7 de octubre de 2023

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Grecia: Por una estrategia alternativa

Por: Stathis Kouvelakis.(Vientos del Sur)

4 de marzo de 2015

[Publicamos a continuación dos artículos de Stathis Kouvelakis, en los que polemiza con el acuerdo alcanzado entre el Eurogrupo y el gobierno griego de Syriza en relación con la deuda de Grecia y la prórroga del “rescate”. Stathis Kouvelakis enseña teoría política en el King’s College de Londres y es miembro del comité central de Syriza.]

1. Por una estrategia alternativa

Comencemos por lo que debería ser indiscutible: el acuerdo del Eurogrupo al que se ha visto arrastrado el Gobierno griego el viernes equivale a un repliegue precipitado. Se prorroga el régimen del Memorandum (las condiciones de austeridad y aceptación de los demás dictados de la troika por el anterior Gobierno. NdR), se reconoce el acuerdo de préstamo y la totalidad de la deuda, se mantiene la “supervisión”, es decir, el control de la troika, aunque con otro nombre, y ahora quedan pocas posibilidades de que Syriza pueda aplicar su programa/1. Un fracaso tan estrepitoso no es ni puede ser una casualidad o el resultado de una maniobra táctica mal concebida. Representa la derrota de una línea política concreta que subyace al planteamiento actual del Gobierno.

El acuerdo del viernes

En el espíritu del mandato popular de romper con el régimen del Memorandum y de librarse de la deuda, la parte griega inició la negociación rechazando la prórroga del actual “programa” aprobado por el Gobierno de Samaras, junto con el tramo de 7 000 millones de euros, quitando los 1 900 millones de euros de bonos griegos a cuya devolución tenía derecho. Negándose a cualquier procedimiento de supervisión o evaluación, solicitó un “programa puente” transitorio de cuatro meses, sin medidas de austeridad, para garantizar la liquidez y aplicar al menos una parte de su programa con un presupuesto equilibrado. También reclamó que los prestamistas reconocieran la inviabilidad de la deuda y la necesidad de una nueva ronda inmediata de negociación abierta.

Sin embargo, el acuerdo final supone un rechazo punto por punto de todas esas demandas. Es más, implica otra serie de medidas encaminadas a atar las manos del Gobierno y frustrar cualquier medida que pudiera suponer una ruptura con la política del Memorandum. En la declaración del viernes del Eurogrupo, el programa vigente se denomina “arreglo”, pero esto no cambia absolutamente nada de lo esencial. La “prórroga” que solicita ahora la parte griega (al amparo del “acuerdo marco del mecanismo de ayuda financiera”, MFFA) se establecerá “en el contexto del arreglo vigente” y apunta a una “conclusión positiva de la revisión sobre la base de las condiciones del arreglo vigente”. Asimismo se declara que únicamente la aprobación de la conclusión de la revisión del arreglo prorrogado por las instituciones… permitirá cualquier desembolso del tramo pendiente del programa vigente del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera [EFSF] y la transferencia de los beneficios del mercado de valores de 2014 [estos son los 1 900 millones de beneficios generados por los bonos griegos que pertenecen a Grecia]. Ambos elementos están sujetos asimismo a la aprobación del Eurogrupo.

De modo que Grecia recibirá el tramo que había rechazado inicialmente, con la condición de que respete los compromisos de sus predecesores. Lo que tenemos por tanto es una reafirmación de la típica postura de Alemania de imponer –como condición necesaria de cualquier acuerdo y cualquier desembolso futuro de fondos– el cumplimiento del procedimiento de “evaluación” a través del mecanismo tripartito (llámese troika o “instituciones”) para la supervisión de cualquier acuerdo pasado y futuro. Es más, para que quede claro como el agua que el empleo del término “instituciones” en vez de troika es puro maquillaje, el texto reafirma concretamente la composición tripartita del mecanismo de supervisión, especificando que las “instituciones” incluyen el BCE (“en este contexto recordamos la independencia del Banco Central Europeo”) y el Fondo Monetario Internacional (“asimismo acordamos que el FMI siga desempeñando su función”).

