7 de octubre de 2023

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PERU: ¿QUÉ ESTARÁ CELEBRANDO EL APRA?.

Por: Fernando Sánchez Cuadros (*).

17 de junio de 2006

Los apristas están de fiesta porque interpretan el triunfo en las elecciones no sólo como el retorno al poder, hecho en sí mismo digno de celebrarse -especialmente en una aglomerado humano como el de los apristas-, sino porque interpretan en la reelección de Alan García una suerte de desagravio-perdón de la ciudadanía al aprismo por su estrepitoso y costosísimo fracaso en el malogrado experimento de 1985 a 1990. Me pregunto sin ánimo irónico ¿qué estará celebrando el aprismo?, aunque inmediatamente caigo en la cuenta que a tenor de las declaraciones de sus voceros y del propio Alan García y por supuesto de sus simpatizantes en la así llamada “intelectualidad”, más que celebración parecería haber tensión y hasta cierto malestar. ¿Por qué seguir con la monserga de acusaciones contra Ollanta Humala, quien hasta la fecha no ha dado ninguna señal de querer sacar a sus “ejércitos” a tomar las calles para asaltar palacio de gobierno ni de lanzar al pueblo pobre “resentido” a boicotear el cambio de gobierno? El Almirante (r) Luis Giampietri, virtual vicepresidente vinculado al prófugo de la justicia Alberto Fujimori, con presuntas responsabilidades en la masacre del penal El Frontón en 1986 y acérrimo opositor a las conclusiones de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), acusó a Humala de preparar un golpe de Estado buscando exacerbar el clima de linchamiento que se generó durante la campaña electoral. Ese solo dato es en sí mismo muy elocuente ciertamente, pero lo que llama a escándalo es que Alan García haya colocado en su entorno de gobierno más próximo a un personaje que tiene asuntos pendientes con la justicia (como él, por cierto) y debe una disculpa al país por las violaciones de derechos humanos de las que es personalmente responsable. No debería extrañar que Giampietri conciente de la situación es el más interesado en acabar con cualquier posibilidad de UPP-PNP de hacer valer su mayoría relativa en el congreso.

Sin embargo, estos asuntos propios de dramas sicosociales, con los que el aprismo parecería anunciarnos que gobernará los próximos cinco años, quedarán opacados una vez que García sea investido con la banda bicolor por la hija de Alberto Fujimori. El cuadro es digno de pasar a la posteridad en el pincel de algún surrealista. Como quiera, una vez iniciado el gobierno de García la derecha pasará factura por la dotación de votos que le permitió superar por un pírrico 5% a Ollanta Humala. García sabe que la disputa electoral fue llevada a tal extremo por el terrorismo mediático que para gobernar buscará el apoyo de Unión Nacional (UN) y el fujimorismo, quienes con menos congresistas en conjunto (29) que el APRA (36) no podrán sumar lo necesario para obtener mayoría en el Congreso. ¿Qué hará entonces la bancada de Acción Popular, considerando el apoyo que Valentín Paniagua ofreció a Ollanta Humala el día previo al debate de la segunda vuelta, por un lado, y la sinuosidad, animosidad y reactividad del liderazgo partidario que le acompaña, por otro? Afortunadamente la representación de UPP en el Congreso (45) impediría a García disponer del mínimo necesario (75%) para impulsar cambios constitucionales que pudieran impactar en la preservación del patrimonio nacional.

Si tenemos en cuenta que para conservar el apoyo de la mediocracia el APRA tendrá que honrar los acuerdos que hizo con la derecha para que ésta le otorgara los votos limeños, así como la fisura al interior del APRA entre los sectores liberales aggiornados a la globalización neoliberal, totalmente ajenos a los destellos de antiimperialismo del aprismo originario, y el sector que cree que la orientación socialdemócrata va en serio, habría que preguntar ¿qué celebra el APRA?

