
4. Voyons la situation au niveau des partis politiques se déclarant à gauche (nous nous bornerons au parti socialiste, au parti communiste français et à la France insoumise) qui, tous autant qu’ils sont, ont raté le coche de la colère des masses.
Le PS (parti socialiste), c’est très simple, n’a fait que chuchoter, murmurer, du bout des lèvres, son soutien aux Gilets jaunes.
Le PCF (parti communiste français) est dans un premier temps resté en retrait car, selon les mots de M. Guillaume Roubaud-Quashie, un dirigeant du parti, il était « difficile d’avoir une vision globale » ou encore, selon les mots de M. André Chassaigne, chef de file des députés du parti, « on ne voulait pas verser dans la récupération ». Il a fallu que la nécessité de soutenir le mouvement apparaisse claire comme de l’eau de roche aux yeux de tous, y compris aux yeux des plus opportunistes, pour que le PCF fasse l’honneur aux Gilets jaunes de s’attacher en remorque, à leur arrière-train (le week-end du 24 et 25 décembre) !
Et comment se porte le FI (France insoumise)et sa figure de proue, M. Jean-Luc Mélenchon, le célèbre « tribun de la plèbe »ayant obtenu près de 20% des votes au premier tour des élections présidentielles de 2017? Après des hésitations au départ, il soutient aujourd’hui le mouvement, sans toutefois appeler à une participation massive (position très confortable et peu risquée !). En réalité, sa position est celle de la prosternation, du suivisme, face à la spontanéité des masses, du mouvement. Autrement dit, sa posture est absolument opportuniste. Le 29 novembre, M. Mélenchon a tenu dans une interview une série de propos révélateurs : « Nous sommes à la veille d’une révolution citoyenne. […] Je sais reconnaitre un mouvement de type révolutionnaire d’un autre. Je ne me mêlerai pas de dire faites ceci et faites cela », « Je ne leur demande pas de faire ceci ou cela ; c’est eux qui décident ». Il a également condamné purement et simplement toute forme de violence, ce qui est également lourd de sens mais peu étonnant et un rien amusant : « Personnellement, je suis pour une orientation absolument, radicalement, totalement et dans tous les cas non violente. La violence ne nous a jamais servi ; elle sert de prétexte à nos adversaires et c’est tout ».
En Belgique, quelle a été la réaction du PTB (Parti du Travail de Belgique), qui est actuellement le plus important parti « radicalement à gauche » de Belgique ? Lui aussi soutient les Gilets jaunes sans appeler à une participation massive au mouvement. Il « comprend la colère des gens » mais « pas question de le récupérer ». Ainsi, il a en réalité fait sienne la posture du suivisme, de la prosternation devant la spontanéité des masses.
5. Comme cela ressort des développements qui précèdent, on peut dégager deux principaux traits caractéristiques du mouvement des Gilets jaunes : sa spontanéité totale et l’alliance entre la classe ouvrière, force motrice du mouvement, et la classe moyenne paupérisée.
La spontanéité totale du mouvement a pour implication naturelle que ses revendications sont éparses, non structurées, imprécises et parfois erronées. Il n’y a rien de plus logique. Malgré tout, les constantes qui s’en dégagent sont justes : réclamer la démission du président Macron, exiger de la justice sociale et fiscale, l’augmentation des salaires, du travail pour les masses au chômage, etc. Les semaines passant, le mouvement a été contraint de procéder à une structuration minimale en son sein. Les revendications ont commencé, dans une certaine mesure, à se fixer et à se préciser et des représentants ont été désignés.Cette structuration interne reste très limitée.
Un passage d’un ouvrage écrit par Lénine (Bilan d’une discussion sur le droit des nations à disposer d’elles-mêmes, 1916, chapitre 10 : L’insurrection irlandaise de 1916), passage particulièrement de circonstance, mérite d’être ici retranscrit dans son intégralité :
« Quiconque attend une révolution sociale "pure" ne vivra jamais assez longtemps pour la voir. Il n’est qu’un révolutionnaire en paroles qui ne comprend rien à ce qu’est une véritable révolution.
