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CoronaVirus: Un virus jamás hará la revolución

Colectivo Perú.Comuna

18 de mayo de 2020

Circula por las redes un texto del filósofo esloveno Slavoj Žižek titulado “Un golpe tipo ‘Kill Bill’ al capitalismo”, donde aborda la coyuntura actual respecto de la pandemia del Covid-19 que asola al mundo. Sus análisis y proyecciones son desarrollados también en su más reciente libro, publicado en tiempo récord, acerca de este complejo asunto y situación: Pandemic! COVID-19 shakes the world (120 páginas, disponible en papel y para pantallas en la editorial O/R Books), con la tesis central que la actual crisis sanitaria ha desnudado las debilidades de las democracias liberales, por lo que tendrá un efecto político positivo.

Esta aproximación crítica —sugerente como algunas otras ideas y trabajos de este mediático autor— plantea un abanico de posibilidades, en cierta forma esperanzador para el campo popular, al entrever un posible proceso de ralentización de la maquinaria capitalista, que hasta el momento se cernía como algo inexorable a la humanidad. Sin embargo, se prescinde de la elemental respuesta a la pregunta: ¿será que un virus puede hacer una revolución?

Este tipo de pensamiento e iniciales reacciones, al parecer, harán virar los usuales procesos de estigmatización contra la población musulmán hacia la población china, contra la que ya se incubaban reparos por su creciente presencia económica y social, de manera silenciosa, en los cinco continentes. La tensión comercial que ocasionan las pequeñas y grandes inversiones chinas en Europa, América y África, no es novedad, sino más bien un permanente susurro que cada vez se ha ido transformando en estruendosas voces (lo cual, además, propició algunas teorías conspiratorias vinculadas a guerras imperialistas por el control de la economía mundial).

Algo semejante ocurre contra quienes se desplazan por el mundo, provenientes de países con altos índices de contagio. Cada vez más, los medios de comunicación informan que el trato hacia estas personas es el de apestados: parecido al trato que se le daba a los leprosos en tiempos bíblicos. De modo que diversos procesos signados por el egoísmo y la individualización se han propagado tanto como el mismo virus; lo cual ha llevado, por ejemplo, a impedir que los migrantes económicos retornen a sus países de origen, sumiéndoseles en la condición de parias aun en la propia tierra de nacimiento. De esta manera, se conforman involuntarias comunidades del homo sacer: grupos de personas cuya condición ciudadana, debido a la expectativa de riesgo por el tránsito entre distantes puntos del planeta, se ha devaluado hasta ser considerados como apestados contemporáneos. Podemos imaginar la ingrata situación de quienes, dentro de su itinerario, cuentan con algún tránsito por uno de los países que se debaten en la curva de contagio, de progresión geométrica, del Covid-19.

A lo anterior, cabe agregar las características que van cobrando ciertas medidas sanitarias de urgencia, como los procesos de cuarentena en muchos países —especialmente de América Latina—, al venir aparejadas de un tufillo autoritario. Toques de queda, patrullajes policiales y militares, violentas intervenciones callejeras a ciudadanos, se reproducen a diario con la anuencia de los medios de comunicación más influyentes, así como de las múltiples retransmisiones por las redes sociales en Internet. Todo lo cual va asentando el sentido común de presentar estas intervenciones, en no pocos casos desproporcionadas y abusivas, como hechos absolutamente normalizados; para lo que se instrumentaliza el miedo y pánicos sociales a través de los medios de comunicación, que contradicen así la seriedad y responsabilidad que predican, reforzando en sus transmisiones el terror al otro en tanto posible portador del virus (a propósito de los valores que guían el periodismo Marca Perú, conviene registrar esta flatulencia oligárquica, que no por grotesca es menos representativa de la prensa hegemónica en ese país y sus alrededores).

En el plano económico, además, hay que considerar el golpe que la actual situación propicia sobre todo contra quienes viven en precariedad laboral, con subempleo y contratos de trabajo basura; dentro de los que ubicamos a aquellos que Hernando de Soto denomina, alegremente, como “empresarios populares” y “emprendedores”. Se trata, en realidad, de personas endeudadas o hipotecadas hasta el pescuezo; y que nunca antes vivieron una vulnerabilidad semejante, ya que simplemente la cuarentena les llevará a la ruina. Mientras tanto, para no perder la costumbre, los gobiernos no han tomado iniciativas ni determinaciones claras para obligar que los sistemas financieros les den un respiro, o crear una pausa financiera dentro de la crisis por la pandemia mundial, siquiera congelando los intereses sobre el capital adeudado. Únicamente han concedido periodos de gracia para que los pagos de deudas bancarias se difieran, lo que no implica el perdón de los intereses, pues estos siguen corriendo y deberán pagarse junto con las amortizaciones que cubran el capital; ni mucho menos habrá condonaciones de deudas (creer esto último sería una soberana ingenuidad, si consideramos la rapacidad de las organizaciones financieras sin excepciones).

Si bien el CoronaVirus, dentro de sus múltiples efectos, parece enrumbar al planeta hacia un periodo de descalabro económico (comparado a otros momentos de crisis agudas del capitalismo), no necesariamente jalonará por sí solo procesos revolucionarios. Por el contrario, si nos aproximamos a la realidad (algo que no siempre hace Žižek para sus análisis y comentarios geopolíticos), comprobaremos que algunos elementos iniciales de lo anterior han sido el recrudecimiento de nacionalismos, racismos y autoritarismos diversos, así como la desesperanza dentro de la clase trabajadora, junto con la profundización del egoísmo y el individualismo.

