19 de septiembre de 2024

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LA DEUDA INTERNACIONAL EN EL NUEVO SIGLO

Por: Oscar Ugarteche.

29 de julio de 2007

(ALAI AMLATINA). Estamos en un cambio de época. El multilateralismo como lo conocíamos ha dejado de funcionar en la esfera internacional, y la economía mundial navega dentro de un nuevo orden político y social que se está construyendo bilateral, plurilateral y regionalmente. Sabemos que es un cambio de época porque las teorías que sirven para explicar el pasado no nos ayudan a predecir el futuro. La llamada economía de mercado que prevaleció hasta 1930 regresó en la década de los años 80 para anunciarnos aulicamente que la ley del más fuerte es la que rige y que el Poder abusará del mismo todo lo que pueda hasta donde se dejen los actores políticos y sociales En particular en lo financiero internacional.

Lo que ha ocurrido en América Latina desde el inicio de la crisis de la deuda

En el pasado cuarto de siglo se transfirieron activos del Estado al capital extranjero, se permitió la existencia de monopolios privados “autorregulados” y sobre todo, se dejó desprotegido todo lo que tiene que ver con El Trabajo, para favorecer todo lo que tiene que ver con El Capital, en el nombre de la deuda externa. Se privatizó, nacionalizó y reprivatizó la banca de los países, habiendo desaparecido tanto la banca pública como la banca nacional. Se “flexibilizó” el mercado de trabajo y se denunció a los sindicatos como monopolios del salario. De la suma de todo esto, resulta la inmensa concentración del ingreso dentro de todos los países y en el mundo en general.

La variable gravitante hoy es la financiera que es el método a través del cual se traslada la riqueza de un lugar a otro y de una esfera a otra. La pobreza en el mundo de hoy es, en parte, fruto de las políticas concentradoras de riqueza. Mejores precios para los productos del campo, mejores salarios, un funcionamiento adecuado de los sindicatos, permitiría una mejor distribución del ingreso desde la producción misma. Políticas productivas sectoriales orientadas a la generación de valor agregado y de empleo serían el modo de tener crecimiento sostenido y mejora de los ingresos de la población. Pero esto no es lo que quieren los organismos financieros internacionales ni las elites latinoamericanas, ni, en muchos países, la clase política.

No hay la menor duda que la riqueza se trasladó de los países del Sur al Norte a través de la deuda externa y que los mecanismos de renegociación estaban orientados a ese fin. Fue en 1981 que América Latina cambió su curso convergente hacia la economía más rica y se comenzó a alejar. La distancia entre América latina y Estados Unidos en 1981 era de 6 veces el ingreso, al 2004 es de 9.5 veces. La excepción es Chile que sigue el curso inverso. Si la crisis de la deuda y la transferencia de capitales de los ochenta marcaron el cambio de la convergencia a la divergencia, las reformas estructurales de los noventa la acentuaron. Esta no es una falla teórica sino el objeto de las políticas así llamadas neoliberales para la globalización.

El papel de las IFI’s: recapitulando

El alza unilateral de la tasa de interés estadounidense en 1981 por efecto de una política fiscal expansiva y una política monetaria contractiva llevó al mundo en desarrollo a una crisis de la balanza de pagos. El costo de los créditos contratados en interés variable subió de aproximadamente cero a medidos de los años 70 en términos reales, libres de inflación, a 8% por las políticas domésticas de Estados Unidos. Éstas siempre se toman sin mirar al espejo retrovisor y no se fijan en todos los países que usan créditos en montos sustantivos y el impacto que pueden tener. Hay que recordar lo que dice John Perkins cuando habla de que lo enviaba el Gobierno de Estados Unidos a vender proyectos sobredimensionados para que los gobiernos de los países en desarrollo contrataran créditos y obras inútiles en los años setenta, críticos para la economía de Estados Unidos.

El papel del Fondo Monetario Internacional (FMI) y luego del Banco Mundial (BM) y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en las décadas del 70 en adelante fue ordenar el mundo para el traslado de la riqueza de un lugar a otro. Desde los desmontajes de los aparatos productivos, la precarización del empleo, la privatización de la seguridad social, la salud y la educación, la ley de un solo precio sirvió para desmantelar lo que se construyó desde el inicio de la república en América Latina.

Si las reglas fueran homogéneas y el suelo fuera parejo, no habría traslado de recursos de un lugar a otro. La arquitectura financiera internacional se diseñó para que hubiera dos reglas, una para los ricos y otra para el resto. En breve, en la parte macroeconómica, el G7 es donde se coordinan las políticas entre los gobiernos de las 7 economías más ricas. En el FMI es donde se hace lo propio para las 180 restantes. Son dos reglas del juego que han sido abusadas y que quizás, por fatiga, se hizo patente en Tailandia. Lo que se venía diciendo en América Latina desde los años 70 lo dijo Joseph Stiglitz en el año 1999 y ya que habla y escribe en inglés, lo escucharon.