La révolution russe de 1905 a été une révolution dé¬mocratique bourgeoise. Elle a consisté en une série de batailles livrées par toutes les classes, groupes et éléments mécontents de la population. Parmi eux, il y avait des masses aux préjugés les plus barbares, luttant pour les objectifs les plus vagues et les plus fantastiques, il y avait des groupuscules qui recevaient de l’argent japonais, il y avait des spéculateurs et des aventuriers, etc. Objecti¬vement, le mouvement des masses ébranlait le tsarisme et frayait la voie à la démocratie, et c’est pourquoi les ouvriers conscients étaient à sa tête.
La révolution socialiste en Europe ne peut pas être autre chose que l’explosion de la lutte de masse des op¬primés et mécontents de toute espèce. Des éléments de la petite bourgeoisie et des ouvriers arriérés y participeront inévitablement - sans cette participation, la lutte de masse n’est pas possible, aucune révolution n’est possi¬ble - et, tout aussi inévitablement, ils apporteront au mouvement leurs préjugés, leurs fantaisies réactionnai¬res, leurs faiblesses et leurs erreurs. Mais, objectivement, ils s’attaqueront au capital, et l’avant-garde consciente de la révolution, le prolétariat avancé, qui exprimera cette vérité objective d’une lutte de masse disparate, discor-dante, bigarrée, à première vue sans unité, pourra l’unir et l’orienter, conquérir le pouvoir, s’emparer des ban¬ques, exproprier les trusts haïs de tous (bien que pour des raisons différentes !) et réaliser d’autres mesures dicta¬toriales dont l’ensemble aura pour résultat le renversement de la bourgeoisie et la victoire du socialisme, laquelle ne "s’épurera" pas d’emblée, tant s’en faut, des scories petites-bourgeoises».
Bien que l’on ne puisse qualifier le mouvement des Gilets jaunes de « révolution sociale », les raisonnements exprimés par Lénine dans ce passage trouvent à s’appliquer. Des éléments de la petite bourgeoisie et des ouvriers arriérés y prennent part et apportent leur lot de préjugés et erreurs. Parmi les éléments arriérés des ouvriers, on en trouvera, par exemple, certains gagnés aux idées d’extrême droite (ils sont cependant très minoritaires, contrairement à ce que soutient la propagande des ennemis du mouvement). D’autresélémentsintègrent le mouvement avec leurs revendications petites bourgeoises comme, en guise d’illustration, la suivante, tirée de la liste des revendicationsrécemment adressées par les représentants des Gilets jaunes aux médias et aux députés français: « Interdiction de faire payer aux commerçants une taxe lorsque leurs clients utilisent la carte bleue ». Tout ceci ne doit pas faireoublier qu’objectivement, ils s’attaquent au capital et à ses représentants politiques.
6. Si l’on ne peut que se réjouir de voir ce mouvement spontané etla créativité des masses se développer, il ne faut pas tomber dans l’erreur, commune aux partis de « gauche radicale », consistant à se prosternerdevant le mouvement spontané, à le diviniser. C’est ici que doivent se poser la question du rôle général des communistes révolutionnaires et celle des tâches, à long terme,que leur assigne le mouvement des Gilets jaunes.
A nouveau, Lénine a déblayé le terrain pour nous :
La définition des tâches par un mouvement de masse peut être comprise, explique-t-il dans son « Que faire ? », de deux façons :
« […]ou bien l’on s’incline devant la spontanéité de ce mouvement, c’est-à-dire que l’on ramène le rôle de la social-démocratie [social-démocratie au sens où Lénine l’entendait à l’époque] à celui d’une simple servante du mouvement ouvrier comme tel […] ou bien l’on admet que le mouvement de masse nous impose de nouvelles tâches théoriques, politiques et d’organisation, beaucoup plus compliquées que celles dont on pouvait se contenter avant l’apparition du mouvement de masse. »
Plus loin dans l’ouvrage, Lénine écrit que
« Plus grand est l’élan spontané des masses, plus le mouvement prend d’extension, et plus vite encore s’affirme la nécessité d’une haute conscience dans le travail théorique, politique et d’organisation de la social-démocratie. »
Une chose est sûre : nous sommes aujourd’hui servis !
