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PERU: EL ESTABLO FANTASMA
Por: Herbert Mujica Rojas.
¿Ha leído alguna vez, en los escasos programas político partidarios de cualquier agrupación, reformas radicales sobre el Establo, sus precarios integrantes y las leyes ociosas que dictan ante la indiferencia de toda la nación? ¿a quién importa lo que diga el Congreso? Si su respuesta es la que suponemos, entonces, no le causará sorpresa que lo que NO diga el Parlamento, tampoco le produzca la más mínima reacción, es más, es lo aguardado en un país en que se enseña, generación tras generación, que “así es la política”. Como si ésta fuera patrimonio o coto de caza de tarados o fronterizos.
Anunció, pocas horas atrás, el senador chileno Jorge Pizarro, que su cámara legislativa, estaría por aprobar el ACE, Acuerdo de Complementación Económica, con Perú, es decir el Tratado de Libre Comercio al que Diputados otorgó su aquiescencia, meses atrás. Como se sabe, el nombre de ACE es el antifaz que usó el Ejecutivo para no llamar al ACE, TLC, que eso es lo que es, para evitar su “discusión” por el Congreso. En castellano mondo y lirondo, le alivió la “pesadísima” agenda al Establo.
Si es cierto lo que Pizarro afirma, lo que indica a qué país favorece –no al Perú- con subrayada orientación, entonces, hay que recordar a los fantasmales que están en el Establo, algunas disposiciones fundamentales e insalvables.
Dice el artículo 56 de la Constitución:
Los tratados deben ser aprobados por el Congreso antes de su ratificación por el Presidente de la República, siempre que versen sobre las siguientes materias:
1) Derechos Humanos. 2) Soberanía, dominio e integridad del Estado. 3) Defensa Nacional. 4) Obligaciones financieras del Estado.
¿Qué dice en el Capítulo VII, Trato Nacional, el así llamado Acuerdo de Complementación Económica, ACE, en realidad, TLC con Chile?:
“Artículo 19.- Cada País Signatario otorgará en su territorio, trato nacional a los productos del otro País Signatario de conformidad con el Artículo III del GATT 1994, incluidas sus notas interpretativas. En este sentido, dichos productos gozarán de un tratamiento no menos favorable que el aplicable a los productos nacionales similares, en materia de impuestos, tasas u otros gravámenes internos, así como leyes, reglamentos y otras normas que afecten la venta, la compra, la distribución y el uso de los mismos en el mercado interno.”
La Constitución es muy clara, todo acuerdo que tenga implicación financiera (exoneración de impuestos o pago de aranceles, es una de ellas) debe ser aprobado por el Congreso. Que en el toledato se haya querido desconocer esto por entreguismo es una cosa, que se haga ahora para no complicarle la tarea al chileno Hugo Otero, embajador del Perú allá, es otra. Pero, en ambas, Perú queda como republiqueta o país bananero frente a Chile.
En el artículo 102, sobre Atribuciones del Congreso, se dice:
“3) Aprobar los tratados, de conformidad con la Constitución.”
¿Qué pasa, si, como es lo normal, luego que Senadores, y antes Diputados, de Chile, es decir, el Congreso de ese país, exige, para la vigencia total, legal, bilateral, del acuerdo, la ratificación de su par peruano que NO lo ha discutido ni en pelea de perros?
Técnicamente si Perú, vía su Congreso, no ratifica ese acuerdo, no puede entrar en vigencia en ninguno de los dos países, dado su carácter binacional y bilateral.
Sin embargo de lo dicho aquí los artistas de la trampa son capaces de cualquier cosa, toda vez que ya hicieron de las suyas al excluir, con la natural estupidez insípida, al Establo con todos sus integrantes, de la discusión. Por tanto, la tesis del Congreso fantasmal adquiere confirmación lamentable y rotunda como inapelable.
¿Preocupa esto a alguno de los 120 integrantes del Parlamento? Pareciera que no. Tampoco reparan que entre el TLC con EEUU y el que se pretende con Chile, hay líneas centrales similares con implicación sobre aranceles, gravámenes, etc, que demandan, inobjetablemente, supervisión y aprobación legiferante. El tratado con Gringolandia sí lo vieron los chicos del Establo, pero el otro, les fue escamoteado. Cuando un poder del Estado se inhibe de sus tareas, las mismas que están inscritas por escrito en la Carta Magna, abdica y traiciona y quienes en este acto incurren son pasibles de ser acusados a posteriori.
En Perú los fantasmas también han perdido vigencia. Sólo el que mora con su edificio en la Plaza Bolívar, le cuesta millones de soles cada mes, al pueblo peruano, que todo lo sufraga, todo lo sufre y nada sabe de cómo una taifa de irresponsables regalan y venden al mejor postor el país.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!