19 de septiembre de 2024

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¿QUÉ SE HIZO LA IZQUIERDA?

Por: Ramón Rocha Monroy.

27 de agosto de 2008

(Bolpress). Una analista chilena que colaboró estrechamente con el Presidente Salvador Allende apunta a una percepción cada vez más extendida sobre el papel desvaído y fantasmal que juega la izquierda tradicional en los actuales procesos de cambio. Si en la época de las dictaduras militares abundaban las siglas y los pronunciamientos orgánicos, ahora los únicos que hablan son los gobiernos y los opositores "de derecha", entendiendo por éstos a quienes simplemente "no son de izquierda".

Parece que viviéramos la era de la izquierda pilatuna, la de los intelectuales de izquierda cansados de repetir la palabra revolución, que siguen con ironía y menosprecio a los actores políticos populares.

Unos se convirtieron en "analistas", la forma socialdemócrata, diríamos, de ser Pilatos, de no comprometerse con ningún proceso, de opinar sobre cualquier tema de la coyuntura en términos asépticos, manejando los datos con pinzas y guantes de cirujano para no contaminarse.

Ha cambiado tanto la cosa que la propia imagen de Salvador Allende cubierto con un casco y defendiendo el Palacio de la Moneda con un arma en la mano parece un resabio romántico del pasado. Si ocurriera una nueva asonada, probablemente defenderían el Palacio esos héroes populares anónimos y despreciados por los izquierdistas con formación universitaria; pero que alguno de éstos defienda sus convicciones con su propio pellejo se ha vuelto impensable.

En los 70s y parte de los 80s, la izquierda con formación universitaria pagó una generosa cuota de sangre, tortura, persecución, exilio y muerte. Los muchachos que murieron cruelmente victimados eran profesionales o universitarios brillantes y con una moral de entrega y sacrificio intachable. Pero, ¿en qué momento se jodió la cosa?.

Los gobiernos populares hacen penosos esfuerzos por liquidar 20 años de neoliberalismo, pero no hay una contribución teórica ni práctica sustancial de los izquierdistas con profesión, que prefieren confundirse con los críticos del gobierno o, quizá peor, con los cómplices del silencio y la ironía, que no dicen sus críticas en público pero tampoco defienden nada a la espera de que el proceso se derrumbe.

El neoliberalismo ha tenido operadores de lujo. Los desastres que provocó en la economía, la política y la convivencia nacional están en nuestras narices, pero no hay intelectuales que contribuyan a crear un sentido común, particularmente en la clase media, contra esos desastres. Pero ¿cómo iban a ser críticos si muchos de ellos se enamoraron del sistema y usufructuaron de él precisamente como analistas?.

Veinte años de engorde los recubrió de tejido adiposo. ¿Cómo renunciar a las comodidades que da una fundación, un instituto, una ONG, un cenáculo de analistas bien pagados?
El proceso popular sufre una arremetida de los viejos separatistas, que esgrimen argumentos sutiles, legalistas, democráticos, y estrenan su amor súbito por los discapacitados y las provincias olvidadas por el neoliberalismo. Pero ¿dónde están los intelectuales de izquierda que no se enfrentan y oponen argumentos racionales a esa oleada de medias verdades y sentimientos fingidos?