7 de octubre de 2023

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UNA ELECCIÓN TAMBÍEN MIDE PALABRAS Y FRACASOS

Opinión de Eduardo Pérsico.

7 de julio de 2009

En toda campaña electoral recrudece el enfrentamiento de ideas y no sólo entre los grupos conceptualmente opuestos. Así, en la elección del 28 de junio del 2009 en Argentina abundaron las confusiones que cada grupo tiene, por ejemplo, sobre privatizaciones o nacionalizaciones de los servicios públicos, un asunto en verdad preocupante. Si en las mismas listas políticas no aciertan con el método a implementar, cuál sería la eficacia de semejante gestión.

Durante la convocatoria última y que en cifras perdiera el gobierno liderado por Cristina Kirchner, la ferviente derecha política se había prometido y obligado a un resultado abrumador sobre el llamado kirchnerismo. Para eso dispuso de un presupuesto gigantesco que su principal candidato, Francisco de Narváez, supo denominar ‘gastos comerciales’ y acaso, fueros legislativos aparte, no le aquieten las investigaciones actuales sobre origen y destino de su dinero. Aunque ese tema ha de llegar, la certeza de un triunfo apabullante de la principal fuerza opositora al gobierno, al contar los votos no alcanzó al tres por ciento, una exigua diferencia con gusto a fracaso que igual los medios anunciaron como estrepitosa caída o derrumbamiento de un gobierno que fuera elegido hace seis años y renovado hace dos. Lo mismo y agitando la irreversible calificación ´derrota derrumbante´, los opositores de inmediato pidieron acabar con la soberbia presidencial, técnicamente algo muy difuso, con el marido Néstor Kirchner que continuará a su lado haciendo política, sin duda, y también se disponga el cambio inmediato con nombres y apellidos, de funcionarios y miembros del gabinete que quizá por eficientes le incomodan los reclamos a los grupos reclamantes. Tras el magnificado éxito la oposición en bloque quiere hoy que el gobierno consensúe y elabore con ellos todo aquello que le incumbe, tilinguería que en términos prácticos significa designar en cada puesto clave y primordialmente en Economía, funcionarios con quienes los grupos de interés coincidan y dispongan. Una frívola exigencia que implica desconocer los mecanismos jurídicos habilitados para pedirle cambios a todo gobierno constitucional, salvo que ganar una elección legislativa de medio tiempo por un tres por ciento de diferencia les adjudique el mismo poder de fuego que asaltar la casa de gobierno a punta de metralleta. En fin, sin repasar más este procaz libreto repetido en la historia argentina, ya pasada una semana del resultado adverso la presidente sigue siendo la persona elegida hace dos años, casada con el mismo compañero político y marido, y el recambio de su elenco de confianza no se vislumbra muy inmediato ni profundo para quienes imaginaron fugas en helicóptero a medianoche, con la asunción del vicepresidente ante la Asamblea Legislativa en pleno y el inmediato reconocimiento internacional. Una tremenda gilada de los nostálgicos cuando el mundo sigue andando.

Es indudable que la derecha política siempre demostró astucia al modificar el sentido de cada palabra según convenga, y durante esta campaña arreciaron con la oposición entre las libertades burguesas que denominan republicanas por cierto pudor, y los gastos de un Estado para ellos opresor y según otros, más civilizado. Para los grupos del poder económico todo consiste en dar absoluta seguridad a la inalienable propiedad capitalista, y gastar lo menos posible en aquello que según sus técnicos y mentores son erogaciones superfluas, y un mal manejo que las burocracias gubernamentales hacen de los dineros del contribuyente. Durante esta campaña en Argentina, la derecha arremetió a fondo llegando a solicitar seguridad para las inversiones, una pretensión absurda si hablamos de capitalismo, evidenciando así que para los aquí llamados liberales, un Estado que proteja los intereses de la comunidad toda - salud, educación, seguridad y demás coberturas obligatorias- es un Estado Totalitario enemigo de las libertades individuales ‘y que debería dejarnos tranquilos’, pidieron con frecuencia en alta voz los dirigentes del partido agrario; novedoso grupo de intereses cohesionado por las rarezas verbales de sus dirigentes.

Así las cosas y por avatares del juego político autodestructivo, del cual el peronismo jamás estuvo ajeno, en julio del 2009 al gobierno se le reducen los tiempos para rendir las materias que le ocasionaron tanta pérdida de votos en el segundo cordón del Gran Buenos Aires. Un caudal faltante que logrando las cifras esperadas hubiera alterado ciertamente el resultado definitivo, y mucho ojo porque ese repliegue anuncia algo todavía más pesado: esas personas postergadas en el país profundo reclama una política nacional y popular que lo salve además de caerse a la derecha. Que no hubo tiempo suficiente para implementarla, es probable, y que gobernar desgasta, también lo sabe en Capital Federal el grupo de Mauricio Macri. Pero recordar a toda hora que al gobierno de Cristina Kirchner ir a fondo en lo social y en el manejo de los resortes económicos fundamentales, cada día le resultará una imposición más cruentamente inevitable. Julio del 2009.

Eduardo Pérsico, escritor, nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.