En lo que respecta a la deuda, el texto señala que “las autoridades griegas reiteran su compromiso inequívoco de cumplir plena y puntualmente sus obligaciones financieras con todos sus acreedores”. En otras palabras, olvidemos toda discusión sobre “quita de la deuda”, sin hablar ya de la “cancelación de la mayor parte de la deuda”, que es el compromiso programático de Syriza. Cualquier “quita” futura solo será posible sobre la base de lo que se propuso en la decisión del Eurogrupo de noviembre de 2012, a saber, una rebaja de los tipos de interés y una modificación de los plazos, que como es bien sabido no difiere gran cosa de la obligación de pagar la deuda entera, ya que solamente afecta a los intereses, que de por sí son muy bajos.

Pero esto no es todo, porque para pagar la deuda la parte griega acepta ahora plenamente el mismo marco de las decisiones que adoptó el Eurogrupo en noviembre de 2012, en tiempos del Gobierno tripartido de Antonis Samaras. Comprendía los siguientes compromisos: 4,5 % de superávit primario en 2016, aceleración de las privatizaciones y establecimiento de una cuenta especial para el pago de los intereses de la deuda, a la que el sector público griego debía transferir todos los ingresos derivados de las privatizaciones, los superávit primarios y el 30 % de cualquier superávit adicional. Esta fue otra de las razones por las que el texto del pasado viernes no solo menciona los superávit, sino también los “resultados de la financiación”. En cualquier caso, lo esencial del atraco del memorando, a saber, la obtención de escandalosos superávit primarios y la venta de bienes públicos con el fin exclusivo de llenar los bolsillos de los prestamistas, se mantiene intacto. La única alusión al alivio de la presión es una vaga garantía de que “las instituciones tendrán en cuenta, con respecto al objetivo del superávit primario de 2015, las circunstancias económicas de 2015”.

Pero no ha bastado con que los europeos rechazaran todas las demandas griegas. Tenían que atar de pies y manos, como fuera, al Gobierno de Syriza para demostrar en la práctica que cualquiera que fuera el resultado electoral y el perfil político del nuevo Gobierno, no es posible revertir la austeridad dentro del marco europeo actual. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, lo dejó bien claro: “No cabe ninguna opción democrática en contra de los tratados europeos”. Y la disposición correspondiente se ejecutará de dos maneras. En primer lugar, tal como se indica en el texto, “las autoridades griegas se comprometen a abstenerse de toda cancelación de medidas y de todo cambio unilateral de las políticas y reformas estructurales que afecten negativamente a los objetivos presupuestarios, a la recuperación económica o a la estabilidad financiera, de acuerdo con la evaluación de las instituciones”.

Así que nada de desmantelar el régimen del memorando (“cancelación de medidas”) ni de introducir “cambios unilaterales”, y de hecho no solo con respecto a las medidas que tengan un coste presupuestario (como la supresión de impuestos, la elevación del umbral de exención fiscal, el aumento de las pensiones y de la asistencia “humanitaria”), tal como se había declarado inicialmente, pero en un sentido mucho más amplio, incluido todo lo que pudiera tener un “efecto negativo” en “la recuperación económica o la estabilidad financiera”, siempre de acuerdo con el juicio inapelable de las “instituciones”. Ni que decir tiene que esto no solo afecta a la reinstauración de un salario mínimo y al restablecimiento de la legislación laboral que ha sido desmantelada en los últimos años, sino también a los cambios del sistema bancario que permitirían reforzar el control público (ni una palabra, por supuesto, sobre la “propiedad pública” contemplada en la declaración fundacional de Syriza).

Es más, el acuerdo especifica que las sumas disponibles actualmente en el Fondo Helénico de Estabilidad Financiera (HFSF) estarán controladas por el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF), libres de derechos de terceros mientras dure la prórroga del MFFA, y solo podrán emplearse para la recapitalización bancaria y para cubrir los costes de resolución. Serán liberadas exclusivamente a instancias del Mecanismo Único de Supervisión del BCE. Esta cláusula demuestra cómo los europeos no han pasado por alto que el programa de Salónica de Syriza previera que “el capital semilla para el sector público y un organismo intermediario y el capital semilla para el establecimiento de bancos con fines específicos, que ascienden a un total del orden de 3 000 millones de euros, serán aportados con cargo al llamado ‘colchón’ del HFSF, de alrededor de 11 000 millones de euros, para los bancos”. En otras palabras, adiós a toda idea de utilizar los fondos del HFSF con fines orientados al crecimiento. Si todavía quedaba alguien que se hacía ilusiones con respecto a la posibilidad de utilizar los fondos europeos para fines ajenos a la camisa de fuerza de aquellos para los que fueron concebidos –e incluso que deberían someterse a la jurisdicción del gobierno griego–, con esto puede despedirse de ellas.

