7 de octubre de 2023

INICIO > LATINOAMERICA

¿ALTERNANCIA O ALTERNATIVA EN EL SALVADOR?

Por: Celia Medrano (*).

27 de abril de 2009

(FOCAL POINT)

La continuidad de 20 años de gobiernos del partido de derecha Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) fue frustrada cuando se confirmó el 15 de marzo que Mauricio Funes, candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), asumirá el próximo primero de junio la Presidencia de El Salvador.

Invitando a la ciudadanía a “votar por el cambio,” la llegada al poder formal por la vía electoral de una fuerza ex-guerrillera como el FMLN es trascendente. Se habla de que la democracia ha superado la prueba de dar lugar a la alternancia en el ejecutivo sin que prevalezca la violencia. Con ello puede darse por cerrado el periodo pos-conflicto armado iniciado en 1992 al firmar los Acuerdos de Paz.

Conviene, sin embargo, analizar las condiciones que regirán al nuevo gobierno, así como las negociaciones y alianzas que se conjugaron para llegar a este punto. De este análisis podemos discernir si del cambio de partido político al frente del órgano ejecutivo puede esperarse el inicio de un modelo alternativo al capitalista o de transición hacia el socialismo que caracteriza el discurso de los gobiernos integrantes de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) o veremos más bien un conjunto de izquierdas identificadas con el proyecto de los Estados partes del Mercado Común del Sur, MERCOSUR.

Efectivamente, el 15 de marzo transcurrió sin hechos violentos lo que difícilmente se hubiera esperado si ARENA hubiese ganado con el ajustado margen de 2.54 puntos porcentuales de ventaja con que ganó las elecciones el FMLN, dadas las insistentes denuncias de un posible fraude electoral por parte de este partido. La diferencia aproximada de 62,000 votos que dieron el gane a Funes sobre el candidato de ARENA en un universo de 2 millones 638,588 de votantes puede explicar el tono conciliador de los discursos tanto de ganadores como de perdedores. También puede explicarlo la claridad de las correlaciones de fuerzas actuales entre ARENA, ahora partido de oposición como del FMLN.

En la futura Asamblea Legislativa la correlación de partidos identificados ideológicamente como derecha, ARENA, el Partido de Conciliación Nacional (PCN) y el Partido Demócrata Cristiano (PDC) podrán controlar las decisiones más importantes, las cuales deben tomarse con el voto de un mínimo de 56 de los 84 diputados electos. Pese a que el FMLN cuenta con la fracción legislativa mayoritaria, sus 35 diputados ni siquiera son suficientes para decisiones que requieren la mayoría simple de 43 votos.

A esta correlación capaz de bloquear desde el legislativo las iniciativas del órgano ejecutivo, se agregan instancias del Estado también controladas por fuerzas partidarias de derecha, como la Corte de Cuentas, la Procuraduría General de la República, la Fiscalía General y la mayoría de magistrados de la Corte Suprema de Justicia.

Sin que se hubieran configurado aún estas condiciones, Mauricio Funes ya había anunciado que en su gobierno no se tomarían iniciativas tendientes a la derogación de la cuestionada ley de amnistía vigente desde 1994 ni se daría marcha atrás a la ratificación del Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica y la República Dominicana con Estados Unidos (RD-CAFTA). Puede interpretarse que tales afirmaciones responden a la influencia del conjunto de alianzas generadas desde la candidatura de Funes conocida como “los amigos de Mauricio.” A este grupo pertenecen una amplia gama de empresarios como también militares y ex militares relacionados con una de las épocas de mayor represión contrainsurgente en el país durante el gobierno demócrata cristiano en la década de los años 80.

A mediados del 2008, Roberto Lorenzana, encargado de alianzas del FMLN, confirmó su identidad revolucionaria y socialista al plantear que “los estatutos establecen que somos un partido socialista.” No obstante, Gerardo Cáceres, empresario, cafetalero y ganadero del occidente del país integrante de “los amigos de Mauricio,” en una entrevista publicada por el diario El Mundo señalo que “en el país no se puede construir el socialismo... hay que ser realistas: qué se puede lograr y qué no se puede lograr.”

Ambas posiciones serán las que convivirán en lo que puede denominarse la alianza Funes-FMLN. Una alianza que probablemente se hubiera diluido al perder las elecciones presidenciales, pero que al haberlas ganado afronta ahora el reto de gobernar. Por ahora, ya un primer incidente de tensión ha trascendido al publicar una carta abierta el futuro presidente desautorizando las declaraciones que el diputado del FMLN, Gerson Martínez, coordinador además del plan de gobierno de Funes, hiciera sobre su valoración de la necesidad de renegociar los plazos de la deuda externa del país.

Una semana después, el Secretariado de la Comisión Política del FMLN emitió un “Manifiesto a la Nación” en el que plantean que pusieron a disposición las capacidades y organización de su partido para hacer una alianza que contó con el impulso y la destacada contribución del ahora presidente electo. En este parteaguas, el Frente asume su nueva condición de partido de gobierno.

En La Prensa Gráfica el 17 de marzo, Funes señaló que “…una cosa son las relaciones del FMLN como partido con Cuba y Venezuela y otra las relaciones del próximo Gobierno de El Salvador.” Una llamada del Presidente Barack Obama de los EEUU, la visita del subsecretario adjunto para Asuntos Hemisféricos, Thomas Shannon, y la llamada de la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, todo junto en un lapso no mayor de tres semanas, marcan el interés estadounidense de reforzar relaciones con un gobierno de izquierda moderada.

Otro elemento lo constituyen las fuerzas de izquierda no integradas en el FMLN, tales como la Tendencia Revolucionaria. Uno de sus exponentes, Dagoberto Gutiérrez, públicamente recomendaba a la militancia y a los simpatizantes del FMLN organizar asambleas populares para “construir un andamiaje organizativo nacional en defensa del gobierno,” advirtiéndole al presidente electo que “sin el apoyo popular su gobierno no podrá caminar por más que quiera impulsar programas.”

Por ahora, toca esperar a que el primero de junio el nuevo presidente asuma sus funciones y que durante su desempeño vayan apuntándose las respuestas a las preguntas si gobernará él, los sectores representados en “los amigos de Mauricio” o el FMLN; si prevalecerá una conducción radical socialista o una izquierda moderada, social demócrata y reformadora. Hasta ahora tiene a su favor una trayectoria que ha demostrado una conducta ética y valiente, cualidades que lo hicieron un buen candidato y que estarán a prueba nuevamente durante los próximos cinco años.

Mientras tanto, todo apunta a que una de las principales deudas de estas elecciones, la necesaria reforma electoral, continuará posponiéndose, dado que ninguna de las fracciones legislativas, la del FMLN incluida, parece impulsar esta iniciativa en la legislatura que está por concluir. Esto dejará a las elecciones para alcaldes y diputados de 2013 nuevamente con las mismas reglas del juego que todos cuestionan, pero que nadie cambia. Una situación en la que puede darse alternancia, pero no hay lugar para la alternativa.

(*). Celia Medrano es periodista, especialista en derechos humanos, gobernabilidad y ciudadanía, con experiencia en la región centroamericana.