7 de octubre de 2023

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BOLIVIA: COSAS DE LOCOS Y PAYASOS

Por: Alfonso Gumucio D.

13 de septiembre de 2009

Bolpress.

Los bolivianos rara veces somos noticia por algo positivo e interesante. Como no destacamos internacionalmente ni en los deportes, ni en las artes, ni en las ciencias, sólo aparecemos en los grandes titulares cuando se trata de política, de alguna payasada (a veces las dos cosas juntas), o una locura que hace algún exacerbado que tiene un pasaporte que lo acredita como boliviano. Lo mejor es reírse, porque para vergüenza ya tenemos otros motivos.
Las payasadas políticas son frecuentes en nuestro país, hay una tradición de ellas cultivada con esmero. No en vano Julio Cortázar llamó a René Barrientos "el primer payaso presidente" (aunque la verdad, fue injusto con los payasos al asociarlos al enloquecido caudillo militar). Las acciones de Barrientos hicieron recordar las de su predecesor Melgarejo, exactamente cien años antes. Sobre el uno y el otro salieron libros recogiendo sus pintorescas sandeces: "Dichos y hechos de..." Así como Melgarejo hacía fusilar su camisa porque no confiaba en nadie, Barrientos decía que el comunismo en Cuba era un fracaso porque desde la ventanilla de su avión había visto que las carreteras cubanas estaban deterioradas.

En tiempos más recientes tenemos también los "dichos y hechos" de los políticos de nuevo cuño, como el canciller Choquehuanaca que no lee libros sino "las arrugas de los abuelos" (¿allí también ve televisión?), o el propio presidente Morales que ya ha ofrecido suficiente material como para un libro.

Pero no es a esos personajes del folklore político a los que me refiero ahora, sino a bolivianos que andan por el mundo más perdidos que perro en procesión, y que muy de vez en cuando aparecen en las noticias como autores de algún hecho estrafalario.

La más reciente noticia en esta categoría de "haga alguna estupidez y goce sus 15 minutos de fama", es la de José Mar Flores Pereira, artista y pastor de almas, que con una lata de Jumex a la que había pegado una luces de navidad para que parezca una bomba de película, secuestró un avión que volaba de Cancún a Ciudad de México. El payaso fue aprendido al aterrizar, y confesó que había secuestrado el avión para llamar la atención sobre la fecha, según él fatídica: el 9-9-9, que al invertirla se convierte en 666, una de las representaciones del diablo o del anticristo. Según el secuestrador, se va a producir un gran terremoto en México (claro, eso lo sabemos todos, pero no sabemos cuando). Además, por supuesto, "Cristo viene pronto", el juicio final y todas esas patrañas que nos anuncian estos alienados cada vez que el calendario muestra alguna fecha que los incomoda. Con todo aplomo concluyó diciendo: "No estoy loco", lo cual dicen evidentemente todos los que de veras lo están.

¿Será que la necesidad de sobresalir, aunque sea por las malas, es tan fuerte en los espíritus mediocres? Este tipo de alardes publicitarios ha ocurrido muchas veces, y obviamente con gente de todas las nacionalidades. Claro que el mundo olvida fácilmente a los protagonistas, pero a veces queda en el recuerdo su país de origen, en este caso Bolivia, que internacionalmente ya aparece por sí misma como una nación exótica.

El 30 de diciembre de 1956 un joven boliviano llamado Hugo Unzaga Villegas no tuvo mejor idea durante su visita al Museo del Louvre, en París, que lanzar una piedra contra la Gioconda de Leonardo da Vinci. Por suerte no le hizo mucho daño, aparte de desprender un pedacito de pigmento debajo del codo izquierdo de la Mona Lisa. Desde entonces, un grueso vidrio protege el cuadro contra las agresiones, por eso la taza de té que le arrojó este 11 de septiembre una ciudadana rusa que estaba de mal humor porque le habían negado la residencia en Francia, no le hizo mella a la obra de Da Vinci. Hasta podríamos decir que gracias al exacerbado boliviano, esta obra de arte es una de las más protegidas del mundo.

Otro hecho con sello "boliviano’ que tuvo sus minutos de popularidad ocurrió en Filipinas, durante una visita del Papa Paulo VI, que era un bondadoso anciano, cuando un pintor frustrado disfrazado de cura, el boliviano Benjamín Mendoza Amor, se le vino encima con un cuchillo. Esto sucedió el 27 de noviembre de 1970, en Manila. Por suerte no tuvo consecuencias graves, como el atentado del turco Ali Agca contra Juan Pablo II en 1981, a raíz del cual el "Papamóvil" fue re-diseñado con una campana de vidrio blindado.

Por supuesto que todo el mundo se olvida de las estupideces de estos bolivianos o rusos o alemanes (no hay fronteras nacionales para la estupidez) apenas ocurren, y sobre todo caen en el olvido los nombres de los autores que tanto hubieran querido ser recordados por sus actos. Y no es que mi memoria baste para traerlos de nuevo a la imaginación del lector, sino que he tenido que buscar en Internet la breve mención de sus tristes hazañas, y todo para volver a olvidarlos dentro de pocas horas.