7 de octubre de 2023

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La pena de muerte en el Perú.

DE LA KARP A PILAR NORES.

11 de agosto de 2006

EN Perú, las esposas de los presidentes se toman a pecho su rol de “primera dama”. Y si no es por una es por otra, pero siempre meten su pico en lo que poco comprenden. Eliane Karp, la pelirroja, mujer de Toledo, no comprendía mucho de política, pero no dejaba pasar ni una sola oportunidad para lanzarse al ruedo de la polémica, el insulto y la injuria directa. “Te voy a joder”, le dijo una vez a un periodista que pretendió acusarla de hechos corruptos. Y así, la “primera dama” del gobierno de Toledo, no tuvo ningún problema para convertirse en la mujer mas odiosa y ridícula del Perú, sobre todo cuando ella y su marido hablaron con los Apus de la época incaica, sin darse cuenta que los Apus no hablaban con los humanos, menos con extranjeros de pelo rojo.

Ahora el turno es de Pilar Nores, que tanto sufrimiento lleva a cuestas por su cercanía conyugal con Alan García Pérez. En su calidad de “primera dama” ha metido el pico en lo que poco conoce, y ha opinado a favor de la pena de muerte para los violadores. En un exceso de emotividad ha gritado, ¡que maten a los violadores!. ¿En Perú pena de muerte?. Estaríamos de acuerda con ella si se tratara de un país donde la ley se aplica con justicia y en estricta concordancia con el delito cometido. Pero en Perú, donde los jueces se venden al peso, es sumamente peligroso darles un instrumento de esa magnitud a un poder judicial corrupto. No hay que ser un santo ni menos un monje para oponerse a la pena de muerte. Y en esta oposición no hay problemas éticos morales, como dicen los falsos humanistas, sino por la simple razón, que esa medida administrada por jueces mafiosos seria una amenaza permanente contra todos los ciudadanos del país.

Una amenaza como la pena de muerte no se puede dejar en manos de autoridades que funcionan al ritmo del soborno, el chantaje y el poder político. Para rechazar la pena de muerte basta tomar en cuenta la experiencia de las dos ultimas décadas pasadas, cuando sin pena de muerte oficialmente aprobada, se asesinaba y ejecutaba extraoficialmente a miles de ciudadanos peruanos a quienes se les acusaba, mucha veces sin razón, de pertenecer a la subversión. Los jueces sin rostro y los tribunales militares aplicaron las leyes antiterroristas a diestra y siniestra y cayeron culpables y no culpables. En esos tiempos, cualquier ciudadano iba a parar a la cárcel o era asesinado extrajudicialmente por el simple hecho de haber sido señalado por un rencoroso vecino. Así entonces, una pena de muerte oficial en Perú, serviría, no solo para deshacerse de los violadores, sino también de los radicales opositores políticos del gobierno, que como se puede prever crecerán a la misma velocidad del hambre y la miseria en el Perú.

“La Primera Dama de la Nación, Pilar Nores de García, olvidó ayer su pregonado perfil bajo y salió en defensa de la propuesta presidencial de ampliar las causales de pena de muerte e incluir en ella a las violaciones de menores seguidas de muerte. “Un violador no es recuperable para la sociedad”, aseguró tajante. Nores agregó que no existe un método físico ni químico para revertir al violador. “Se trata de una deformación que no se puede corregir”, dijo, justificando la aplicación de la pena capital”. (La Republica, 11 de agosto 2006).