Derrota de la estrategia del “buen euro”

¿Puede creer tal vez la parte griega que ha conseguido algo más allá de la impresionante inventiva verbal del texto? Teóricamente sí, en la medida en que ya no hay referencias explícitas a las medidas de austeridad y los “cambios estructurales” mencionados (reformas administrativas y lucha contra la evasión fiscal) no forman parte de esta categoría, una modificación que por supuesto deberá confirmarse o no en la lista de medidas que previsiblemente se publicará en los próximos días. Sin embargo, dado que se mantiene el objetivo de los escandalosos superávit presupuestarios, junto con la totalidad del aparato de supervisión y evaluación de la troika, toda idea de relajación de la austeridad parece totalmente ajena a la realidad. Las nuevas medidas y, desde luego, la estabilización del “acervo del Memorandum”, son una vía de sentido único mientras prevalezca el régimen actual y se perpetúe con otro nombre.

De todo ello se deriva claramente que en el curso de las “negociaciones” con el revólver del BCE apuntando a su cabeza y el pánico resultante en la banca, las posiciones griegas sufrieron un colapso casi total. Esto ayuda a explicar las innovaciones verbales (“instituciones” en vez de troika, “arreglos vigentes” en lugar de “programa vigente”; “acuerdo marco del mecanismo de ayuda financiera” en sustitución de Memorandum, etc.). Consolación simbólica o nuevas trampas, según cómo se mire. La cuestión que se plantea, por supuesto, es cómo hemos ido a parar a este dilema.

¿Cómo es posible que tan solo unas pocas semanas después del resultado histórico del 25 de enero tengamos esta contraorden frente al mandato popular de derribar el Memorandum? La respuesta es sencilla: lo que ha fracasado en las últimas dos semanas es una determinada opción estratégica subyacente al enfoque de conjunto de Syriza, particularmente a partir de 2012; una estrategia que excluía “medidas unilaterales” como la suspensión de pagos, por no hablar ya de la salida del euro, alegando que:

· en la cuestión de la deuda es posible encontrar una solución favorable para el deudor con la aquiescencia del acreedor, de acuerdo con el modelo de los acuerdos de Londres de 1953 relativos a las deudas de Alemania, pasando por alto el hecho, desde luego, de que los motivos por los que los aliados actuaron tan generosamente con Alemania no se dan en modo alguno entre los europeos de hoy con respecto a la deuda griega, y más en general de la deuda pública de los Estados sobreendeudados de la UE actual;

· el fin de los memorandos, la expulsión de la troika y un modelo diferente de política económica (en otras palabras, la aplicación del Programa de Salónica) podrían materializarse cualquiera que fuera el resultado de las negociaciones en torno a la deuda y sobre todo sin provocar ninguna reacción efectiva de los europeos, por encima y más allá de las amenazas iniciales, que se descalificaron como un bluf. En efecto, la mitad de la financiación del Programa de Salónica debía provenir de fuentes europeas, es decir, no solo los europeos no iban a reaccionar, sino que iban a financiar generosamente las políticas contrarias a las que venían imponiendo en los últimos cinco años;

· finalmente, el escenario del “euro bueno” presuponía la existencia de aliados de cierto calibre a nivel de gobiernos y/o instituciones (no me refiero aquí al apoyo de los movimientos sociales y otras fuerzas de izquierda). Los gobiernos de Francia e Italia, los socialdemócratas alemanes y, finalmente, en un inusitado alarde de fantasía, el propio Mario Draghi fueron invocados de vez en cuando como potenciales aliados.

Todo esto se ha venido abajo estrepitosamente en el espacio de pocos días. El 4 de febrero, el BCE anunció la suspensión de la principal fuente de liquidez para los bancos griegos. La fuga de capitales que ya había comenzado adquirió dimensiones incontrolables, mientras las autoridades griegas, temiendo que esa reacción fuera el comienzo de la “Grexit”, la salida de Grecia del euro, no tomó ni la más mínima medida unilateral (como la imposición de controles sobre la transferencia de capitales). Los términos “anulación” e incluso “quita” de la deuda fueron rechazados de la manera más categórica por los prestamistas, que se enfurecieron solo de escucharlos (con el resultado de que fueron retirados casi inmediatamente de la circulación). En vez de tumbar los memorandos, resultó que el único elemento “innegociable” era el mantenimiento de los mismos y la supervisión por la troika. Ni un solo Estado miembro apoyó las posiciones griegas, más allá de algunos gestos de cortesía diplomática por parte de quienes preferían que el Gobierno griego pudiera salvar la cara.