Los guiños de García a Lula, Kirchner y Bachelet, la retórica del “ni con Chávez ni con Bush”, el ofrecimiento del Ministerio de Economía a un par de ortodoxos neoliberales -ideológicamente hermanados con el argentino Ricardo López Murphy más conocido como el talibán neoliberal- uno de los cuales abandonó a PPK por considerarlo “populista” (sic), la casi segura partidarización de las carteras sociales en el gabinete con el propósito de intentar mejorar el posicionamiento del aprismo en el sur del país, que prácticamente lo repudió en ambas vueltas y que se enfrenta al hecho de que fue derrotado por el nacionalismo en 15 de 24 regiones, y más trascendente aun, al hecho de que el 47% de UPP es supremamente más sólido que el variopinto, medroso, visceral y reactivo 53% del conglomerado anti-Humala, considerando además que se logró con base en un discurso que no deja lugar a medias tintas ni a sinuosos devaneos: superar el modelo neoliberal para nacionalizar al Perú, es decir recuperarlo, atendiendo principalmente las demandas del pueblo oprimido, pobre, postergado y excluido, el Perú “no moderno” al que con desprecio señorial se refiere Hugo Neira. Sólo así será posible forjar una democracia incluyente y equitativa dejando atrás ese remedo demo-liberal basado en ejercicios periódicos (¿estacionales?) de votación manipulada por la llamada “prensa libre”.

El APRA sabe muy bien que en las elecciones regionales no contará con el conglomerado que lo infló con vaporosa espuma en la segunda vuelta, porque allí la derecha irá por su cuenta ... y riesgo. El presidente en ejercicio enfrentará la posibilidad real de ser derrotado en su primera contienda electoral nacional, en tanto el nacionalismo puede consolidarse como gobierno en las regiones del centro y sur del país. ¿O es que el aprismo hará alianzas para tratar de disfrazar su descalabro? ¿Estará preparado el sectarismo ancestral del APRA para tamaña operación? Sin duda los liberales aggiornados querrán consolidar las alianzas que les permitirían imponer, incluso a su propio partido, la agenda neoliberal de “reformas institucionales” y mantener el “sano” rumbo de la economía, pero enfrentarán los dilemas existenciales de la derecha que no quiere verse pulverizada y al mismo tiempo requiere asegurar que el aprismo gobierne en nombre de sus intereses. ¿Qué harán, entonces, los señorones, como el padre de Lourdes Flores que llamaron “auquénido de Harvard” a Toledo y son clasistamente antiapristas? ¿Allanarán el terreno para que el tiempo se encargue de colocarlos en la irrelevancia política? ¿No considerarán, acaso, que la alcaldía de Lima podría ser la tabla de salvación para el orgullo magullado? ¿Y el fujimorismo? Será nada desdeñable y preocupante su 12%, pero no alcanza.

La derecha y la mediocre clase media limeña que se cree moderna porque es conservadora, están asustados. Los arrebatos verbales y los plumazos como los de Hugo Neira, por citar sólo un caso, así lo muestran. (Ver Hugo Neira, “Cuaderno de bitácora” del 10 de junio de 2006). A lo mejor la culpa los corroe, porque no es gratuito el airado reclamo que ha hecho Salomón Lerner, ex presidente de la CVR, al aprismo por su negativa ya no sólo a observar las recomendaciones de la Comisión, sino a pagar las reparaciones: “En realidad no espero nada de Alan García, ya que no tiene voluntad política para lograr la reconciliación del país. En el debate hubo un bloque para propuestas sobre gobernabilidad y derechos humanos, pero ni siquiera esa palabra se escuchó en su intervención” (La República, 10 de junio de 2006). De manera que los demócratas a la peruana que primero votaron por Lourdes Flores y después descubrieron la modernidad en Alan García para votar en paz o simplemente siguieron como borregos la ordenanza del sumo pontífice de la capilla neoliberal, Mario Vargas Llosa, para votar por el otrora impresentable, han de estar muy enredados, porque una de las mayores autoridades en los trabajos encaminados a la reconciliación nacional y la reconstrucción de la convivencia democrática en el país ya descalificó al que sería el espadachín en la cruzada por salvar la democracia peruana.