De tal manera que las primeras evidencias empíricas de lo que se viene, luego de esta crisis sanitaria, lejos de consolidar un cuadro esperanzador, más bien preocupan mucho. Se aprecia, por ejemplo, un fuerte recrudecimiento del racismo y la estigmatización, expresado en casos generalizados a nivel internacional como la sinofobia; e, inclusive, una estigmatización en la misma China contra los originarios de Hubei y, más específicamente, contra los provenientes de la ciudad de Wuhan (lugares donde se inició la pandemia). Lo dicho se va extendiendo, progresivamente, entre los ciudadanos de países europeos, quienes han sido no solo la primera caja de resonancia de la propagación del virus sino también donde se observa, con temor y actitud demonizadora, a los inmigrantes que habitan en esos países, principalmente en España e Italia donde el impacto ha sido mayor.

Por otro lado, observando la utilización política de la pandemia, cabe reafirmar lo que ya sostuvimos en un análisis anterior respecto de las estrategias implementadas. En el caso del Perú, por ejemplo, el manejo autoritario de esta coyuntura le ha sumado legitimidad a Martín Vizcarra (en una sociedad muy dada a saltarse a la garrocha las formas dialogantes y de común acuerdo, como evidencian diversos hechos de la vida cotidiana, familiar y política). Al 26 de marzo, su aprobación subió a 87% por su supuesto buen manejo de la crisis. En realidad, lo que ha sabido manejar Vizcarra es el discurso en torno a esta grave coyuntura presentando las medidas tomadas como únicas e inevitables. De esta manera, el oportunista presidente peruano saca cuerpo sobre el desastroso estado del sistema de salud en ese país, entre otras falencias históricas y estructurales. Para salvar a los enfermos graves del CoronaVirus, hace falta camas de cuidados intensivos con máquinas de respiración; de lo contrario, morirá mucha gente. El Perú no llega ni a 500 máquinas respiradoras (Alemania tiene 28,000 y España, poco más de 4,000). Cuánto se podría mejorar este sistema de salud si el gobierno de Vizcarra no exonerase millonadas en impuestos a las mineras y empresas multinacionales, y si estas pagaran finalmente las moras pendientes al Estado peruano. Pero nada de esto se dice, sino tan solo que la gente se quede en su casa, guarde la distancia social, use mascarillas y, cómo no, se lave las manos.

Algo similar se observa en otros países de la región, y aun en potencias imperialistas como Alemania, donde a pesar que se multiplican las críticas contra la privatización de algunos segmentos del sistema de salud ejecutada por los dos partidos gobernantes, la Democracia Cristiana (CDU) y la Social Democracia (SPD), estos mismos partidos subieron las cuestas de popularidad por su manejo circunstancial de la crisis. El caso más absurdo es el de Donald Trump, en los Estados Unidos de Norte América, donde el CoronaVirus se expande a ritmo acelerado y cobra miles de muertos. Sin embargo, la popularidad de Trump subió a sus niveles más altos en los últimos tres años, aunque el presidente yanqui sea responsable de esas muertes por subestimar la situación y demorarse demasiado en tomar las medidas necesarias; pero, sobre todo, porque EEUU tiene un sistema de salud pública en estado desastroso, que en absoluto se corresponde con ser la primera potencia imperialista mundial (considérese este análisis de la experta en salud mundial, Alanna Shaikh, acerca de que “la verdadera forma para que a la larga los brotes virales sean menos graves, es construir un sistema sanitario mundial”). En esta nación, símbolo falaz de la democracia y la libertad en buena parte del imaginario internacional, quien no tiene dinero se muere: así de simple; tal como sucede en aquel otro país, periférico al poder internacional, donde algunos despistados entonan diariamente desde sus ventanas y balcones, a las 8 en punto de la noche, esta suerte de himno patriotero y criollísimo: “Cuando despiertan mis ojos y veo/Que sigo viviendo contigo Perú/Emocionado doy gracias al cielo/Por darme la vida contigo Perú/Eres muy grande/Y siempre lo seguirás siendo/Pues todos estamos contigo Perú…”.

En resumen, ante tal situación, es inverosímil que un virus, solita su alma, pueda erigirse como detonante revolucionario, por más que su expansión golpee y profundice la inesperada crisis en los cimientos mismos del sistema-mundo capitalista. Sin embargo, dicha crisis contemporánea —como suele ocurrir en los momentos álgidos— puede dar lugar a nuevos y favorables escenarios de transformación entre los rasgados pliegues del poder imperante, aun considerando los muchos aspectos desfavorables para las clases populares. Al mismo tiempo, es necesario remarcar que una circunstancia como la descrita no inclina necesariamente, por sí sola, la balanza hacia formas ni sistemas alternativos de sociedad; sino que es urgente sacar lecciones y reconvertir la crisis en oportunidad de transformación democrática y revolucionaria. Y esto solo ha sido y será nuevamente posible cuando los vapuleados de la tierra tomen conciencia, se organicen y no permitan más un mundo hecho a la medida del egoísmo, la segregación, las exclusiones e inequidades de todo tipo, ni los martillazos del gran capital con sus ejércitos de soldados, policías y comunicadores a su servicio. Solo con nuestras luchas cotidianas y organización sostenida, un mundo nuevo se hará realidad.

Tomado de Perú.Comuna:
https://www.facebook.com/notes/per%C3%BAcomuna/un-virus-jam%C3%A1s-har%C3%A1-la-revoluci%C3%B3n/2613481008967909/