Más temerosa de la “Grexit” que de sus interlocutores, totalmente inerme ante la eventualidad absolutamente predecible de la desestabilización bancaria (el arma clásica del sistema a escala internacional desde hace casi un siglo cuando se enfrenta a gobiernos de izquierdas), la parte griega se quedó prácticamente sin ninguna baza para la negociación. Se encontró de espaldas contra la pared y únicamente con malas opciones a su disposición. La derrota del viernes era inevitable y marca el final de la estrategia de “una solución positiva dentro del euro”, o para ser más exactos, de “una solución positiva a toda costa dentro del euro”.

Cómo evitar la derrota total

Rara vez ha sido refutada una estrategia tan clara y rápidamente. Por eso Manolis Glezos, miembro de Syriza, tiene razón cuando habla de “ilusión” y aprovecha la ocasión para pedir perdón al pueblo por haber contribuido a cultivarla. Justamente por la misma razón, pero a la inversa, y con la ayuda de algunos medios locales, el Gobierno ha tratado de presentar este resultado devastador como un “éxito de la negociación” que confirma que “Europa es un espacio de negociación” que está “dejando atrás la troika y los memorandos” y otras afirmaciones similares. Temerosa de hacer lo que Glezos se ha atrevido a hacer– es decir, reconocer el fracaso de toda su estrategia–, la dirección de Syriza está intentando cubrirse las espaldas, “dando carne por pescado”, como reza el dicho popular griego.

Sin embargo, presentar una derrota como un éxito es tal vez peor que la propia derrota. Por un lado, convierte el discurso gubernamental en mera hipocresía, en una retahíla de tópicos y palabras huecas que solo sirve para legitimar retrospectivamente cualquier decisión, calificando de blanco lo que es negro; y por otro, prepara el terreno inevitablemente para las próximas derrotas más decisivas, ya que anula los criterios por los que se puede distinguir el éxito del fracaso. Para aclarar la cuestión a la luz de un precedente histórico bien conocido por la izquierda, si el tratado de Brest-Litovsk –con el que la Rusia soviética se aseguró la paz con Alemania a cambio de grandes pérdidas territoriales– hubiera sido calificado de “victoria”, no cabe duda de que la Revolución de Octubre habría sido derrotada.

Por tanto, si queremos evitar una segunda derrota, y esta vez decisiva, que pondría fin al experimento de la izquierda griega –con consecuencias incalculables para la sociedad y para la izquierda dentro y fuera de este país–, hemos de mirar la realidad a la cara y hablar el lenguaje de la honestidad. Es preciso reanudar el debate sobre la estrategia, sin tabúes y sobre la base de las resoluciones del Congreso de Syriza, que desde hace algún tiempo se han convertido en simples iconos inofensivos. Si Syriza tiene todavía una razón de existir como sujeto político, como fuerza para elaborar políticas emancipatorias y para contribuir a las luchas de las clases subalternas, debe formar parte de este esfuerzo por emprender un análisis en profundidad de la situación actual y los medios para superarla. “La verdad es revolucionaria”, dijo un famoso dirigente que sabía de qué hablaba. Y solo la verdad es revolucionaria, podemos añadir ahora a la luz de la experiencia que hemos adquirido desde entonces.

24/02/2015

https://www.jacobinmag.com/2015/02/syriza-greece-eurogroup-kouvelakis/

Nota:

1/ Véase la carta del ministro Yanis Varoufakis al Eurogrupo en con los compromisos del gobierno griego: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7769

2. Respondiendo a los sofistas

Estos últimos días circulan dos sofismas o, mejor dicho, dos sofismas y medio provenientes de quienes no quieren mirar de frente la realidad, y las consecuencias que se derivan de ella, y aceptar la marcha atrás a la que Syriza se ha visto forzada. Y digo bien "forzada", porque la marcha atrás se ha dado en el marco de una estrategia errónea. No hablo de "traición" o "renuncia", que son términos morales y poco útiles para comprender los procesos políticos.