La nueva tendencia hacia la regionalización financiera

El abuso de la arquitectura financiera existente, por parte de algunas economías grandes, y su creciente inutilidad y desprestigio llevó a que los miembros de la Unión Europea, primero, se organizaran en una región financiera con instituciones completas, fondo de estabilización, unidad de cuentas para el comercio y banco de desarrollo. Ante la frustración asiática a fines de la década del 90, en que tuvieron que mandar al FMI y su gente de regreso a Washington para evitar que les hicieran más daño, el gobierno japonés, primero, y luego los otros asiáticos propusieron un fondo monetario regional. Esto es lo que se conoce como el Acuerdo de Chiang Mai que incluye a 17 países: los 14 de la Asociación de Naciones del Sur Este Asiático (ASEAN) + 3: China, Japón y Corea del Sur. Es decir, todos los asiáticos menos la India. Ellos han incluido un fondo de emisión de bonos para abaratar el costo de los mismos porque, al tener garantías en común bajas, los márgenes sobre la tasa de interés básica que se le traslada tal cual al gobierno que emite los bonos. Los europeos no lo tienen porque hasta ahora no lo han necesitado pero con la incorporación de Europa del este podría serles útil.

En América Latina pasaron dos cosas: primero, desde mediados de los años 90, se inició el traslado del mercado de bonos del exterior en dólares al interior, sea en dólares o moneda nacional. El objeto de la moneda nacional es reducir el riesgo cambiario aunque al costo de plazos más cortos y tasas de interés levemente más elevadas. Los recursos salen mayormente de los fondos previsionales privados que se introdujeron en la década de los años 90 y que no tienen donde colocar sus fondos.

Segundo, en Sudamérica, el Banco del Sur, iniciativa impulsada por el gobierno de Venezuela, tomó dinámica propia y pasó de ser una cosa aislada, como el fondo monetario asiático cuando lo lanzó Japón, a ser una iniciativa financiera completa. La llamada Iniciativa de Quito contiene un fondo de estabilización monetario construido alrededor del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR) seguramente, un banco de desarrollo (Banco del Sur), y una unidad de cuentas para estabilizar las relaciones económicas entre los miembros A diferencia de la Unión Europea y de la ASEAN, donde el 75% de su comercio total es dentro de la región y el 25% restante es fuera de la región, en la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), los miembros comercian poco entre sí, y es cada vez menos, visto en el largo plazo. Los esquemas de integración política de UNASUR deberían de llevar a procesos de integración comerciales más fuertes. De hecho, la integración energética del Sur será una matriz en torno a la cual se articulará la nueva integración comercial, si la exportación del etanol no la descarrila.

Una unidad de cuentas que sirva para la emisión de bonos para poder recircular los excedentes dentro de América Latina es una idea que atiende a las preocupaciones de estar financiando al Norte en lugar de a nosotros mismos. Un fondo de bonos serviría de plataforma para un mercado sudamericano de bonos. El problema que hay es doble: hay una economía dolarizada y hay otra economía anclada al dólar. ¿Podrán cambiar de ancla sin desfinanciar sus presupuestos nacionales?

Una nueva arquitectura financiera regional es posible siempre que las tensiones de las economías sudamericanas líderes no lo desbaraten. La única manera de evitar que una competencia de liderazgo termine con la iniciativa es permitir que un país pequeño que no concursa entre los líderes retenga la capacidad de dirimir y de administrar la iniciativa. Todo parece indicar que ese país es Ecuador.

En América Latina la deuda crece en moneda nacional y la deuda total igualmente crece mientras las exportaciones en dólares se van reduciendo. La necesidad de estabilidad dentro de la región es hoy más importante que nunca dado que los nuevos acreedores serán pensionistas de los propios países sobre todo, y esto es algo que todos los gobernantes deberían de aprender de la lección argentina.

Los problemas de la economía de Estados Unidos nos amenazan a todos y sobre todo a los más pobres que verán aún más frustrados sus aspiraciones a una vida digna, si llegara a producirse un quiebre de la burbuja bursátil en dicho país y se utilizara el dólar como moneda de reserva.

Todo apunta a la necesidad de unirnos en la búsqueda de un sistema internacional no solo más justo sino más equitativo y democrático, más cercano a la población y que responda a ella dentro de un esquema de democratización de la globalización y sus instituciones. Un esquema lejos de la división del mundo entre Europa y Estados Unidos, donde las instituciones globales responden a sus intereses y no al desarrollo de la economía global, como se ha visto con el caso Wolfowitz y el nombramiento de Zoellick en el BM, o de Rato en el FMI.

La salida al empantanamiento latinoamericano, a la emigración masiva, a la pérdida de esperanza es empezar a pensar cómo queremos nuestro futuro e imaginar cómo queremos las instituciones que nos permitan llegar allá.

Oscar Ugarteche, economista peruano, trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México, e integra la Red Latinoamericana de Deuda, Desarrollo y Derechos (Latindadd). Es presidente de ALAI.