Tout d’abord, par « conscience », il faut ici comprendre la conscience socialiste (la théorie révolutionnaire que constitue le socialisme scientifique), c’est-à-dire la conscience de la mission historique du prolétariat, de la nécessité pour la classe ouvrière de diriger la lutte contre la classe capitaliste tout entière et contre l’Etat du Capital et de la nécessité de subordonner cette lutte à la conquête de la dictature du prolétariat et la transformation communiste de la société. Cette conscience socialiste est à la fois boussole etarme dans la lutte contre la bourgeoisie.Sans cette conscience, c’est-à-dire la théorie révolutionnaire, d’avant-garde, il ne peut y avoir de mouvement révolutionnaire. C’est pourquoi exalter la spontanéité d’un mouvement de masse sans se préoccuper de le rendre conscient revient à le désarmer face à ses ennemis.
La classe ouvrière, nous a expliqué Lénine,ne peut acquérir cette conscience par ses seules forces. La conscience socialiste ne peut lui venir que du dehors. C’est précisément le rôle du parti communiste, parti de la classe ouvrière, que d’apporter la conscience socialiste au sein de la classe ouvrière et de transformer sa lutte spontanée en une lutte consciente (et organisée).
Le mouvementdes Gilets jaunes, par son caractère spontané et de masseet en tant qu’étape dans le développement de la lutte des masses,rappelledoncaux communistes révolutionnaires qu’ils ont pour tâche principaled’organiser un parti ouvrier, centralisé et autonome, armé de la théorie révolutionnaire et vivante que constitue le marxisme-léninisme. Il faut rappeler qu’à cette fin, l’édition, par les marxistes révolutionnaires, d’un journal politique nationala un rôle essentiel, crucial. C’est l’unique moyen et la première étape pour monter une organisation politique solide. Un pareil journal aurait pour vocation d’appliquer le marxisme à la situation historique actuelle et de l’enrichir des expériences nouvelles du mouvement révolutionnaire. En Belgique, il n’y a à ce jour ni journal politique national édité par les marxistes révolutionnaires, ni parti communiste révolutionnaire. Tout est donc à construire. Et il faut se hâter car, comme on le voit aujourd’hui, les masses n’attendent pas. Concernant la France, l’auteur de cet article laisse aux communistes français le soin de traiter la question.
7. Outre ce travailénorme, à long terme, qui consiste à créer un journal politique national et un parti marxiste révolutionnaire, les communistes doivent, s’ils veulent pouvoir être appelés communistes, s’intégrer aux Gilets jaunes, soutenir physiquement leurs actions et manifestations, les orienter,contribuer à les structurer et les organiser pour affronter plus efficacement leurs ennemis,lutter contre la propagande de ces derniers. En bref, ils doivent consacrer leur énergie, leurs forces et leur créativité à soutenir, affûter et développer la lutte des masses en action. Ils doivent pousser les Gilets jaunes à poursuivre le combat, à ne pas se satisfaire des concessions faites par les autorités pour les calmer car plus le combat ira loinet sera profond, plus les masses en général et la classe ouvrière en particulier prendront confiance en leurs propres forces, confiance cruciale pour les luttes à venir.
Il incombe par ailleurs aux communistes, très simplement, d’aller sur le terrain discuter avec les Gilets jaunes d’égal à égal, sans se placer au-dessus d’eux et avec humilité, de récolter leurs expériences, leurs idées, leurs connaissancesafin de rester en connexion étroiteavec la réalité objective et de pouvoir agir le plus justement possible. Enfin, il faut non seulement apprendre des Gilets jaunes mais en outre tâcher (à défaut d’organisation politique ou de journal, il faut procéderavec les moyens du bord)de les éveiller, d’élever leur conscience politique en tenant compte de leur niveau.
8. L’apport du mouvement des Gilets jaunes est colossal en ce qu’il aura montré que les masses sont prêtes à un niveau supérieur de lutte. Ce mouvement impose aux communistesde consacrer toutes leurs forces aux lourdes tâches qui leur incombent, au premier rang desquelles se trouve la création d’un journal politique national en vue de la constitution d’un parti révolutionnaire capable de conscientiser, organiser et diriger les luttes à venir.
L’avenir s’annonce orageux et les masses n’en resteront pas là. Leur lutte va poursuivreinlassablementson évolution et affûter ses armes au gré des déroutes et des victoires. Aux communistes de remplir leur rôle.
[Rédaction clôturée le 7 décembre 2018 à 20h00.]