En medio de este proceso de catarsis - terapia para sobreponerse a la ansiedad y la angustia que curiosamente no ha terminado, García sigue ensayando poses diversas para sus diversos auditorios (típico consejo de manejador de imagen). Mientras reiteraba su negativa a observar las recomendaciones de la CVR, por un simple reflejo de supervivencia, García anunció que el chileno sería su modelo. Ya nos hemos referido a las enormes grietas que cuartean el modelo desde su epicentro y a la naturaleza de la alianza de “centro” que le da sustento, a la que por cierto le va quedando cada vez menos vida si nos atenemos a los amagos de la democracia Cristiana, a la lucha entre los “coroneles” de la UDI, Colona, Chadwick y Longueira, en la que los egos y vanidades son el elemento más superficial de la confrontación (Ver suplemento Reportajes del diario La Tercera, Santiago, 28 de mayo de 2006) o la creciente rivalidad entre los ministros Andrade (trabajo) y Velasco (Hacienda) en el gabinete Bachelet.

¿Qué será lo que atrae tanto a García del “modelo chileno”?

- la ubicuidad político ideológica de la Señora presidenta y de la alianza que la sustenta;
- el apoyo empresarial cuya contrapartida es la creciente protesta popular y la lucha del pueblo mapuche, pero que a García ha de traerle a la memoria su necesidad de aceptación entre las élites;
- la faz represiva mostrada por un gobierno que también se define socialdemócrata, que es como un elixir para las huestes bufalescas del aprismo;
- el “éxito” de su economía fincado en una de las desigualdades más escandalosas del mundo;
- la aceptación que goza de los poderes fácticos globales incluido el apoyo de Estados Unidos que lo considera un aliado fundamental en América Latina, y la consecuente “buena prensa” que dispone;
- la falta de “ajuste” en el ámbito de los derechos humanos y el desentendimiento del Estado con los crímenes de lesa humanidad de la dictadura pinochetista. A García le debe resultar inspirador que cómo el tirano pasa su vejez a pesar de sus crímenes, en todo caso él tan sólo presidió uno de los gobiernos más corruptos y más ineptos de la historia republicana peruana, de lo que sólo se han olvidado la mitad de los votantes, pero hay otra mitad que se niega a concederle impunidad;

Alan García Pérez no se quedará tranquilo con el desagravio-perdón electoral de 2006, el ex chico arrebatado e impulsivo espera pasar a la historia como líder latinoamericano sensato, sereno y responsable.

En este contexto los llamados a promover la opción de centro-izquierda son más que deplorables, resultan contraproducentes, no sólo porque suenan a respuesta evasiva, sinuosa y pusilánime a la convocatoria que ha hecho UPP para formar un frente democrático nacional y popular, sino porque mantiene desubicada a esa fracción política que fracasó rotundamente en las elecciones y colocó a la izquierda tradicional en la antesala de la extinción y tiende a generar confusión y desaliento entre sus filas. La opción de “centro izquierda” ya tuvo un bautizo electoral que más pareció extremaunción. El bloque conformado en la Concertación Descentralista en un vano intento de afirmar su propia identidad se encargó de descalificar los esfuerzos del Partido Socialista por reconstruir un bloque de izquierda y se negó a cualquier acuerdo electoral entre los diversos bloques democráticos y progresistas. Es difícil imaginarse qué lectura se estará haciendo del desarrollo de los hechos especialmente cuando los resultados están a la vista, pero por decir lo menos resulta carente de toda autocrítica y, en consecuencia, cuando no soberbio enteramente torpe y obstinado: 47% de los votantes de las zonas más pobres y atrasadas del país votaron por la propuesta nacionalista que radicalizó su discurso entre la primera y segunda vuelta, sin embargo, la presunción de una opción de centro-izquierda sólo atina a mirar al Perú desde la nada representativa Lima y se ancla a las expectativas de una clase media decente y sensible que mantiene desde alguna ONG un rincón de su corazón reservado para el cambio democrático con inclusión. La opción de centro-izquierda es una quimera en un país polarizado con una derecha agresiva y racista como lo ha demostrado su manejo de los medios especialmente durante la campaña electoral.

Para encarar el reto que supone construir una alternativa de nación en el contexto de un gobierno aprista más derechizado y dispuesto a transar con los poderes fácticos y el imperialismo, se requiere una opción radical y no componendas.

* Fernando Sánchez Cuadros es Economista peruano. Profesor universitario.