Primer sofisma

Syriza no tenía "ningún mandato para salir del euro. Si [Syriza] hubiera tenido esta posición, no habría ganado las elecciones". Dicho así, el argumento es absurdo. Es verdad que no tenía ningún "mandato para salir del euro". ¡Pero tampoco había ningún mandato para abandonar lo esencial de su programa a costa de mantenerse en el euro! Y no cabe ninguna duda de que si se hubiera presentado a las elecciones diciendo "aquí está mi programa, pero si vemos que su aplicación no es compatible con mantenernos en el euro, entonces olvidémonos de él", no habría ganado las elecciones.

Y con razón: mantenerse en el euro “a cualquier precio” era precisamente el argumento-base de los partidos pro-Memorandum que han gobernado Grecia durante estos últimos años. Y Syriza, si bien no clarificó su posición sobre el euro, siempre rechazó la lógica del "mantener el euro a cualquier precio". A este respecto, contrariamente a lo que piensan la mayoría de los comentaristas, hay que recordar que los textos programáticos de Syriza no excluyen la salida del euro en tanto que consecuencia impuesta por el rechazo de los europeos ni por la suspensión de pagos, aunque es cierto que estos últimos meses estos textos habían sido puestos en sordina.

Variante del primer sofisma

"Syriza tenía un mandato doble: romper con la austeridad y mantenerse en el euro". Este suena más racional que el precedente pero, nos obstante, sigue siendo un sofisma. Porque se hace como si los dos términos del mandato tuvieran el mismo peso y que eso (si fuera necesario optar, y claro que hay que optar, todo el problema reside ahí) legitimara sacrificar inevitablemente el primer término (el euro) en detrimento del segundo (la ruptura con la austeridad). ¡Y ello, sin traicionar el mandato en cuestión! Ahora bien, ¿por qué no le damos vuelta al argumento diciendo: "como me doy cuenta de que ambos son incompatibles, opto por el primero, porque en el fondo es por eso por lo que el electorado griego ha votado por un partido de la izquierda radical". Es decir, dar preferencia a la ruptura y no a la "estabilidad" en el marco actual; lo que (es lo menos que se puede decir) resulta más coherente con el quehacer de un partido de izquierda radical que plantea el socialismo como su "objetivo estratégico" (aunque no sea en función de ese objetivo que haya ganado las elecciones).

Tercer sofisma

Este es de Etienne Balibar y de Sandro Mezzadea que, tras lo que ha pasado y tras haber ironizado sobre la "izquierda de Syriza" que hablaba de "renuncia" (aunque nadie en la izquierda de Syriza haya utilizado nunca este término, pero pasemos de ello…), sacan la conclusión de que eso muestra "que en Europa no se construirá una política de libertad e igualdad a partir del simple afianzamiento de la soberanía nacional."

Para eso, lo fundamental sería ganar tiempo, si bien al precio de concesiones (y aquí hacen la referencia obligada a Lenin para garantizar la radicalidad de su enunciado), y permitir que se den futuras victorias políticas (hablan del Estado español) y se desarrollen los movimientos sociales, preferentemente "transnacionales" (tipo Blockupy). Continuan navegando en pleno sofisma, con una pseudo-ingenuidad asombrosa aunque, después de todo, lógica en estos ardientes defensores del "proyecto europeo" (si bien es verdad que en su "versión buena") como son estos dos autores. En efecto, la cuestión es que los ritmos de las fuerzas políticas y de los movimientos sociales a los que se refieren no están sincronizados. De aquí al verano, el Gobierno de Syriza se verá confrontado a retos más que apremiantes y no es posible vislumbrar cómo una manifestación –que puede ser exitosa– en Frankfurt o una posible victoria de Podemos en las elecciones de noviembre en el Estado español podría modificar la situación a su favor.

Esta discordancia de los ritmos es una de las modalidades bajo las que se muestra el carácter estratégico del "nivel nacional" a los agentes políticos, porque es el terreno en el que se condensa de forma decisiva la relación de fuerzas entre las clases.

