7 de octubre de 2023

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Declaraciones del primer vicepresidente del Partido Comunista ruso.

BORIS YELTSIN, LA MUERTE DE UN DESTRUCTOR

Por: Iván Melnikov.

28 de abril de 2007

Traducido del ruso por Josafat S. Comín

(Kprf.ru). Los días 23 y 24 de abril, Iván Melnikov, primer vicepresidente del CC del PCFR y diputado de la Duma, a petición de los periodistas, respondió a una serie de preguntas, en relación con el fallecimiento de Boris Yeltsin, primer presidente de Rusia.

“Las valoraciones que hicimos con anterioridad de Boris Yeltsin, son de todos conocidas y siguen vigentes. Y en este día, en este momento, no creo necesario añadir nada a lo dicho sobre él.”- Declaró Melnikov al tener conocimiento de la muerte de Yeltsin.
Al día siguiente Melnikov hizo un análisis más detallado.

Sobre la declaración de luto nacional y la preservación de todas las garantías a la familia de Boris Yeltsin

“Tanto el día de luto como el mantenimiento de las garantías, son decisiones del gobierno actual, así que desde el punto de vista formal es algo entendible. Por algo hemos estado repitiendo a los ciudadanos: el régimen actual es la consecuente y lógica continuación de la política de los años 90, de una política que nace de la destrucción de un gran país, de su economía. De una política que varió su relación hacia las personas. Y si desde 1917, a pesar de todos los defectos de la época soviética, la relación hacia la persona, como poseedor del derecho a una vida digna, era algo inmutable, en 1991, con todas sus “libertades”, el hombre pasó a ser un elemento del sistema, al que unos “elegidos” podían “ordeñar” el beneficio.”

La televisión se está encargando ahora de ensalzar y glorificar ese periodo. Ya empiezan a decir, que en 1991 hubo una revolución, que los “reformadores” prácticamente salvaron al estado de una terrible muerte, que no había otro camino. No dejan de hablar de la relación del primer presidente con la oposición, que no destruyó a nadie, que a todos dejó luchar. El propio Yeltsin, en el reportaje de Nikolai Svanidze, afirma que su mayor logro es la victoria sobre la “dictadura comunista”. Cabe preguntarse: ¿Hay alguien que diga algo sobre la vida de la gente? ¿Mejoró en algo? De eso no se dice nada. Nadie se hace esa pregunta.

Por eso todo lo que vaya a pasar en torno a la muerte de Yeltsin en los próximos días y en lo sucesivo, no será otra cosa que la “canonización” de Yeltsin como afluente político de ese río, cuyo curso obligan a seguir a la sociedad, con todas sus verdades y falsedades. Predominan las mentiras. No son intentos de analizar la situación de un modo objetivo, ni siquiera el deseo del gobierno de aparentar ser compasivo. Lo que predomina aquí es un interés pragmático.”

Sobre el papel histórico de Boris Yeltsin

“Hay políticos que entran en la historia como creadores, y los hay que lo hacen como destructores. En ese sentido un papel determinante juega la “conciencia popular”, cómo percibe el pueblo la política en general. Y esa percepción no es algo que pueda transmitirse ni por los canales de televisión, ni por las declaraciones de la gente que formaba parte de su entorno más cercano, que siempre serán subjetivas, sino por el cómo se transmite por la gente, de generación en generación. Los historiadores, que pasado un tiempo considerable, analicen objetivamente la situación, y puedan sopesar todo lo positivo y negativo, partiendo de una determinada escala de los intereses nacionales, harán, a mi entender, una valoración extremadamente crítica de la etapa de gobierno de Yeltsin.

Sí, Boris Yeltsin será recordado como una persona decidida, con una buena intuición política, con capacidad para lograr sus objetivos. Solo que la pregunta es: ¿Qué objetivos eran esos? ¿A quién benefició ese empuje? Desde luego no al pueblo. Porque ese deseo momentáneo de “libertad”, hizo retroceder al país muchos años, en el plano del progreso científico-técnico, de su competitividad económica, del nivel de vida de la gente y de la capacidad defensiva y la relevancia geopolítica. Esa libertad era posible sin las enormes perdidas que han padecido el país y el pueblo. Resulta extraño que califiquen de “democracia” los años 90 de Yeltsin, y al curso actual, lo denominen continuador de esa política. Sí, Boris Yeltsin dio libertad a los medios de comunicación, libertad de expresión. Es una realidad. Pero no solo eso basta para describir y calificar un régimen político. En los años 90 el poder se construyó siguiendo el principio del zar y los nobles oligarcas, para luego transmutarse en el actual autoritarismo de la burocracia estatal.

Pienso que el ínfimo apoyo que tenía Yeltsin antes del inicio de la campaña de las presidenciales del 96, y el que tenía en el momento de abandonar el cargo, no ponen en duda su papel decisivo en lo relevante de los cambios. Pero son fieles indicadores de la esencia destructiva de su papel histórico”.