Por otra parte, lo que Balibar y Mezzadra subestiman de forma grave, es el efecto desmovilizador que tendrán, tanto a nivel interno en Grecia como a nivel europeo, la percepción de una Grecia y un Gobierno Syriza obligado a doblar el espinazo ante las imposiciones austeritarias de la UE, que se impondrá con el paso de tiempo, a pesar del bombo que tratan de darle los miopes defensores del Gobierno griego. El clima de movilización y confianza que encontramos en Grecia tras las primeras semanas, después de las elecciones, ha quedado bien atrás. Ahora es el desasosiego y cierta confusión las que imperan. Es verdad que las movilizaciones pueden volver, pero, de una parte, esta vez estarán dirigidas contra las opciones gubernamentales y, de otra, no van a darse "a golpe de silbato". Condicionar la opción política a la emergencia de esas movilizaciones es más que arriesgado. Es una forma de decir que no se planteará ninguna demanda debido a su ausencia o su debilidad.

En realidad, la forma de proceder debe ser la contraria. Asumimos una opción de ruptura y es esta opción la que estimula la movilización, que tiene su propia autonomía. Por otra parte, es eso lo que ha ocurrido en Grecia durante el período de "confrontación" entre el gobierno y la UE, entre el 5 y el 20 de febrero, cuando decenas de miles de personas salieron a las calles de forma muy espontánea y al margen de su pertenencia partidaria.

El argumento de "ganar tiempo" no expresa más que una ilusión. En realidad, durante esos supuestos cuatro meses de "respiro", Syriza estará obligada a actuar en el marco actual, es decir: consolidarlo ejecutando una buena parte de lo que la troika (renombrada "Instituciones") exige y "retrasando" la aplicación de las medidas-faro de su programa, aquellos que justamente habrían permitido "marcar la diferencia" y cimentar la alianza social que le ha permitido llegar al poder. Este "ganar tiempo" corre el gran riesgo de convertirse en "un tiempo perdido" que desestabilizará la base de Syriza y permitirá a sus adversarios (sobre todo a la extrema derecha) aunar fuerzas y presentarse como los únicos partidarios de una "verdadera ruptura con el sistema".

Señalemos también que, a pesar de la repulsa que provoca toda referencia nacional a estos dos enamorados del europeísmo como Balibar y Mezzadra, los éxitos políticos a los que hacen referencia, el de Syriza y Podemos, son solo victorias en el ámbito nacional que no modifican la relación de fuerzas más que en lo que se refiere a que fuerzas políticas de izquierda accedan a las palancas del Estado nacional. Ahora bien, estos éxitos también están, en gran parte, construidos sobre la base de la soberanía nacional, en un sentido democrático, popular, no nacionalista, y abierto. En los discursos de Tsipras y de Iglesias abunda, de forma perfectamente asumida, el discurso "nacional-popular" y las referencias al "patriotismo", de la misma forma que abundan las banderas nacionales (griega o republicana en el caso del Estado español en su conjunto) entre las masas y los movimientos "autónomos" (por retomar el término de Mezzadra y Balibar) que llenan las calles y las plazas de esos países. Más que cualquier otro elemento, eso muestra que la referencia nacional es (sobre todo en los países dominados de la periferia europea), un terreno de lucha que en países como el Estado español y Grecia las fuerzas progresistas han logrado hegemonizar para convertirlos en uno de los motores más potentes de su éxito. Es sobre esta base que se puede construir un verdadero internacionalismo y no sobre el discurso sin contenido que, de entrada, debería ser, totalmente y sin mediación alguna, "europeo" o "transnacional" y que está desconectado de la realidad concreta de la lucha política,

Por último, decir que en los dos primeros sofismas existe un elemento de verdad en lo que respecta al mandato sobre la salida del euro. Este elemento es que en la posición mayoritaria de Syriza existía una contradicción que se ha puesto de manifiesto ahora. La idea de una ruptura con la austeridad y con el peso de la deuda en el marco europeo actual ha fracasado de forma totalmente clara. En una situación semejante, es vital hablar con sinceridad y honestidad y comenzar por admitir que se ha fracasado y que, por lo tanto, es necesario volver a discutir sobre la estrategia más adecuada para poder ser fieles a los compromisos adquiridos y sacar al país de la encrucijada en la que se encuentra, al tiempo que se envía un mensaje de lucha a quienes, que son numerosos, habían apostado por la "esperanza griega" y que hoy rechazan, con razón, admitir la derrota.